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MI AMIGO BETO ARRASCUE HA MUERTO

Escribe Orestes Pantoja Hernández para la edición N 1025

El tiempo avanza sin pausa y se lleva los mejores recuerdos. Ha muerto Jorge Arrascue La Torre, el querido “Beto” de mi infancia y adolescencia.

 

De la collera del barrio de Juan Cúglievan ya no están “Poli” Moscol Cosmópolis (a quien una bala perdida mató en Caracas), tampoco “Negro” Hidalgo Santamaría (atrapado por el cáncer en el caribeño Puerto La Cruz de Venezuela), menos Jorge Allen Bereche (destrozado por el Alzheimer) quien escribió un poema de amor con Blanca Madrid, su enamorada desde los 14 años, con quien se casó, tuvo hijos y dejó viuda.

 

Los demás corrieron con la vida.

 

Carlitos Cuadra Vertiz debe seguir viviendo en Santa Victoria. Víctor Cueva Barón fue alcalde de Pucará, residía en Olmos y terco con el sueño de ser alcalde de Cañaris. Manuel “Mono” Urbina, abogado, parece que se casó por partida doble y con quien algunas veces tropezamos en la calle.

 

De Paco Arrascue, su primo hermano, se casi nada. Se hizo médico y lo imagino cantando rancheras, lo que hacía con voz bonita.

 

“Beto” era médico veterinario, jugaba muy  bien el futbol, chotano de los buenos y celosísimo con su hermana a quien no permitía siquiera se le mirase.

 

La vida, la distancia, las actividades diversas nos alejaron y quedé aferrado a los recuerdos, como cuando siendo niños grandes fuimos a jugar futbol con la selección de Pucará, donde el back centro era el comisario de la policía.

 

Por supuesto que nos ganaron y no por mucho (eran unos cholazos que parecían gigantes y jugaban como paraguayos: a matar), pero nos ganaron usando todo lo que tenían a la mano, como mezclar “avia” en la comida (se le llama así a una semilla que se usa como purgante) y los jugadores en medio del partido salíamos corriendo de la cancha para hacer lo que usted imagina.

 

Beto y su hermano Reynaldo eran dueños del fundo Chaguarpampa donde sembraban arroz y tenían próspera ganadería de carne.

 

En los últimos tiempos vi poco a Beto, algunas veces pasaba por el centro de Chiclayo trepado en su statino wagon, acompañado de Chichi Pastor, su esposa. Le gritaba “tripon” y el me respondía con una sonrisa y levantando la mano.

 

Hace poco por “Perita” Arrascue, su primo hermano, me enteré que estaba muy mal y que la enfermedad terrible lo estaba consumiendo.

 

Después por Hernán (Nancho) Cacho Sousa tuve noticias más precisas y algunas malas, como que su esposa -devastada por el dolor- no quería visitas, traté de ubicar a su hermano menor, el oftalmólogo Antonio, a quien sus mayores seguimos recordando como “Toñito”, el chiquillo que se paraba en el portón de su casa y miraba horrorizado las barbaridades que hacíamos en la calle.

 

Estando lejos de Chiclayo y víctima de una tenaz bronquitis, me enteré de la mala noticia y el muro de mis recuerdos se derrumbó.

 

A Beto quiero recordarlo como amigo fiel, sereno en los juicios, cariñoso en sus afectos y jugando futbol callejero. “Beto pásala” era el grito de guerra, como cuando jugando en la Pampa Cúglievan (hoy urbanización San Juan) me hizo un pase a profundidad, tanto que dejé de correr y quedé mirando la bola que se perdía por Campodónico, cerca de la casa de Blanquita Lisarzaburu amiga de infancia a quien siempre aprecio.

Orestes Pantoja Hernández
Fecha 2017-08-12 09:15:50