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PROGRESIVA DESTRUCCIÓN: La muerte y el desprecio por la vida se han normalizado en el Perú

Escribe: Jorge Chávez Pita (*)
Edición N° 1291

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Algo insólito está sucediendo en el Perú. A la creciente criminalidad común que demencialmente le arrebata la vida a personas en el país, ahora se suman las muertes de diligentes luchadores sociales y los defensores de la seguridad interna y la legalidad de la nación, como son los miembros de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, quienes en su conjunto caen en los campos de una batalla que se libra entre peruanos, unos en favor de sus ideologías interesadas y otros, por mandato imperativo, buscando el orden y la tranquilidad pública como condición básica para vivir en comunidad.

Los caídos

Los funestos momentos del gobierno de Manuel Merino, traen a colación la muerte de dos jóvenes llamados Bryan e Inti, cuyas vidas fueron apagadas buscando el objetivo inalcanzable de la justicia social y una adecuada gobernabilidad que, por cierto, hasta hoy, no es posible alcanzar.

Luego vino lo que se veía venir, las protestas callejeras en busca de la libertad del hoy encarcelado Pedro Castillo, la búsqueda de una Asamblea Constituyente, el cambio de la Carta Magna, el desalojo del aparato presidencial y congresal, por cuyos propósitos se han tenido que apagar más de setenta vidas humanas, unos civiles sin saber cómo murieron, y otros militares calcinados y acribillados, y por si fuera poco, hace unos días seis soldados voluntarios empujados al ahogo cuando ni siquiera sabían nadar.

La indefensión gubernamental

La irrita defensa de la vida humana, se hace más plausible cuando vemos y sentimos que la gobernante de turno, Dina Boluarte, actúa con excesiva permisibilidad sobre los hechos consumados execrables y criminales al fin, donde la matanza entre los que arrinconan, disparan y apedrean se hace fuerte con plena alevosía y ventaja, mientras la gobernante y sus séquitos de ocasión, con un propósito anacrónico se abstraen mirando de costado lo que en las calles, plazas y campos abiertos sucede y se constituye en una matanza descomunal progresiva, que no tiene cuando acabar, producto de la ineficiente gestión gubernativa que se ve reflejada en la creciente destrucción entre peruanos.

El clamor ciudadano

No podemos eximirnos de la responsabilidad que hoy nos toca asumir, más aun en estos tiempos difíciles que tenemos que vivir. Responsabilidad tenemos, obligaciones mantenemos, pero nos falta predictibilidad para acometer con valentía contra el deterioro sistémico de la paz y la forma de vida que debemos sostener, por tales razones, el clamor ciudadano es cada vez más imperativo para decirle a quien nos daña y mata ¡basta ya!

La bochornosa estancia política en la que estamos hoy, no debe ser motivo para que los peruanos nos sigamos asesinando como liquidadores humanos de profesión, sin que para ello tengamos que reaccionar con la fuerza descomunal de la palabra bien proclamada y el objetivo enardecido para decir ¡hasta acá no más y esto terminó!

Ya no más pérdida de vidas humanas

Ad portas de superar la pandemia que generó el Covid 19, donde por cierto es bien sabido más de 250 mil personas murieron producto no de una lucha de clases, sino de una farsa gubernamental despiadada e interesada de aquel gobierno insano que utilizó el engaño como arma letal, ya no es posible sostener un incremento sustantivo de pérdida de vidas humanas por razones caprichosas con ideologías expandidas de terror y miedo, para lograr el propósito de cambiar lo que no se debe y modificar lo malo conocido, por lo “bueno por conocer”, cueste lo que cueste para conseguir el trofeo imprescindible de un asesinado más.

Por tales razones, los que logramos sobrevivir queremos medianamente convivir bien, siempre y cuando el pueblo se predisponga a decirle al vil enemigo, que el terror nos fortalece y la paz nos enaltece, esto último como una condición básica para vivir en comunidad.

La razón es necesaria

En todo acto o circunstancia, la razón debe prevalecer como una fuerza imparable producto de la capacidad humana para establecer relaciones entre ideas o conceptos a obtener – lo define así el diccionario -, porque cuando esta condición básica está ausente en una crisis social, la violencia generalmente se hace fuerte, supera fácilmente a la facultad de razonar pensando reflexivamente para llegar a una conclusión sana y sincera de una situación que no solo daña y nos maltrata emocionalmente, sino hiere y mata con insania pura a compatriotas, que si bien en su mayoría no saben por qué luchan, otros lo hacen en cumplimiento del deber asumido.     

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(*) Especialista en Contrataciones del Estado.

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