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PREVIOS AL FEMINICIDIO (II)

Escribe: Luis Rolando Alarcón Llontop (*)
Edición N° 1329

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  • Porque la cosa no sólo va por lo analógico: la web ha ampliado bien las carreteras para llegar a una mujer; y -eventualmente- para atropellarla.

Otro fenómeno que puede ser preliminar a los feminicidios es el acoso u hostigamiento. Se entiende como un comportamiento agresivo indeseable dirigido a una mujer (víctima) procedente de un varón, incluso desde otra mujer o -más raro- grupo de varones o mujeres (victimario/s) y que suponga un desequilibrio de poder. Es acoso el que le puede proferir un jefe a una colaboradora; una maestra a una alumna; el proveedor de un bien o servicio a una consumidora.

La Comisión de Oportunidades para la Igualdad del Empleo aclara que el acoso no tiene que ser exclusivamente de naturaleza sexual. Podrá, así, el acoso no motivado por el blanco de obtener un favor sexual, tener móviles de competencia, superioridad, odio. En cualquier caso, los acosos se manifiestan de modo verbal (insinuaciones, insultos, etc.) y físico (roces, tocamientos, empujones). El acoso no es una conducta que sólo se cierna sobre una mujer, si bien suelen ser sus sujetos favoritos.

Los acosos contra las mujeres se dan en espacios predecibles como “poco probables”. No deja de sorprenderme cómo la investigadora Kathryn Clancy, por citar, documentó en 2018 el acoso sexual en el insospechado campo de las ciencias y la investigación científica. Tras aplicar miles de encuestas y decenas de entrevistas en predios académicos superiores de los EE.UU. destapó un panorama alarmante: mentores que habían pretendido a una aspirante, profesoras que tentaban a una alumna, persecuciones entre colegas…

El acoso es tan deleznable por su misma práctica como por sus consecuencias. Clancy encontró, por ejemplo, carreras de investigación truncadas en pasantes que desistieron de continuar en una atmósfera insostenible. Ya no confiaban, porque muchas veces ante intentos de denuncia, recibieron del entorno respuestas de “normalización”. El afrentar contra un desarrollo potencial y digno de una mujer puede ser lo peor del acoso.

En los medios y en lo digital

Bombshell (en español El escándalo) es un filme de 2019 dirigido por Jay Roach. Trata sobre los múltiples casos de acoso sexual al interior de una cadena de TV norteamericana, cometidos por el CEO Roger Ailes. Se basa en algo real. Las organizaciones, que debieran ser espacios seguros para el respeto a las mujeres, no lo son en varios casos. A diario, la comunicación interna, cara a cara o la mediada por TIC, es usada para acosar a una mujer.

Porque la cosa no sólo va por lo analógico: la web ha ampliado bien las carreteras para llegar a una mujer; y -eventualmente- para atropellarla. El mundo digital y su expansión global ha supuesto inéditas formas de acoso contra la mujer como el ciberbulling contra las niñas y los hostigamientos sexuales en línea contra las mujeres.

Esa violencia de género contra mujeres y niñas que disponen las nuevas TIC adquiere ropajes varios. Un documento de 2022 de la Organización de Estados Americanos - OEA los enumera, describe y explica:  Desde creación, difusión, distribución o intercambio digital de fotografías, videos o audioclips de naturaleza sexual o íntima sin consentimiento hasta ciberhostigamiento o ciberacecho; pasando por ataques a grupos, organizaciones o comunidades de mujeres... Son 12 los tipos de violencia catalogadas.  Reseña la OEA: “La violencia de género facilitada por las nuevas tecnologías es un fenómeno que de forma creciente afecta la privacidad y seguridad de las mujeres dentro y fuera del ciberespacio”.

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(*) Colaborador y articulista.

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