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PERSONALIDAD DEL BICENTENARIO: Walter Alva y sus 46 años al servicio de la arqueología

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 1213

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El doctor Walter Alva Alva, considerado personaje del Bicentenario por su brillante trayectoria de cerca de medio siglo en la investigación, recuperación y promoción de nuestra cultura, comparte con Expresión sus vivencias y los recuerdos de aquel acontecimiento histórico que dio la vuelta al mundo: el descubrimiento del Señor de Sipán, que marcó un antes y un después en la arqueología peruana.

A sus 70 años, el arqueólogo Walter Alva cesó en la administración pública de acuerdo a lo dispuesto en su régimen laboral. Sin embargo, asegura que su labor continúa, teniendo por delante seguir con las investigaciones y publicaciones, entre ellas un libro sobre la cultura mochica en todo su esplendor, dirigido al gran público y la posibilidad de apoyar otros proyectos, como el del Museo Regional de Cajamarca.

¿Cómo fueron sus inicios en la arqueología? 

Ingresé hace 46 años a la administración pública como supervisor de monumentos en el Museo Nacional Enrique Brüning, del año 75 al 77, este último año con la jubilación de Óscar Fernández de Córdova asumí la dirección del museo.

Llegué a Lambayeque a la edad de 24 años, recién salido de la Universidad de Trujillo, por esa época nadie quería venir a trabajar aquí. A los profesionales que recién egresaban de arqueología de la Universidad Mayor de San Marcos o de Trujillo no les resultaba atractivo venir a un museo provincial y sin recursos presupuestales. Decidí asumir el reto de dirigir esta institución pensando que un museo no solo sea un lugar de exposición y difusión del patrimonio que se conservaba desde la época de Brüning, sino que empecé a desarrollar trabajos de investigación y de campo, recorrí todos los valles de Lambayeque con el afán de hacer un reconocimiento arqueológico de esta zona que me fascinó desde mi época de estudiante, cuando asistí a la edad de 16 años a un simposio de arqueología en Chiclayo.

Dos temas fueron esenciales: remodelar el museo para hacerlo más atractivo y producir algo más de conocimiento de las culturas desarrolladas en esta región. Comencé a desarrollar trabajos de investigación tanto en la parte baja del Valle como también en la sierra colindante de Cajamarca, con un proyecto que buscaba establecer los orígenes de la cultura en esta parte del Perú. Lambayeque había sido hasta ese entonces considerado como una zona epigonal o influenciada por otras culturas del sur, como si careciéramos de una cultura propia.

Recuerdo que no contábamos con presupuesto ni para mantener el museo, había que gestionar hasta Lima o recurrir a donaciones hasta para cambiar los vidrios. Los trabajadores eran muy pocos y había que hacer de todo, como cura de pueblo, hasta arreglar las tuberías.

¿Cómo entonces enfrentó esta primera dificultad?

Busqué apoyo de instituciones interesadas en investigar. Trabajé primero con la doctora Mercedes Cárdenas en un proyecto en donde aprendí mucho de campo y luego conseguí contactos con Alemania, presentándome a una beca que me permitió conocer de museografía y arqueología europea.

Un hecho importante fue el inicio del proyecto planteado por el Instituto Arqueológico Alemán para un trabajo de rescate del valle Jequetepeque donde se iba a construir la represa que afectaría algunos monumentos. El proyecto fue financiado por Alemania y fui elegido como codirector.  Este proyecto nos permitió crear una escuela de campo donde se capacitó a muchos estudiantes en las técnicas de excavación clásicas y aplicar los métodos de la prehistoria europea.

¿Cómo se produce el descubrimiento del Señor de Sipán?

Fue en el año 87, podemos considerar que fue un rescate arqueológico para evitar que el monumento sea totalmente arrasado por el saqueo que se generó en una época de crisis generalizada, aprovechada por los profanadores y saqueadores de tumbas que actuaban con total impunidad.

