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Cinco madres que inspiran

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 1350

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En el Día de la Madre, compartimos la historia de cinco mujeres valiosas que con amor y mucha dedicación han formado hijos de bien no sólo para sus familias, sino también para la sociedad. Con ellas, rendimos homenaje al ser más importante de la sociedad.

MARÍA TERESA BALAREZO: “Quiero que mis hijos me recuerden con alegría”

María Teresa Balarezo Vda. de Torres tiene 68 años, es asistente administrativa de una conocida universidad local, madre desde los 19 años y orgullosa de ser la progenitora de cuatro talentosos hijos a los que ama con todo su ser.

Los hijos de María Teresa son: Nelson, ingeniero industrial y financista; Carlos Andrés, administrador y doctor en Gestión Pública; Tessy, economista y coronel FAP, la más joven que ha tenido la Fuerza Aérea, y Gisella, doctora en Derecho. Menciona que cada uno de sus cuatro hijos han significado los momentos más felices de su vida.

Para ella el título demadre es el mejor encargo que ha recibido en la vida, sus cuatro hijos fueron recibidos con mucho amor, a pesar de su juventud, junto a su esposo Nelson, quien hoy goza de la paz del Señor.

Cuenta que quiso ser periodistay así lo dejógrabado en su colegio Nuestra Señora del Carmen.  Cursó Estudios Generales. Sin embargo, al retornar a Chiclayo encontró al amor de su vida y se casó.

Recuerda que larelación con sus padres fue extremadamente cercana, ella cerró los ojos de los dos. No hubo día de su vida que no hablara con ellos por esos teléfonos antiguos ni domingo que no fuera a Lambayeque y lo pasara a su lado.

Cuando fue madre por primera vez los primeros en visitarla fueron sus padres, a quienes recibió de pie, cargando al pequeño Nelson.

De adolescente fue marcada por el brusco cambio que significó salir de la hacienda Mocce a los 13 años para residir en la ciudad de Lambayeque. 

Refiere con nostalgia que la muerte de sus padres y de su esposo, los tres en tan solo 5 años, y el fallecimiento de su nana, que vivió toda su vida dedicada a su familia, también la marcaron. En paralelo, tres de sus hijos se casaron y dos fueron a Lima y otro a su departamento.

María Teresa cuenta que a pesar de la situación difícil que tuvo que afrontar es muy feliz. “Dios y la Virgen Santísima han sido muy generosos conmigo, tuve unos padres ejemplares, un esposo maravilloso y cuatro hijos que han cumplido las metas que toda madre o familia se trazan”, refiere.

Asevera que para ella la base de disciplina, oración y los estudios que se inculcan desde el hogar a los hijos los lleva al éxito. “Mis hijos son inmensamente felices, porque tuvieron un hogar feliz, a pesar de la falta de mi esposo por su temprano fallecimiento, tuve la fuerza, coraje y acompañamiento para hacer de ellos personas útiles a sus familias y a la sociedad. La felicidad más grande que mis hijos me han dado son mis siete nietos”, afirma.

Para María Teresa Balarezo es imperdonable la deslealtad, y el valor más importante que siempre practica es la y honestidad con su familia, amigos y la patria.

Agrega que quiere para sus hijos salud, una familia sólida y con amor, porque es la base para el éxito, trabajo y sociedad.

“Deseo envejecer con salud plena, rodeada del amor de mis hijos, de mi familia y amigos que quiero. Quiero que mis hijos merecuerden con alegría, que cuando tenga que partir se llenen de lo mejor que les he dado y no se entristezcan. En la celebración del Día de la Madredeseo a todas las madres de familia mucha fortaleza para pasar estos tiempos tan difíciles que nos toca vivir. Somos resilientes y que saldremos adelante, con la fortaleza y el empeño que siempre pone la madre peruana para sacar adelante su familia”, concluye.

MARÍA ELENA NÚÑEZ: “Deseo que mis hijas sean profesionales éticas”

María Elena Núñez Puse es madre de dos encantadoras jovencitas. Ella es Ingeniera de Sistemas, hija de Dialu Puse Saavedra y José Núñez Rimarachín, proviene de un hogar de cuatro hijos. Se convirtió en madre a la edad de 28 años.

Afirma que ser madre es la bendición más grande que ha podido tener, pues ha dado vida y esa gracia divina es de Dios.

Cuenta que la relación con sus padres es de mucho amor y de unión familiar. Ser madre y ver por primera vez el rostro de su hija Anel constituyó para ella el momento más feliz de su vida, el que recuerda con inmensa alegría.

