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¡¡¡QUIERO SER POETA TAMBIÉN!!! ¿CÓMO DEBO DE EMPEZAR?

Escribe: Por Nicolás Hidrogo Navarro.*
Edición N° 952

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Entre los que escriben y publican sus escritos en físico, hay un viejo fantasma que viene rondando como una espada de Damocles, heredado desde el siglo pasado ¿qué pasará con los libros y escritores con la masiva virtualidad de los libros en internet? Y cuando todos se preparan a ver la defunción del libro físico, a nivel mundial se editan cada año alrededor de unos 1’200,000 nuevos títulos (sin contar reediciones). Y según el buscador universal Google, ha contabilizado el patrimonio librero mundial de toda la historia de la humanidad, en la astronómica suma de 129.864.880 libros, esto sin contar aquellos que están fuera de la codificación internacional estandarizada ISBN (empleado recién desde 1960), lo que en la práctica esta cifra podría duplicar o triplicarse. Es raro y curioso cuando decimos cada vez hay menos lectores, pero las cifras de las ediciones nos dan la contra, por lo tanto ni poesía ni poeta han muerto y muy por el contrario parece ser una tendencia galopante sin fin.

 

En el Perú, la cifra de edición de libros –de corte literario- bordea los 2100 títulos anuales en promedio. En ciudades importantes como Lima (890), en Cusco (256), en Trujillo (156), en Piura (129) y en la región Lambayeque –muy austera y pobremente- solo 32 libros de corte literario al año.

 

Y aunque el prurito de decir que los escritores no viven de sus libros –salvo contadas excepciones- como Mario Vargas Llosa (que encabeza la lista), Alfredo Bryce Echenique,  Oswaldo Reynoso, César Toro Montalvo y dos más. El resto sobrevive con otras ocupaciones conexas de docente, librero, conferencista, editor u oficinista.

 

En la región Lambayeque –pese a ser el autor con más de 23000 libros vendidos- Andrés Díaz Núñez reconoce que no puede vivir de la venta de sus libros y por eso dicta su cátedra universitaria. Del resto ni qué hablar: los 1000 libros que editan cada vez, tardan mas de dos años en venderse a cuentagotas y uno que otro –con estrategias poco ortodoxas- colocan a consignación y con prebenda a los docentes recomendadores e introductores de textos en aulas colegiales, aún sin estar oficialmente en los planes lectores.

 

Pese a esta adversa realidad en el Perú, cada vez salen más poetas y narradores, quizá por el prestigio que despertara desde el 2010 el Nobel Mario Vargas Llosa; y, en otros casos por un afán gratuito de figuración de hacerse llamar poeta –cuando muchas veces la calidad de su escrito no le alcanza- y gozar de una fugaz y ficticia fama. El tiempo se encarga de dejar rezagados a medio centenar en el camino, que es casi la cifra generacional con la que inicia cada cierto periodo impreciso –en inicio, duración y culminación- y solo dos o tres quedan en la sobrevivencia casi en un proceso de selección natural darwiniana.

 

Esta realidad que mueve a pocos jóvenes a optar por al escritura tiene un correlato en mi experiencia de gestor cultural que data de los años 2004 en Chiclayo.

 