En Sipán se saqueó una tumba cuyas piezas y objetos de metal fueron comercializados en el mercado negro.

Decidimos intervenir con muy pocos recursos para asumir la responsabilidad de salvar ese monumento, intervención oportuna y difícil que dio como resultado la recuperación de la primera tumba intacta de un personaje importante del antiguo Perú que llamamos el Señor de Sipán. Hay que aclarar este asunto porque los profanadores saquearon brutalmente otra tumba que fue destruida y su maravilloso contenido vendido y traficado en el mercado negro del Perú y el exterior.

¿Se armó un equipo de trabajo?

Inicialmente no éramos un gran equipo, apenas Luis Chero, que estaba terminando la universidad, y mi esposa Susana Meneses, antropóloga. Posteriormente se sumaron otros estudiantes de la Universidad de Trujillo como Juan Martínez, Julio Rodríguez, César Soriano y Edwin Vásquez, y lógicamente varios trabajadores lugareños de Sipán, algunos de los cuales siguen trabajando como Rosendo Domínguez y otros. Tuvimos que ingresar al monumento con apoyo de la Policía para desalojar a los profanadores y a los pobladores que por desconocimiento se habían apropiado del lugar. La Policía Nacional tuvo un destacado rol a través del general Carlos Ruíz Mondragón y el coronel Edilberto Temoche, pero el trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo inmediato del Patronato de Cultura presidido por Giorgio Battistini y Cordelam, en la persona de su presidente don Guillermo Baca, luego vendría el apoyo de Backus.

¿El descubrimiento del Señor de Sipán marcó un antes y un después en la arqueología peruana?

En efecto, esta calificación está dada por investigadores y arqueólogos nacionales, porque cambió esencialmente el rumbo de la investigación arqueológica peruana y por tratarse de la primera tumba intacta importante del antiguo Perú que presentamos al mundo. Este hallazgo extraordinario tuvo una gran cobertura periodística y generó una nueva dinámica en la lucha contra el tráfico y el saqueo.

¿Qué vino después?

Asumimos una secuencia de responsabilidades: detener el saqueo del monumento, salvar la tumba intacta, preocuparnos por la conservación de los objetos metálicos que estaban en un proceso de corrosión, y finalmente plantearnos qué hacer con ese tesoro nacional, cuya recuperación fue ampliamente difundida desde el momento del descubrimiento. Luego de la recuperación y conservación comenzó la gestión para construir un museo para albergar dignamente el hallazgo. No había recursos ni presupuesto y poco interés de las autoridades de turno por construir un museo de la magnitud que logramos para Lambayeque.

¿La restauración de los objetos fue larga?

En el Perú no existía laboratorio de conservación de metales, hecho que nos obligó a buscar colaboración internacional consiguiendo el apoyo del Museo de Mainz Alemania, que duró tres años y permitió capacitar a nuestro personal, así como la donación de los primeros equipos.

Mención aparte merece el regreso del conjunto de piezas restauradas y las osamentas del Señor al país, suceso de gran trascendencia patriótica e identificación con nuestro pasado que marcó la identidad de Lambayeque y del Perú. Fueron recibidos con honores de Jefe de Estado como correspondía a un mandatario del antiguo Perú y en Chiclayo la ciudad se volcó a las calles en un acto trascendental y sin precedentes.

¿De ahí surgió la necesidad de construir un museo exclusivo para albergar al mandatario mochica?

Después de la restauración inmediatamente comenzamos las gestiones para construir un museo, sin presupuesto. Se concibió la idea de hacer exposiciones para recabar los primeros fondos. Los recursos iniciales fueron obtenidos de las exposiciones en los Estados Unidos, en cuatro de los principales museos de Los Ángeles, Detroit, Nueva York y Houston. Se consiguió más o menos medio millón de dólares aportados al Estado Peruano mediante convenios. Finalmente se planteó una exposición en Lima que captó una cantidad importante de recursos que nos permitió comenzar el proyecto de la construcción del museo.