Uno de los sueños que no pudo concretar fue convertirse en diseñadora de modas. Sin embargo, su visión de vida siempre estuvo enfocada en ser profesional, terminando con perseverancia su carrera de Ingeniería de Sistemas.

“Lo que marcó un antes y un después en mi vida fue concluir la carrera profesional, casarme, conformar una familia sólida y ser madre, sin dejar de ejercer la profesión por la que perseveré hasta alcanzar el título profesional”, señala.

Algo que rememora es que nunca tuvo temor de estudiar en el extranjero. Al hacer una retrospectiva de su vida afirma que es feliz y podría ser mucho más si se mejoraran algunas decisiones que a veces le cuesta determinar. 

“No perdonaría jamás la traición y la mentira. Creo que el valor más importante que me define es la sinceridad y honestidad. Quiero para mis hijas la felicidad, que con firmeza encuentren su camino que las haga profesionales de éxito, que encuentren cuando así lo amerite su tiempo y la edad un buen hombre que las valore, ame, admire y respete. Quiero que mis hijas sean profesionales éticas al servicio de ellas, su familia y de nuestra patria. Deseo que sepan disfrutar la vida”, manifiesta.

Su mayor deseo es envejecer al lado de su compañero, José Antonio Sánchez Chacón, en una casa de campo con salud completa, siendo visitada por sus familiares, y viajar a diversos lugares del país y del extranjero.

Además, quiere que sus hijas la recuerden alegre, emprendedora, inteligente, solidaria y bailarina.

“En el Día de la Madre deseo a las madres que gocen de la vida y de los momentos sencillos que nos ofrece Dios día a día. Les aconsejo dedicarse más a la familia y dar tiempo de calidad a quienes están a su lado”, comenta.

GIULLIANA CAÑOLA RAMÍREZ: “Ser madre me hizo invencible y doy todo por mis hijos”

Giulliana Carolina Cañola Ramírez, hija del matrimonio de Luis Fernando Cañola Camacho y María Concepción Ramírez, es la última de cuatro hermanos. De profesión Psicóloga y con una maestría en Dirección y Organización del Capital Humano, se casó hace 5 años y tiene el privilegio de ser madre de los niños.

Felipe, su primer hijo, nació en abril del 2020 en plena pandemia. Tuvo el privilegio de volver a dar vida, su última hija tiene 6 meses y se llama Rafaela. Cuenta que para ella ser madre significa la responsabilidad más grande que decidió tener por amor, y la mayor demostración de amor hacia una extensión de ella misma.

“En cada etapa de mi vida he logrado todo lo que me propuse. La clave ha sido, entre otras cosas, marcar pequeñas metas y así poderlas alcanzar, sentirme motivada y si había algo que rediseñar, lo hacía”, señala.

Giuliana Cañola afirma que siempre ha sido muy cercana a sus padres, a quienes tiene el privilegio de tener. “Nuestra relación está envuelta de amor, respeto, cuidado y muchas risas. Ellos son unos referentes en varios aspectos de mi vida”, asevera.

Su primer recuerdo de madre es que se sintió invencible. Nació una fortaleza en ella que antes no la había visto. “Doy todo por mis hijos”, exclama.

Recuerda que de adolescente visionaba que tendría una vida muy resuelta, que las cosas serían muy sencillas. Sin embargo, ahora comprende que la vida es un constante aprendizaje, que permite crecer desde adentro para construir todo lo que se quiere atraer afuera.

“Entre los momentos que han marcado un antes y un después en mi vida creo que está la decisión de no postergar más mi verdadera vocación y así, casi mitad de camino de otra carrera que estudiaba, cambié a Psicología. También viajé a España a estudiar una maestría y seguidamente la especialización en coaching. No sólo fue nutrirme de buenos y nuevos conocimientos, sino también de vivencias personales que me permitieron ver la vida desde una perspectiva más humana. Así también decidí que ya era momento de ser mamá”, refiere.

Considera que el perdón es básico para poder vivir en paz y feliz.

“El valor más importante para mí es la voluntad. Lo que anhelo para mis hijos es que siempre sean muy felices. Quiero envejecer sintiéndome satisfecha con cada cosa que haya hecho, rodeada de mucho amor y viendo a mis hijos crecer integralmente”, menciona.

Uno de sus mayores deseos es que sus hijos la recuerden como una madre que los amó infinitamente, que les dio, junto a su padre, las herramientas iniciales para construir sus alas para que cada uno tome su vuelo, para ser quien ellos deseen ser y hacer, así como raíces fuertes para afrontar las vicisitudes que se les presentarán en el camino.