Hace unos doce años atrás, al final de una Noche de Cuento y Poesía, en Chiclayo, que promueve desde entonces Conglomerado Cultural, un diminuto jovenzuelo, colegial presumiblemente, inseguro y nervioso, sentado casi al final del auditorio, pero atento y con la respiración contenida cuando escuchaba la lectura de poemas y los comentarios críticos de Fernando Odiaga Gonzáles y Elmer Llanos Díaz, se acercó timorato a la mesa y me llamó gesticularmente con sus deditos tímidos y famélicos, a un lado, y me hizo una difícil pregunta, como para ser respondida, a bocajarro: ¡¡¡Quiero ser poeta también!!! ¿Cómo debo de empezar? Por un instante trastabillé y tuve una sequía lexical momentánea. Contuve la respiración, miré al techo, como buscando encontrar allí en un telepronter imaginario la complicadísima respuesta. Y simplificamente le dije: Antes que escribas y edites un escrito, primero lee y lee. No te apresures en publicar cualquier bobada cursi, que luego te arrepentirás treinta años más tarde, cuando hayas madurado y te leas comparativamente otra vez. Al revés de la lógica pedagógica inductiva, empieza leyendo los autores y obras más difíciles –todo lo es así al inicio-, los clásicos, con los que puedes aprender y no perder el tiempo: Homero, Virgilio, Safo, Anacreonte, Íbico, Baquíledes, Píndaro. Lee obras de la trilogía teatral: Sófocles, Eurípides, Esquilo. Latinos: Cicerón, Catulo, Horacio, Séneca, Suetonio, Ovidio, etc. Autores renacentistas-humanistas como Dante Alighieri, Boccacio.

 

Contemporáneos: Lope de Vega, Luis de Góngora y Argote, Fransicco de Quevedo y Villegas, Baltazar Gracián, Fray Luis de León, Garcilaso de la Vega. Modernos: Edgar Allan Poe, Truman Capote, Franz Kafka, James Joyce, Marcel Proust, Oscar Wilde, Rubén Darío, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Emile Zola, León Tolstói, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Gustavo Flaubert, Julio Verne, Fiódor Dostoyevski, Herman Melville, Charles Dickens, Victor Hugo, Goethe, Neruda, Vicente Huidobro, Rimbaud, Mallarmé, Baudelaire, André Breton, etc. Lee mucho de filosofía, historia, sociología y biología. Lee preceptiva literaria, teoría del verso clásico con métrica, rima, ritmo y compara su evolución histórica con el versolibrismo. Sal a la calle y vive, enamórate –no te preocupes las decepciones y las cosas malas llegan siempre solas, pero es el mejor y más eficaz combustible para escribir- genera experiencias nuevas y si no las tienes invéntatelas, recrea, ficciona y luego empieza a escribir. Corrige, desecha, cambia el orden de las cosas y busca el mejor ángulo en tu expresión, sé disconforme, sé autoexigente, no te creas ningún piropo literario, rétate y supérate día a dia. Después de escuchar estupefacto esto el jovenzuelo imberbe, exclamó ¡¡¡asuuuuuuuuuuuuuuuuu!!! y repreguntó: ¿Y todo eso debo de leer, pero si veo allí novelistas, autores de teatro y ciencia? ¿No basta la inspiración y las vivencias? Un poeta no es solo un producto de la casualidad inspirativa -respondí-, sino transpirativa y de sus lecturas diversificadas. Un poeta es básicamente un sintetizador del alma y del conocimiento holístico universal humano y debe saber y leer todo. Un poeta es un constructor de visiones e imágenes supremas y surrealistas donde nadie ve: su reto es construir mundos alternos y formas de decir inexistentes y dificilísimas, con las palabras. Debe tener un pleno conocimiento y manejo maestro y consciente del lenguaje y sus múltiples variantes y sus ingeniosas posibilidades semánticas y sintácticas conjugatorias: debe ser un dios omnisciente de la palabra y las oraciones y un gurú de las metáforas, pináculo supremo del arte poético. Ves que no es fácil ser poeta, en el rigor.

 

*Narrador, docente universitario, comentarista crítico, gestor cultural y editor.

 

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CRISTIAN MUNARRIZ: EL PRIMER COMEDIANTE PERUANO EN FLORIDA

Escribe: Por Daniel Gustavo Vera.
Edición N° 952

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Conozco a Cristian Munarriz desde los 8 años de edad y siempre observé con cierto asombro su capacidad para el humor. Las ingeniosas salidas que le daba a las reprimendas en el aula o para ayudar a Wagner, su hermano gemelo, no podían ser todas producto de la casualidad. Algo especial había y hoy confirmo que el gemelo Munarriz resultó comediante.

