En pleno centro de la ciudad de Chiclayo, en la intersección de las calles Siete de Enero y San José, se yergue un poste de concreto empapelado de anuncios y que sostiene un cableado intrincado, contraviniendo el ornato de la ciudad y totalmente ajeno a la memoria del poeta y periodista Juan José Lora Olivares (1902-1961), que inmortalizó esta esquina con el poema “Siete de Enero y San José”, incluído en su obra póstuma “Con sabor a mamey” publicada en 1961. Curiosamente, la presentación de la segunda edición se realizó el sábado 7 de enero del año en curso, gracias a la iniciativa de profesor Guely Villanueva Díaz, con el auspicio de la Casa Comunal de la Juventud “Guillermo Baca Aguinaga”.
Una fecha que no podemos pasar por alto es el próximo 27 de febrero, cuando se conmemoren 121 años del natalicio de Juan José Lora Olivares, el poeta de la chiclayanidad. Lora Olivares le cantó siempre a la catedral y al patio de su casa, a las calles de la ciudad y a la pobreza, al amor y a la nostalgia por la tierra añorada desde el exilio.
Un corazon en el poste
Hace más de 100 años, esta esquina a espaldas de la catedral de Chiclayo, fue un lugar de peregrinación para el joven vate. Miguel Angel Díaz Torres, precisa “Es en 1918 que el poeta chiclayano Juan José Lora Olivares, en la época de colegial, esperaba a su primer amor Isabel en el poste de madera ubicado en la esquina de 7 de Enero y la calle San José, grabando sobre la madera un corazón. Para años más tarde hacer el recuerdo rimado en el poema “Esquina de 7 de Enero y San José” cuyo primer fragmento dice: “Poste de luz, compañero / cuantas cosas por ti sé / y tú me sabes entero / esquina de 7 de Enero y San José.
Los postes de alumbrado eléctrico a principios del siglo XX fueron de madera de eucalipto, pino radiata entre otras y en Chiclayo; a partir de 1925, se cambiaron por estructuras de fierro. Los postes de concreto, que apreciamos actualmente, datan de la década de los 60. La maraña antiestética de cables eléctricos y de telecomunicaciones desaparecen en cuanto se opta por redes subterrráneas eléctricas, tal como sucede en el centro histórico de Trujillo, para no ir muy lejos, propone el ingeniero mecánico electricista Rodolfo Figueroa Jiménez.
Un destino trágico
Juan José Lora Olivares nació en Chiclayo el 27 de febrero de 1902 y murió tempranamente a los 59 años, ajeno a todo reconocimiento, el 9 de septiembre de 1961 en Lima; sin siquiera el consuelo de la publicación de esta obra titulada originalmente “Chiclayo de Juan José Lora”, escrita en los momentos más duros de su azarosa existencia. Conoció la pobreza, la adicción, el exilio y la pérdida de un hijo. Transitó por la cárcel a causa de sus ideales políticos e incluso fue internado en el Hospital Larco Herrera a punto de perder la razón. No obstante, logró transcender su tragedia personal y…”se elevó a la inmortalidad, cantándole a Chiclayo, siempre” en palabras de Guelly Villanueva.
La estrechez económica era tal que compartía de manera alternada por turnos de ocho horas, una misma cama con el poeta César Vallejo y Manuel Vásquez Díaz, en Lima convulsionada por las revueltas políticas. En 1930, a la caída del oncenio de Leguía, el poeta funda el Partido Aprista en Chiclayo, junto a Nicanor “Nixa” de la Fuente, entre otros; motivo por el cual fue perseguido, encarcelado y deportado.
Para el narrador y periodista Augusto Rubio Acosta, “La vida y obra literaria de Lora Olivares no ha sido estudiada a profundidad, lo cual constituye una grave omisión y tarea pendiente. Quizá el ser hijo de Juan de Dios Lora y Cordero, ilustre parlamentario, educador y magistrado; así como el ser primo del poeta José E. Lora y Lora, contribuyeron a esa especie de anonimato injusto en la que ha estado sumergida su existencia”.