“Quiero honrar especialmente a todas las madres lambayecanas en este día tan especial. Cuando fui madre, pude darme cuenta de todo el amor, el esfuerzo, sacrificio, fortaleza que encierra la palabra. Mi admiración y respeto para todas las mamás, deseando que la vida pueda retribuirles, sino lo que han hecho ya, un poco de todo lo que ustedes han dado por quienes más aman: su familia”, finaliza.

MARIBEL CARRANZA TORRES: “Pido a Dios que bendiga a las madres que aman incondicionalmente”

Los padres de Maribel Carranza Torres fueron Juan Fabian Carranza y Miriam Torres. Hace 32 años su madre partió al reino del Señor y su padre, a su encuentro, hace siete años. Tiene dos hermanos: Yessica y Juan Carlos, además de una hermana que falleció siendo niña, Rocío del Milagro, a la que considera como el ángel que cuida de la familia desde siempre.

Es mamá desde los 25 años de edad, tiene dos hijos. El mayor, Leonardo Fabian, tiene 18 años, y María Isabel, su hija menor, 13 años. Ser madre para Maribel significa ser fuente inagotable de amor, de paciencia, de comprensión, pero a la vez de coraje, de lucha y justicia, porque cree que la naturaleza de dar vida permite vivir y desarrollar sentimientos y razonamientos no solamente para conducirse en ese rol, sino también para procurar sacar adelante a la familia.

Recuerda que cuando tomó la decisión de estudiar una carrera profesional se veía como una futura ingeniera de sistemas, pero las circunstancias de la vida encaminaron su rumbo por la Contabilidad y solo le queda agradecer mucho está oportunidad, porque – afirma - fue lo mejor que le pudo pasar.

“Recuerdo que era muy cercana a mi madre, buscaba ser su inseparable, aunque a veces siento que me excedía en mis caprichos, pero siempre tuve ahí una madre muy amorosa, dedicada, buena, que sufrió mucho con la incertidumbre de pensar en sus hijos, porque sabía que partiría en cualquier momento. Con mi Padre mi relación no siempre fue como deseaba, pero ahora que soy madre valoro todo lo que nos enseñó, porque nos inculcó autoridad, valores, trabajo y sobre todo sencillez y humildad. Puedo decir que Dios nos dio a los mejores padres”, rememora.

Maribel Carranza Torres, actual decana del Colegio de Contadores Públicos de Lambayeque, refiere que la maternidad asoma a su mente como la etapa más maravillosa de su vida, pues siempre fue lo que más la llenó de ilusión.

“Mi visión de adolescente siempre fue la familia, porque es muy importante en la vida de toda persona. Por lo tanto, siempre avizoré estar cerca de ella. Siempre he considerado que los episodios que viví tal vez formaron una dependencia un tanto personal hacia la familia, pero mientras Dios lo permita siempre estaré cerca de ellos”, comenta.

La visión que tenía la pudo materializar junto a Segundo, su esposo, con quien lleva cerca de 22 años de conocerse y 18 años de casados, y a quien agradece tanto por apoyarla y comprender cada día el rol que le toca desempeñar no sólo como madre, sino como esposa, como profesional y como líder de una orden profesional.

“Cada oportunidad significa para mí un nivel de responsabilidad, de retos, de exigencia que me ha tocado asumir básicamente en el ámbito profesional, ya que todo para mí es la suma de mucho aprendizaje, de valiosa experiencia y de vivencias que me agrada compartir con quiénes me rodean. No me arrepiento de no haber aceptado trabajar lejos de mi familia”, enfatiza.

“Me considero una persona feliz, pese a tener vivencias que marcaron mi vida, pero desde mi óptica entiendo que ser feliz es sentir paz en el corazón, aún con lágrimas en los ojos se puede ser feliz, porque es sentir la tranquilidad de que cada experiencia te enseña algo y cada persona representa algo maravilloso en tu vida”, añade.

La hipocresía, la envidia, el hacer daño al prójimo, son hechos imperdonables para Maribel Carranza y considera que deben estar apartados de todo ser humano. Menciona que el valor más importante que abraza es la honestidad, “el ser sinceros con nosotros mismos y con quiénes nos rodean”.

“Deseo que mis hijos sean personas de bien, que prevalezca en ellos ese lado humano, solidario, honesto de procurar su bien, pero también el de su prójimo. Deseo envejecer junto a los míos, apoyándolos siempre en la medida de mis posibilidades, sirviendo a quien lo necesite, formando una paz interior, con experiencias plenas de vida auténtica, de una vida con sentido. Deseo también que mis hijos me recuerden como la persona que más los amó en este mundo; que siempre les inculcó el valor de la justicia, la equidad, el trabajo, la reciprocidad y, sobre todo, que el amor de hermanos y de hijos a padres y de padres a hijos es un tesoro que deben respetar y cuidar”, señala.