 

Nació en la lejana Nasca y en el 2008 alzó vuelo a Estados Unidos para tentar un mejor futuro. Hasta ahí, su historia no tendría nada de particular considerando que como él otros tres millones de compatriotas viven en el exterior afanosos de realizar sus sueños.

 

Lo que hace especial a Cristian Munarriz es la manera en la que ha logrado brillar en el gigante de Norteamérica. La capacidad humorística de la que hace gala a sus 26 años le ha abierto muchas puertas y así, como jugando, se ha convertido en el primer comediante peruano en Florida. Hace poco fue coronado campeón en el Festival Latinoamericano de Comedia.

 

RISA EN LA VENA

“Siempre me gustó hacer reír a mis amigos y familiares, desde pequeño; siempre tube curiosidad por la comedia pero no tenía claro en qué aspecto de ella había espacio para mí, hasta que encontré el stand up comedy”, me cuenta.

 

Cuando éramos pequeños Cristian siempre hablaba de su padre, quien tenía ya años en Estados Unidos, pero de quien le quedaron grabados recuerdos que serían determinantes para en lo que hoy se ha convertido.

 

“La persona más divertida que conozco es mi padre, Rubén Munarriz. Todos los padres ‘normales’ le cuentan cuentos a sus hijos antes de dormir, mi padre nos contaba chistes. Mi hermano es otro chistoso y de hablar con él saco mucho material. Gracias a ellos desarrollé el arte de la sorpresa, que es muy necesario para el stand up comedy”, refiere.

 

LOS INICIOS

Se enganchó con este estilo de comedia al ver sobre el escenario a Rusell Petters, un profesional en la materia. Desde ese día decidió que quería hacer lo mismo y así pasar de contar chistes a sus amigos a la actividad profesional.

 

Tiempo después se enteró que un club de comedia muy reconocido en los Estados Unidos, IMPROV Comedy Club, preparaba gente nueva. Luego de un mes realizó su primer show cargado de nervios, pero para su buena suerte el público quedó cautivado.

 

“Mi sensei Ramón Garcia me recomendó entrar a un campeonato donde se presentaban comediantes experimentados, el quería que vea de antemano a profesionales para aprender de ellos. Sorpresa para todos, el ganador de la noche fui yo. Era mi primera vez en tarima y logré ganar el campeonato en el Hard Rock Hotel and Casino, en ese momento decidí dedicarle más tiempo a mi pasión”, señala, destacando que lo emocionante de aquella primera vez no solo fue imponerse sobre los experimentados, sino también recibir el premio económico.

 

Secretos de un campeón, Cristian refiere que para atrapar al público no solo se necesita una buena articulación verbal, sino también corporal.

 

“Por ejemplo, imagina abrir la ventana de un carro, lo puedes decir verbalmente, pero tomaría 30 segundos armar la escena en la mente del público. En vez de eso, simplemente puedes simular con tus manos que bajas una ventana imaginaria. El público se conecta con cosas familiares, de la vida diaria. Algunas veces el lenguaje corporal es mejor medio de comunicación que las propias palabras”, explica.

 

ÉL COMO INSUMO

Ha aprendido a reírse de sí mismo y esto le ha permitido llegar con mayor facilidad al público estadounidense. Cristian habla de él, de las cosas que hace, de dónde proviene. Dice que para calar en la gente es necesario “encontrar un balance” entre reírse de sí mismo y jugar con los espectadores.

 

“Puedo hacer un chiste de alguien sentado entre el público, pero siempre el remate tiene que ser sobre mí, entonces esa persona no se siente avergonzada o herida, y se ríe con todos los demás”, detalla.

 

Ensaya sus monólogos cuando está solo en casa, escribe sus propios chistes y los edita miles de veces. Siempre busca cómo mejorar o agregar o quitar algo demás. Hay veces en las que se queda escribiendo hasta las 5 de la mañana.

 

Asegura que el toque de peruanidad, de criollada, es el insumo especial de sus presentaciones. Esa particularidad le ha dado peso.