¿Qué otros apoyos recibieron?

En el camino recibimos apoyos muy importantes como la donación del proyecto arquitectónico por el arquitecto Celso Prado, que no cobró nada, lo hizo como una contribución al país.

¿Cuál fue el impacto de Sipán?

Reactivó el interés por la arqueología, antes de Sipán había pocos estudiantes de la carrera, después se crearon muchas escuelas de arqueología en las universidades.

Sipán fue el primer proyecto nacional manejado por peruanos, la arqueología peruana se reactivó con Sipán, incluso nuestra clase política entendió la importancia de la herencia cultural del país, porque antes no estaba valorada.

La prensa internacional lo consideró como uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del siglo XX, ese ha sido el factor para que el museo se convierta en un polo cultural y turístico de Lambayeque.

¿Cómo ha afectado la pandemia este auge?

Con la pandemia los museos del mundo como Sipán han entrado a una situación muy difícil, hemos tenido que cerrar, por eso la próxima tarea es relanzarlo y los museos, en general, tienen que reinventarse.

Formalmente me ha tocado cesar como director, pero mi obligación es seguir trabajando. Estoy con el mismo entusiasmo de hace 30 años para seguir colaborando y aportando a la cultura y al país.

Esta situación no tiene que ver con la edad, tiene que ver con la vocación y la pasión que debemos mantener en nuestro trabajo. En Sipán queremos que el museo tenga un relanzamiento y ampliación de sus instalaciones.

En lo personal, esencialmente deseo dedicar más tiempo a la investigación y preparación de publicaciones pendientes.

¿Cómo recibe la condecoración que le hace el GORE Lambayeque?

Recibo los reconocimientos como un estímulo para seguir trabajando, lo comparto con las personas que colaboran conmigo, que me han acompañado, porque solo no hice el museo ni todo el trabajo de investigación.

Tengo el honor de haber sido considerado como personaje del Bicentenario al lado de peruanos ilustres que han contribuido a forjar nuestra nación y nuestra historia. Este reconocimiento lo recibo con humildad y creo que también es un galardón para los lambayecanos que han formado parte en la recuperación de nuestra herencia cultural.

Al conocerse mi cese en la administración pública, con sorpresa he recibido muestras de adhesiones y felicitaciones de todo el mundo, no solamente de Perú por el tiempo cumplido al servicio del país.

¿Qué mensaje daría al país en este Bicentenario?

En estos 200 años de vida independiente, el Perú viene forjando su sentido de nación con una identidad mestiza pluricultural y multiétnica. En este tiempo hemos comprendido que nuestro referente histórico original va más allá del tiempo de los incas, desde nuestro campo hemos descubierto que tenemos una larga tradición de pueblos y culturas sucesivas y uno de los centros de civilización del mundo antiguo, motivos para fortalecer no solo nuestra identidad, sino también nuestra autoestima nacional. En estos momentos debemos superar diferencias raciales y entender que nuestra rica diversidad humana, cultural y natural constituye una armónica unidad y nuestra mayor fortaleza ante el mundo. 

¿Qué proyectos próximos tiene?

Con el apoyo de mi esposa Emma Eyzaguirre, también arqueóloga, y mis más cercanos colaboradores, entre los que se encuentran mis hijos mayores, colegas y compañeros de labores, así como el Patronato de Sipán estamos trabajando muchos proyectos conjuntos en investigación y difusión. Tenemos pendiente también publicar los resultados de muchas investigaciones y la posibilidad de apoyar otros proyectos en museos del norte del Perú, especialmente un museo regional en Cajamarca que empezamos a impulsar hace 12 años y quedó trunco y ahora el GORE Cajamarca lo ha retomado. He vivido en Lambayeque la mayor parte de mi vida y por supuesto que el Museo Tumbas Reales de Sipán y Lambayeque tienen un lugar especial en mis preocupaciones y en mi corazón.

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