Maribel Carranza Torres desea que se siga reconociendo a la madre como pieza invaluable en la sociedad. “Pido a Dios que bendiga a todas las madres que aman incondicionalmente y que a las mamitas que ya partieron de este mundo que les permita ser luz en cada corazón”, finaliza.

JULIA TORREZ DÍAZ: “La muerte de mi esposo me marcó, mi condición de madre permitió superar el dolor”

Julia Rosario Torres Díaz es contadora de profesión, hija de Guillermo Torres La Torre y Zulema Díaz de Torres. Tiene dos hermanos: Jorge y Ricardo. A los 27 años fue madre por primera y única vez, de su matrimonio con el recordado ingeniero Fortunato Salazar Beleván, naciendo fruto de ese amor Susana Alicia del Rosario, quien conduce con acierto la Institución Educativa ESADE.

Afirma que lo mejor que le regaló la vida es su hija y ahora sus nietos y yerno, a quienes ama profundamente. Recuerda que siempre quiso trabajar y vivir en Francia, pero la vida le permitió anclar en Chiclayo, tierra a la que ama y siente como suya.

“Perdí a mi padre cuando era muy joven y vivía en Lima. Mi madre y mi hermano Jorge fueron los que me guiaron en la juventud. Mi madre Shule, fue mi ejemplo, fortaleza y alegría en mi vida”, reflexiona.

Esboza que su primer recuerdo al ser madre es el sentido de responsabilidad de una vida. “El rostro rosadito de Susana parecía una rosita”, recuerda.

Agrega que cuando era adolescente quería ser diplomática, quería representar al país, fomentar relaciones amistosas, proteger a sus compatriotas, pero la vida la llevó por hacer empresa y con eso estudiar una carrera profesional más numérica como es Contabilidad y Administración.

“Los tres momentos en mi vida más importantes han sido: cambiar de ciudad, de Lima a Chiclayo y dejar atrás una vida, familia y empezar de cero una nueva historia; la muerte de mi esposo totalmente inesperada. La vida da sorpresas, grandes giros y sólo quedaba seguir adelante en ese momento por mi hija, que tenía 20 años, y necesitaba un poco más de sus padres, en este caso de mí, mi condición de madre me hizo superar el dolor. El tercer momento fue vivir unos años en Europa, valorar mucho más a la familia, a nuestra ciudad de Chiclayo, que a pesar de la falta de infraestructura y demás, nada la iguala en sentimiento”, precisa.

Cuenta que por temor a que le pase algo a su única hija cuando aún era pequeña, dejó de trabajar, dejando pasar oportunidades muy importantes. “No me arrepiento, creo que si no hubiera hecho un alto en mi vida no hubiera podido luego continuar con fuerza y tener la satisfacción de disfrutar mi maternidad”, afirma.

Refiere que es feliz porque Dios le regaló dos nietos: Augusto, que es el retrato vivo de su añorado Fortunato; tanto en lo físico como en la lucidez académica, y su nieta que le inyecta energía cada día y ganas de seguir adelante. “Me siento feliz cada día que voy a Esade y voy concretando cada uno de mis proyectos para el bien de mis alumnos y maestros, a los que considero como hijos también”, acota.

Julia Torres considera imperdonable no haber podido viajar todo lo que quería con su esposo por poner el trabajo en primer lugar. “El tiempo es ingrato y debemos aprovechar al máximo los momentos, el tiempo que se va nunca vuelve. Junto a mi esposo tuvimos muchos sueños, planes y metas, muchos cumplimos, pero otros están truncados”, asegura.

Dice sentirse muy feliz gracias a la espiritualidad, el refugio en Dios y en su Madre Santa que permite que cada día sea feliz e intente hacer feliz a los que la rodean y necesitan de ella, aunque no lo consiga siempre.

Su mayor deseo es que su hija Susana, sus nietos y su Fer, como llama a su yerno, a quien considera también su hijo, sean felices siempre.

“Deseo que se amen mucho, superen en su vida cualquier dificultad con voluntad y continúen guiando a sus hijos por el buen camino en valores, respeto y unidad familiar. Me gusta disfrutar las cosas simples de la vida, un buen libro, a mis nietos, la playa y ayudar al prójimo siempre. Quiero que me recuerden como una persona perseverante y comprensiva. En este Día de la Madre elevo mi rosario diario a nuestra madre celestial, para que ella con su amor infinito ruegue a su hijo por nuestro Perú, para que pueda ser un lugar seguro para nuestros hijos y futuras generaciones”, sostiene.

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