Un aura trágica parecía envolver a la familia Lora. Juan José Lora no conoció a su primo el también poeta José Eufemio Lora y Lora (JELYL) fallecido a los 21 años en París y mucho menos pudo visitar su tumba, ya que los restos mortales de JELYL fueron repatriados al Perú en 1966, gracias al presidente Fernando Belaúnde Terry, según el profesor Martín Cabrejos Fernández. Para entonces, ya tenía cinco años sepultado su primo Juan José Lora. Amado Mario Lora Risco, primo hermano del poeta Juan José Lora, autoriza notarialmente esta nueva entrega editorial a Glicerio David Villanueva Díaz en el año 2018 y queda plasmada en la primera página, en memoria de tan distinguida familia que ha dado dos poetas ilustres a Chiclayo y cuyo legado artístico merece reconocimiento imperecedero.
Segunda edición
La presentación del libro estuvo a cargo de la directora del Archivo Regional de Lambayeque, Ada Lluén Juárez, quien señaló que la obra literaria de Juan José Lora es patrimonio cultural del Perú por su calidad estética y literaria, además de su profunda vinculación con Chiclayo y Lambayeque. Lora es autor de los poemarios: ‘Diánidas’ (1925), ‘Lydia’ (1927) y ‘Con sabor a mamey’ (1962).
Ada Lluén hizo una remembranza de la trayectoria del autor de la segunda edición de “Con sabor a mamey”, profesor Guelly Villanueva Díaz, un reconocido político, militante aprista, escritor e investigador sociopolítico, periodista, ex gobernador político de Lambayeque, ex embajador de Perú en la República de Guatemala, exdocente y exfuncionario de Educación.
El sabor de la crítica
El periodista Nivardo Córdova Salinas rescata la crítica literaria hecha por Luis Alberto Sánchez, quien sin pretenderlo, aportó el título “Con sabor a mamey” de la primera edición hecha por el librero etenano Juan Mejía Baca.
“Sobre la hermosa poesía de Juan José Lora Olivares, Luis Alberto Sánchez dijo en «La literatura peruana» (1975): «Fue un poeta intenso, musical y parco. Aunque tomó parte en las empresas vanguardistas y colaboró en las revistas más audaces en cuanto a la forma del verso, guardó siempre un profundo sentimiento romántico; fue un sentimental defensor de los pobres y sufridos. Compañero de Vallejo en la “bohemia trujillana” y en sus andanzas en Lima, ambos buscaban desgarradoramente expresiones capaces de traducir sus angustias y preocupaciones, las cuales al parecer iban más allá de las posibilidades del idioma… Su última obra, póstumamente publicada, Con sabor a mamey (1962), es un libro curioso y bello. El poeta no se ha renovado en cuanto a recursos verbales y estróficos, pero ha surgido en él una actitud nueva, fruto evidente de la nostalgia del terruño (sus últimos años los vivió en Lima). Acentúa la emoción, el sentimiento humano y la serenidad enlutada. El tipo de poesía es provincial, en muchos aspectos chola, mezcla de lamentos indios y pedanterías costeñas, gráfica y jactanciosa. Es una poesía chola con sabor a mamey».
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(*) Licenciada en Ciencias de la Comunicación.
Esquina Siete de Enero y San José
(Poema de Juan José Lora Olivares en “Con sabor a mamey”, 2da edición 2022)
Poste de luz, compañero,
cuántas cosas por ti sé;
y tú me sabes sincero
esquina Siete de Enero
y San José.
Alumbrabas mi sendero
¿Y qué pasó?, algo fue.
Pero ¿quién no es pasajero
esquina Siete de Enero
y San José?
Ayer, sobre tu madero
mi corazón te grabé;
y el tuyo lo llevo entero
en mi cruz; Siete de Enero
y San José.
Poste de luz, compañero,
junto a ti mi verso en pie,
mientras yo doblo el sendero,
esquina Siete de Enero
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