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A 189 AÑOS DE LA CREACIÓN DE LA PROVINCIA: CHICLAYO DE MIS AMORES

Escribe: Martín Cabrejos Fernández (*)
Edición N° 1347

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Quienes hemos nacido en esta tierra y aquellos a quienes no se les negó el derecho de adopción siendo reconocidos como hijos exclamamos: Como el escritor Juan José Lora: “¡Chiclayo de mis amores!” O como el gran amauta Jorge Lazo Arrasco: “Chiclayano soy, a mucha honra, señores”.

La gracia de nuestra ciudad no radica en conocerla superficialmente, sino en saborear la urdimbre de su imagen. En Chiclayo se entrelazan la vida, la tradición, la cultura, la trascendencia, la civilización y la modernidad. Chiclayo es un rostro cholo que ha sido surcado desde tiempos milenarios, es un libro abierto escrito por cada uno de sus hijos. El chiclayano es el hombre del quehacer y de las manos abiertas y extendidas. Sabe que en su tierra la vida vale la pena ser vivida y que en Chiclayo nadie muere pues, mientras Chiclayo exista, nuestro propio cuerpo será semilla del Dios eterno que perenniza en Chiclayo su gloria, porque Dios es chiclayano.

LOS INICIOS DE CHICLAYO

Chiclayo nació por generación espontánea y, en cuanto a fusión de pedregal, vegetación, arena y riachuelos prevaleció como “lugar de ramas verdes”. Su tradición no es inca y en la colonia su icónica presencia comenzó asomar.

Me impresiona notar que fue la bendición divina, traída a estos lares por los curas franciscanos, en la persona del primer evangelizador de Chiclayo, don Alonso de Escarcena en 1533 la que dio a luz a nuestra tierra. Con la cristianización se instaló la primera escuela (en el convento franciscano) y se inició, también, el mestizaje cultural y las formas tan diversas de religiosidad popular. He leído en la “Crónica de la Provincia de los doce Apóstoles del Perú” (1651) que Chiclayo fue, después de Cajamarca, el segundo lugar del antiguo Perú que conoció la palabra y la persona de Cristo.

Mientras Zaña, la “Sevilla peruana” o “pequeña Potosí” con sus imponentes conventos de “San Agustín”, “Santa Ana”, “San Francisco” “San Juan de Dios”, “Santa Lucía” y “La Merced”; junto con la antigua ciudad de Lambayeque decaían víctimas de los fenómenos naturales o el ataque de piratas, Chiclayo se fortalecía atrayendo a sus antiguas casonas a las familias más notables del norte del Perú. Pasaron por Chiclayo el Virrey Toledo en 1569, don Fernando de Torres y Portugal (séptimo Virrey del Perú) “Conde de Villar” en 1586, Santo Toribio de Mogrovejo a inicios del siglo XVII.

Años después, en 1649, ocurriría el prodigio del Divino Niño del Milagro en Eten lo que nos valió contar en la ´provincia con la “Tercera Ciudad Eucarística del mundo”. Es tan elevada y profunda la trascendencia del chiclayano que, uno de nuestros paisanos, Nicolás Puicón Xailón o Nicolás de Ayllón tiene actualmente en curso, es decir en trámite, la causa para su beatificación.

CHICLAYO A INICIOS DE LA REPÚBLICA

El 31 de diciembre de 1820 se proclama la independencia de nuestra ciudad y juramenta como gobernador don José Leonardo Chiclayo o José Leonardo Ortiz.

En 1827 el congreso constituyente elevó al pueblo de Chiclayo a la categoría de villa con lo que se inició su despegue legal. Chiclayo es hija de la República. En 1835 Don Felipe Santiago Salaverry la consagró como “Ciudad heroica” y la elevó a la categoría de provincia gratificándola con 15 pueblos o distritos.

En 1845 se construye la histórica capilla de “La Verónica” sobre el terreno de José Leonardo Chiclayo. Todavía recuerdo al Padre Felipe Nery La Rosa, encargado de la capilla en las décadas de los 60 y 70.

En 1867, a ritmo de congas con guitarra y cajón, las calles de Chiclayo verían a don José Balta, su secretario el tradicionalista Ricardo Palma y su infantería negra enfrentando a las fuerzas de don Mariano Ignacio Prado y triunfando un el 7 de enero de 1868.

Don Nicanor de la Fuente, Nixa, escribió en la “Revista Centenaria”, publicada en 1935, una anécdota ocurrida entre Balta y la jefa de su infantería, una negra de casi 1,80 de estatura y cuerpo circular conocida como “la negra Nevao”, que dirigió el batallón de negros de “Chiclayo chiquito”.

En 1874 don Manuel Pardo crea el departamento de Lambayeque y nombra a Chiclayo su capital.

Desde 1879 durante la “Guerra del Pacífico” se pueden contar en documentos oficiales no menos de 40 chiclayanos que ofrendaron sus vidas de manera heroica en lugares tan lejanos como Tacna, Arica, San Juan, Miraflores, Chorrillos o San Francisco.

