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UN GRAN HALLAZGO: El oro procesado prehispánico más antiguo de Lambayeque

Escribe: César Maguiña Gómez (*)
Edición N° 1339

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Hace casi 100 años se produjo un encuentro casual en el distrito de Chongoyape, provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque. Sucedió en el año de 1925, el protagonista, un adolescente de 15 años llamado Floro Morrofu y otros amigos, que caminaban al fondo de una zanja formada por una acequia desbordada, en tierras de la hacienda El Almendral, de propiedad de los hermanos Gayoso.

Cuál no sería la sorpresa del joven Floro Morrofu, descendiente de sus ancestros moches, que a pocos pasos donde se encontraba pudo distinguir unos objetos que resplandecían con un brillo inusual, todos dispersos en el suelo. Llamó a sus amigos, quienes inmediatamente se colocaron los objetos hallados y se pusieron a jugar, desconociendo que esas piezas repujadas de oro salidas a la luz después de milenios, eran los objetos de oro procesados más antiguos e importantes que se encontraban en la región lambayecana, que ni los conquistadores españoles lograron ver, menos conocer la existencia de la antigüedad de la cultura peruana.

Las piezas

Objetos de metal elaborados por los antiguos orfebres andinos, aproximadamente, 800 años antes de Cristo. Piezas de oro trabajados aplicando la técnica del repujado sobre delgadas láminas de oro, con un contenido de imágenes sumamente complicadas, grabadas sobre vasos, pectorales, bandas, máscaras, anillos, esferas y otros como recipientes de piedra y objetos de plata.

Arte y tecnología expresados por hombres del período formativo, tan solo utilizando el oro nativo transformado en láminas con la aplicación de las técnicas del martillado, repujado, engrapado, para convertirse en objetos sagrados y suntuosos bienes del hombre Cupisnique, de hace 2800 años, que habitó en territorio chongoyapano.

Con la finalidad de darle un adecuado soporte a este relato histórico, transcribo a continuación una antigua publicación:

“Hace pocos años un muchacho, Floro Morrofu de 15 años en compañía de otros muchachos menores (encontraron) en el fondo de una zanja formada por el rebalse de una acequia un lote de objetos de oro en la hacienda Almendral de los hermanos Gayoso de Chongoyape. Morrofu recogió los objetos y se puso de inmediato a jugar con ellos distribuyendo las piezas halladas entre sus camaradas: a uno le calo una corona, a otro una pulsera y él se puso en las piernas, a manera de polainas las láminas encarrujadas, restos de grandes vasos. Vino a interrumpir el inocente entretenimiento de los muchachos, la presencia a caballo de uno de los señores Gayoso, quien atraído desde lejos por el brillo del metal que lucían los muchachos se acercó a ellos y convenciéndose que eran de oro, trató de adquirirlos.

Fue difícil para Gayoso reunir todas las especies del hallazgo: unos le obsequiaron y recibieron una modesta gratificación, otros huyeron llevándose el oro a sus padres o a las tiendas para canjearlas con bizcochos. Es así, como algunas piezas llegaron a poder de los joyeros y de otras personas de quienes Gayoso recuperó con grandes esfuerzos.

El mismo señor Gayoso, poco después, hizo un nuevo hallazgo, tan importante como el anterior.

Al practicar una excavación con el objeto de reforzar el reservorio de agua potable de Chongoyape, encontró a tres metros de profundidad tres cadáveres echados. Entre cada uno de ellos halló restos de ceniza y terrones quemados que parecían corresponder a fogatas hechas al tiempo de la inhumación. Junto a los pies de los cadáveres encontró varios wakos y entre ellos una preciosa fuente o bandeja: pero lo más notable de este hallazgo fueron los brazaletes, sortijas y prendedores de oro que tenían los cadáveres cerca de las manos.

En Nueva York

Los dos hallazgos, posteriormente fueron vendidos por José Gayoso y su hermano al Museum American Indian de Nueva York en el año de 1928 (Información en Catálogo N° 16/1971 NMAI); actualmente son de propiedad de National Museum of the American Indian, y se pueden ver en la Sección 1491 Nuestros Pobladores, Galería en el 4to. Piso, en la ciudad de Washington D.C.

Hasta el año 2004, la colección se encontraba en el Museo Nacional del Indio Americano (Smithsonian, Nacional Museum of the American Indian of New York). En esa fecha, visité el Museo en Nueva York para conocer la colección, pero no fue posible por el traslado de los objetos que estaban haciendo al nuevo Museo en la ciudad de Washington D.C.

Meses después recibí la invitación del Dr. Ramiro Matos Mendieta, curador para América Latina del Nacional Museum of the American Indian, en Washington DC., para visitar y conocer la colección, que no pude hacerlo, porque coincidían las fechas con mi retorno a Perú.

Los más significativos y extraordinarios objetos culturales prehispánicos y virreinales de origen peruano se encuentran en colecciones privadas y museos en el exterior, piezas únicas como cerámicas, textiles, metales procesados, en fin, una gran variedad de bienes culturales que salieron del Perú ilegalmente y que hoy forman parte de los fondos culturales en dichas instituciones.

La venta ilegal realizada de los objetos encontrados en Chongoyape y vendidos en 1928 al museo extranjero, nos lleva a una profunda reflexión, en el sentido de que el sitio de origen debe de proteger su patrimonio cultural, para no perder su herencia e identidad y que el Estado Peruano, a través del Ministerio de Cultura, debería de diseñar una política de retorno de los bienes ancestrales que salieron ilegalmente, un acto de recuperar la dignidad nacional, una forma de apropiación del patrimonio cultural por las comunidades. Consideramos al museo en Washington como custodios temporales de los objetos de Chongoyape.

En un artículo publicado por la revista Smithsonian del 7 de febrero 2024, informa que el Museo Fowler de la Universidad de California de los Ángeles ha repatriado siete objetos saqueados al reino Asante en la actual Ghana, que las fuerzas británicas se apoderaron de los artículos durante la guerra de Sagrenti de 1874, y que a los 150 aniversario del saqueo fueron repatriados. En un comunicado del Museo Fowler, señala “En el caso de las piezas que fueron sustraídas violentamente o coercitivamente a sus dueños o comunidades originales, es nuestra responsabilidad ética hacer lo que podamos para devolver esos objetos”.

La Herencia Cultural es un recurso fundamental para el crecimiento económico sostenible de las sociedades modernas.

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(*) Instituto Americano de investigación y Conservación.  

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