 

“Llevo siete años viviendo en Estados Unidos y aún tengo un acento muy marcado al hablar inglés, por eso le narro al público que sufro de una enfermedad incurable que es mi acento; que mi pobreza en Perú era extrema (algo que no es cierto), que mis padres me mandaron en una caja, pero que pusieron 100 kilos de coca para amortiguar los golpes del viaje. Encontrar el balance entre la exageracion y la vida real es receta perfecta para la risa”, refiere.

 

RECOMPENSADO

 

Tiene la satisfacción de recibir el aplauso del público que lo escucha por primera vez, y de haber abierto muchas puertas al compás de sus ocurrencias y chistes.

 

Su reciente triunfo en el Festival Latinoamericano de Comedia lo ha dedicado al Perú. Lo resaltante de este certamen – asegura – es que todos los ingresos han sido destinados a una organización de niños abandonados.

 

“Esa noche muchos representantes experimentados se presentaban, de ver sus nombres en la publicidad me daba temor, pero decidí hacer lo que sé y divertirme. Esa misma noche decidí ponerme el chullo peruano, y la gente conectó conmigo de inmediato. No imaginaba ganar, pero qué dicha darle esa alegría a mi país”, enfatiza.

 

Hasta el momento suma presentaciones en Orlando, Miami, Fort Lauderdale y Tampa. Tiene programados shows en Cincinnati y New York, “donde está el verdadero reto”.

 

“En mi primer campeonato hubo entre el público tres señoras peruanas que amaron mi set y me dijeron que antes que diga que era peruano ellas lo sabían. Como dice mi padre, tengo el pasaporte en la cara”, refiere con tono a humorada.

 

Poniéndose un poco más serio, Cristian lamenta que en el Perú aún la comedia no sea valorada como arte, y que existan casos de grandes exponentes que hayan muerto en la memoria colectiva.

 

“En otros lugares le dedicas el tiempo y esfuerzo a la comedia y puedes forjar una profesión, que trae viajes, balance economico y reconociemiento. Creo que en el Peru queremos el producto pero sin pagarlo, desde niño presencié a muchos ídolos que mueren abandonados, pobres y solos. Mi inspiracion es Tripa, ese flaco que se chancaba el pecho para hacer reír a todo el Perú, quien lamentablemente murió en un hogar abandonado por su público. La comedia es un producto como cualquier arte que tiene que ser comprado, como una película en los cines, o un ticket en el teatro. En lo personal, espero representar al Perú más a menudo, para que el mundo sepa que además de tener la mejor comida, también tenemos la mejor receta para reír”, señala Cristian, el comediante. 

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LA FANFARRIA DE LAMBAYEQUE: EL MARCIAL AGRUPAMIENTO QUE FUNDÓ BACA AGUINAGA

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 952

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El día en que los restos mortales de Víctor Raúl Haya de la Torres, el fundador del aprismo, llegaron a Trujillo, entre la delegación lambayecana que marchó a su encuentro estuvo un grupo de jóvenes marcialmente instruidos. Ellos los acompañaron con sus ya conocidas melodías prusianas; ellos eran la Fanfarria de Lambayeque.

 

Entre los tantos legados que el amauta Guillermo Baca Aguinaga heredó al departamento está la Fanfarria de Lambayeque, la primera agrupación cargada de simbolismos y provista de instrumentos musicales que tuvo el Partido Aprista Peruano en su historia, y cuya composición permitía acentuar en sus participantes no solo la disciplina propia del regimiento, sino también la lealtad a los valores difundidos por Haya de la Torre.

 

La fanfarria fue fundada el 7 de julio de 1963, a iniciativa particular de Baca Aguinaga, quien gestionó la obtención de los instrumentos musicales, estandartes, banderines, banderas, astas y uniformes del agrupamiento, que se dividía en estamentos y era integrado por jóvenes, hombres y mujeres, formados o iniciados en la doctrina aprista.

