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PREVIOS AL FEMINICIDIO (I)

Escribe: Luis Rolando Alarcón Llontop (*)
Edición N° 1328

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  • La violencia estructural es concebida dentro del triángulo de la violencia elaborado por Galtun, cuyas otras dos aristas son la violencia cultural y la violencia directa.

Dar muerte a una mujer, por su condición precisamente de “ser mujer”, es la base conceptual del terrible fenómeno del feminicidio. Lo recordamos para este 25 de noviembre, a propósito de conmemorarse el Día Mundial de la No Violencia contra la Mujer. La clave del concepto es “violencia contra ellas”, en lo que dar muerte a una es el epílogo de una escalada de más y previos actos violentos.

Al 30 de septiembre de 2023, el Programa Nacional Aurora, adscrito al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, ya registraba 122 casos con características de feminicidio y 192 tentativas. El año pasado, el Perú cerró, según Defensoría del Pueblo, con 137 feminicidios y 111 intentos. La cifra es, pues, sostenida, si acaso no se supere este 2023. Preocupante.

Sobre los feminicidios ha dicho sabiamente Judith Butler -filósofa, activista y feminista contemporánea-: “Por terrible e individual que pueda parecer cualquiera de estas pérdidas, se enmarcan en una estructura social que no considera que las vidas de las mujeres, incluidas las mujeres trans, sean dignas de ser lloradas”.

La violencia contra las mujeres es estructural toda vez que es transversal, potente, sostenida. En tiempo y espacios. Desde lo temporal, ha estado en el pasado, está vigente ahora mismo y -sino la erradicamos- estará también en el futuro. Desde lo espacial, se expele violencia en las calles, los hogares, la escuela, la política, los medios…

“La violencia estructural es concebida dentro del triángulo de la violencia elaborado por Galtun, cuyas otras dos aristas son la violencia cultural y la violencia directa. A las primeras dos, dicho autor las denomina “invisibles” y, a la tercera, ´visible´” han reflexionado en un texto de 2021 las peruanas Mayra Sánchez y Rita Zafra.

Cifras mundiales

Las cifras que evidencian prácticas violentas sistemáticas contra las mujeres sobran. Para 2017, Mónica Serrano y Manuel Canales, denunciaban en número especial de National Geographic que a escala mundial 120 millones de niñas eran víctimas de violaciones y 200 millones de mujeres habían sufrido mutilación genital; asistir a una escuela se cumplía en las niñas en poco más de la mitad apenas, 700 millones habían sido desposadas…

Las formas en que se cocinan lo que al final se materializa en estos datos pueden ser agrupadas en un concepto: discriminación. Entendida como tratar diferenciada y desigualmente a una persona o grupo en diversos ámbitos, “La discriminación es un fenómeno social que vulnera la dignidad, los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas.”, reza en un documento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México – CNDH.

Estereotipos y prejuicios

Así, sobre la mujer se establecen y perpetúan ideas aceptadas comúnmente por la sociedad machista con carácter de inmutable: estereotipo y así se preconciben respecto a ellas valoraciones equívocas partiendo de información parcial sin mayor razonamiento: prejuicios. Andinas, afroperuanas e indígenas son blanco constante de exacerbación del sentido racial de los grupos étnicos hegemónicos, en repercusiones socio culturales que las reduce como “grupos menores”: racismo. Reciben el odio expresado por su sola condición de ser mujeres, vía hostilidades varias (comenzando desde el lenguaje), circula -sólo un ejemplo- por la internet en tiempo real en reticularidades y viralidades inéditas: misoginia. Hay rechazo generalizado hacia mujeres trans, quienes nacieron con o desarrollaron una identidad de género distinta a su sexo biológico: transfobia.

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(*) Colaborador y articulista.

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