¿Saben? En otras partes del mundo se oye decir: “Todos los caminos conducen a Roma”. Pero en el Perú se repite: “El mejor camino conduce a Chiclayo”. Mientras en España dicen “Visita Madrid y de allí el cielo”, nosotros podemos decir convencidos: “Visita Chiclayo que es el cielo”

LOS INICIOS DEL SIGLO XX

A inicios del siglo XX, Chiclayo es aquella tierra de tiempos de las carretas. Las calles eran angostas, adoquinadas, serpenteantes, tortuosas y poéticas que no se avienen todavía con el tráfico de los tiempos actuales. La medida de su amplitud era el ancho de una carreta. Calles con nombres de santos: San Sebastián, Santo Domingo, San Cayetano, Santa Verónica, Santa catalina, Santa Inés, San José, San Pedro, San Isidro y, por si fuera poco, una se llamó calle de “Todos los santos”.

El creativo cholo de a pie las designó de manera pintoresca: El Suspiro, Míralo Verde, Calzoncillos, Las Ventanas, Cinco Esquinas, Ganaderos o Palacio de Cristal.

Por ellas las antiguas carretas traían agua de las acequias Yortuque, Coix o Patazca; en pipas de madera con tapones de crudo. Las carretas eran lentas por el lento paso de las mulas. La mayoría de familias tenían al menos un asno y con mucho cariño el chiclayano no lo llamó burro, le decía “doctorcito”.

Por aquellos tiempos las tardes eran de los caballeros que recorrían el centro de la ciudad sobre enjaezados corceles, mientras en un carruaje llamado “Victoria” paseaba el filántropo Santiago Luis González.

Fue el tiempo de los dos tranvías conducidos por mulas que cruzaban la ciudad. Mientras paseaba en tranvía, el chiclayano podía divisar las viejas huacas que demarcaban la ciudad: la huaca de los Peredo, la de la Cruz y la del Coliseo.

Los ciudadanos asiáticos habían llegado a mediados del siglo XIX a las haciendas de los señores Aspíllaga y Guerrero y, concluido su contrato llegaron a nuestra ciudad a laborar en busca de fortuna. Fueron los chinos los aguateros o aguadores de la época. Pero fueron, también, los primeros desagües.

Permítanme comentar el caso del ciudadano chino Chan Kau a quienes los chiclayanos de la época llamaron “chino chancao”. El recorría las calles para trasladar “aguas servidas” (previo pago) hasta la antigua Pampa Chirinos, lugar en el que hoy se encuentra la Residencial “Pascual Saco”. Con este trabajo el “chino chancao” logró hacer capital y constituir un negocio en el que se compraba hasta la década de los 70 el mejor café tostado en las esquinas de la calle Manuel María Izaga y la avenida José Balta.

En 1903 se construyó el muelle y ferrocarril de Eten, en 1914 se inicia la construcción del muelle y ferrocarril de Pimentel. La primera locomotora llegó en 1918. El hotel Royal existe desde los años 20 y en él se hospedaron José Santos Chocano, Abraham Valdelomar y el hipnotizador ruso Onofroff.

El Palacio Municipal se inaugura en 1924. Cabe mencionar que después del fatídico incendio que dejó en cenizas la construcción original de este edificio, asumió con valentía el reto de devolver a la ciudad la paz y el orden político el destacado maestro chongoyapano don Guillermo Baca Aguinaga; presidente de la primera Federación de Maestros de Lambayeque, exparlamentario y amauta del Perú. Nuestra querida Iglesia Catedral se construye entre 1869 y 1959. En sus torres se colocan 4 campanas: “Ave María”, “Asumpta”, “Mater Dei” y “Gratia Plena”. En esta Iglesia madre dictaron cátedra los reverendísimos monseñores Daniel Figueroa Villón e Ignacio María de Orbegoso y Goicoechea, primer y segundo Obispo de Chiclayo. La cátedra continuó con su excelencia reverendísima Monseñor Jesús Moliné Labarta y el ahora cardenal Robert Prevost Martínez, hace muy poco, con Monseñor Guillermo Antonio Cornejo Monzón y nuestro actual obispo monseñor Edinson Edgardo farfán Córdova.

Chiclayo, entonces, se coronó de progreso con la llegada de la luz eléctrica, el agua potable, el primer automóvil y el primer avión.

La actual gestión edilicia es la número 66 en la historia de la provincia.

CHICLAYANOS DE HOY

Los chiclayanos somos originales, nuestras almas viven en el mundo impenetrable de la dualidad. Bebemos en una misma copa o en un "poto de calabaza", la alegría y la amargura. Hacemos música de nuestro llanto y reímos de la música de otro; tomamos en serio los chistes y de todo lo serio hacemos bromas. Tratamos a dios como "el gran cholo" y extrañamos la Iglesia Matriz.

No renunciamos a nuestras ilusiones. Nacemos con sabiduría, sabemos y opinamos de todo. Cuando viajamos, todo lo comparamos con Chiclayo, creo que, si Dios es chiclayano, nosotros somos "el pueblo elegido".

Nos caracterizamos por nuestra sabrosa gastronomía, simpatía e inteligencia. Somos hiperbólicos y desmesurados, dicharacheros, jaraneros y vamos de un extremo a otro con nuestras opiniones y nuestras acciones”.

Ser chiclayano es un estilo de vida, una forma de ser, un sentimiento, un compromiso, una mentalidad.

(*) Historiador y docente.

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