 

SU PRESENCIA

Fue el mismo Víctor Raúl Haya de la Torre quien apadrinó a la Fanfarria, cuyos instrumentos fueron traídos desde Alemania. La dirección de la banda de músicos, compuesta por 140 jóvenes, fue encargada desde su fundación a Victorino Amaya Paiva, pero también estuvo a cargo de Felipe Ayala Ortiz y Encarnación Rodríguez Chiscul.

 

La Fanfarria tuvo participaciones apoteósicas, una de ellas en 1967 en Trujillo, para el Día de Fraternidad Aprista. Estuvo conformada por la banda de músicos, las insignias del partido, el estandarte de Haya de la Torre, el escalón femenino de banderas Indoamericanas y los escalones femenino y masculino de banderas peruanas, banderas de los departamentos, estandartes y banderas de diversos países del mundo.

 

El 12 de julio de 1979, minutos después que Haya de la Torre firmara la Constitución que había elaborado la Asamblea que presidió, la Fanfarria de Lambayeque hizo sonar sus cornetas y clarines en las puertas de Villa Mercedes, donde se encontraba el líder aprista en su lecho de agonía, por iniciativa de Baca Aguinaga. Días después los jóvenes lambayecanos volvieron al encuentro de Haya, pero esta vez sería en Trujillo, para sus exequias.

 

Sus acordes también se han oído en Lambayeque, Ferreñafe, Chongoyape, Pacora, Jayanca y Tumán; en Lima, Trujillo, Piura, Cajamarca, Chimbote y Chepén.

 

SIGNIFICADO Y VALOR

“El porvenir de la prosperidad y de armonía social al que se debe aspirar para las futuras generaciones no se logrará como una dádiva gratuita de la fortuna, sino como el resultado de las acciones realizadas en el presente. El éxito o el fracaso; el bien o el mal, irá en concordancia con la formación ética y sociohumanística que reciben los niños y los jóvenes, en las escuelas, colegios y universidades, pero también a través de los diferentes agentes educativos como la familia, la comunidad, agrupaciones políticas, religiosas, culturales, medios de comunicación y centros de trabajo. Precisamente, la Fanfarria de Lambayeque se erige como uno de estos agentes en educación comunal y contribuye a cohesionar y vigorizar la conciencia colectiva de nuestra sociedad”, señala Guillermo Pérez Sialer, administrador de la Casa Comunal de la Juventud “Guillermo Baca Aguinaga”.

 

Añade que la Fanfarria simboliza a la juventud en su entusiasmo y su gallardía en la lucha permanente por la democracia peruana, todo esto con organización, disciplina, belleza, colorido, música marcial y fuerza espiritual.

 

El instrumental y equipo de la Fanfarria de Lambayeque se compone de 57 trompetas, 35 tambores, 10 tarolas, 12 pífanos, 10 cornos, 13 cornetines, una lira, un schellembaun, un par de címbalos, un bombo y un bastón tambor mayor, sumando en total 142 músicos.

 

Asimismo, la integran cuatro banderas principales, tres estandartes especiales, 30 estandartes, 105 banderas peruanas, 10 banderas indoamericanas y ocho banderolas.

 

Año tras año, las presentaciones más vistosas de la Fanfarria de Lambayeque se han dado para conmemorar el Día de Fraternidad Aprista, que coincide con la fecha del natalicio de Víctor Raúl Haya de la Torre, el 22 de febrero.

 

“Ante la convocatoria del maestro Guillermo Baca Aguinaga acudimos conscientes de nuestro deber cívico de brindar reconocimiento a la grandeza de los arquetipos humanos, de aquellos hombres que realizaron enormes esfuerzos y sacrificios, por lo general en forma desinteresada en lo material y económico, siendo para ellos lo importante, el cumplimiento a plenitud con el imperativo del espíritu y el mandato del deber. Uno de esos arquetipos humanos es Víctor Raúl Haya de la Torre, el más grande peruano del siglo XX, poseedor de una profunda cultura y un cautivante verbo que hicieron de él un extraordinario expositor en tres continentes del mundo”, destaca.

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