Las dimensiones, la duración y la intensidad de los incendios ocurridos en varios lugares del norte del Perú no parece un simple desastre natural; más parece una decisión divina, un castigo a la especie humana que primero nos privó del agua y casi ha secado ríos y quebradas y luego desató al fuego para incendiar grandes territorios, causando estragos en varios lugares y de los cuales tardaremos años en recuperarnos.
Quizás la falta de agua permitió que el Dios del Fuego (Ninamasha) despertara de su largo letargo, recobrara su fuerza descomunal y arrasara tantos lugares en el norte del país. Esa fuerza podrá ser contenida con un nuevo trato para establecer un nuevo orden o acudir, nuevamente a Pachacamac para que vuelva a enfriar a Ninamasha. Necesitamos en estos tiempos de grandes incendios, acordarnos de las divinidades andinas y tratar de hacer un nuevo trato para restablecer el equilibrio perdido por la actividad humana poco respetuosa de la naturaleza.
En la zona andina de Lambayeque, en el ámbito de la comunidad campesina San Juan de Cañaris, todavía se suele escuchar ecos de un relato ancestral que tiene como protagonista al dios del fuego … llamado Ninamasha y a su vencedor … el poderoso Pachacamac.
“Eran tiempos antiguos, en que los hombres no podían hacer los rozos de sus chacras para prepararlas para la siembra. Eran tiempos en que los hombres no podían hacer fuego. Entonces rogaban a Ninamasha para que haga el rozo de la chacra. Ninamasha tenía por costumbre exigir un pago por el rozo y este pago inicialmente era de chicha para refrescarse.
Convenido el trato y fijada la fecha se presentaba Ninamasha al lugar, se producía entonces una transformación: Ninamasha poco a poco se ponía colorado, colorado, se convertía en un hombre de fuego y corriendo por medio de la chacra incendiaba todo lo que encontraba a su paso. Terminada su faena se lo podía ver en el otro extremo de la chacra, “sudadito, sudadito”, descansaba y poco a poco recobraba su aspecto normal. Era el momento en que tomaba la chicha en poto que el dueño de la chacra había colocado allí para él”.
Los rozos, es decir la quema de los rastrojos, la quema de los vegetales secos, eran generados y controlados por Ninamasha que se detenía en su abrasadora carrera justo en el límite de la chacra convenida en rozar. A cambio y en un acto de reciprocidad era pagado con chicha servida en poto.
“Resulta que Ninamasha se fue haciendo malo y mujeriego y no quería chicha como pago, sino exigía mamitas (mujeres). Fue entonces cuando la gente empezó a quejarse de Ninamasha. Estaban todos descontentos, pero nada podían hacer porque lo necesitaban para los rozos. Así fue creciendo la protesta y el descontento
Estando en esto, se presentó en el lugar Pachacamac, que se interesó en el caso y empezó a recoger las quejas de los pobladores. Prometió entonces dar solución al problema.
Enterado de la debilidad de Ninamasha por las mujeres, cierto día, Pachacamac se disfrazó de mamita y se presentó ante el impulsivo Ninamasha, logrando concertar una cita de amor en un lugar junto a un profundo barranco. A la hora convenida se produjo el encuentro de Pachacamac con Ninamasha. En un momento apropiado la supuesta mamita lleva a engaños a Ninamasha al borde del precipicio de Suyama y en un descuido logra arrojarlo al precipicio.
Pachacamac, haciendo uso de sus poderes, desvía el cauce de la quebrada Paltic, para hacerlo caer como un chorro desde la gran altura del barranco hasta el lugar donde estaba el cuerpo, casi muerto, de Ninamasha. Gracias al agua fría que caía incesantemente sobre Ninamasha esta divinidad no logró levantarse y permanece allí hasta ahora.
Concluida su labor Pachacamac desapareció, dejando a la gente contenta de haberse liberado de Ninamasha que no ha muerto, sólo está enfriado por el agua que cae del chorro. Tal vez, si el chorro se secara, Ninamasha podría revivir”.
Esta versión de un relato ancestral, recogido en el ámbito de Cañaris, nos lleva a pensar en que quizás, digo yo, estaremos haciendo tan mal las cosas que después de tantísimo tiempo el agua que caía sobre el cuerpo de Ninamasha ha disminuido en volumen y ya no pueda enfriar a la ardiente divinidad que ha recuperado su fuerza dormida para recorrer gran parte de los andes y las selvas incendiándolo todo a su paso. Quizás en el largo letargo la divinidad haya olvidado que tiene que hacer tratos con los humanos para que su poder no cause tanto daño.
Tal vez también los seres humanos han olvidado a Ninamasha, se han olvidado también de Pachacamac y cegados por la modernidad ni siquiera piensen en establecer un nuevo trato, un nuevo acuerdo para evitar que los incendios sigan causando tanto daño, tantos problemas. Parece también que se han olvidado en invocar a Pachacamac, la gran divinidad andina que derrotó a Ninamasha.
Quizás sean estos los tiempos de recordar a las olvidadas divinidades andinas como Ninamasha y Pachacamac que fueron capaces de hacer tratos con la gente para tener tiempos de equilibrio o escuchar su clamor para restablecer ese equilibrio.
*Instituto de Desarrollo Regional – INDER.
Celular: 951679597.
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