• La corrupción política socava la legitimidad de la clase política y genera un ambiente de descontento y desafección hacia el sistema político en su conjunto.

El concepto de corrupción política no es único ni consensuado. Aunque es bien aceptado el de Transparencia Internacional, “el abuso del poder para beneficios privados que finalmente perjudica a todos y que depende de la integridad de las personas en una posición de autoridad” (s.f.), creo pertinente asumir los tres elementos que marca Soriano (2011): 1) el incumplimiento de una norma, 2) el accionar desde la función pública, y 3) la obtención de un beneficio.

La corrupción política que -señala Transparencia Internacional (s.f.)- puede ocurrir en cualquier lugar, involucrar a cualquier persona, ocurre en las sombras, y se adapta a diferentes contextos, erosiona la confianza de los ciudadanos, debilita la democracia, obstaculiza el desarrollo económico y agrava desigualdad, pobreza, división social y crisis medioambiental de una nación. Con estos elementos podemos deducir que la corrupción política configura una entidad tripartita: es a la vez una realidad, que se percibe en su momento, y que proyecta sus consecuencias (reales y no reales) a un futuro.

Partícipes y percepción

Pueden ser actores activos en un acto de corrupción política: a) funcionarios (servidores públicos) cuando a cambio de sus servicios, exigen o aceptan dinero o favores; b) políticos que hacen mal uso del dinero público o ceden empleos o contratos públicos a patrocinadores, amigos, familiares; c) empresas que sobornan a funcionarios para conseguir lucro ilegal (y acá deben sumarse, cómo no, personas naturales). Agreguemos actores secundarios o pasivos: a) la prensa que no fiscaliza; b) los entes públicos de control que no cumplen su tarea; c) los ciudadanos que naturalizan las prácticas corruptas o terminan solo aceptándolas.

Los ciudadanos de América Latina suelen asociar, más que otras combinaciones que podrían desprenderse de lo visto arriba, dinero – políticos – corrupción. Si los ciudadanos de un país perciben que los políticos y la política hacen mal uso del dinero, es en buena parte merced a que registra una frondosa historia de corrupción política de tal índole y no otra, como ha sido documentado bien para el Perú, por ejemplo, por Quiroz (2021). Como fuere, la asociación políticos – dinero – corrupción resulta en un búmeran. En España ya hace varios años que el desapego de los ciudadanos hacia los partidos políticos los ha alejado no solo a aquellos como militantes sino como aportantes de financiamiento a estos últimos, desestabilizando indirectamente la equidad democrática ha analizado entre más Jiménez (2016).

Perú: escenario de corrupción

Un colega trujillano con quien encaramos una investigación académica relacionada indirectamente al tema de esa columna me envió los siguientes apuntes de estos dos párrafos finales:

La corrupción en el Perú registró, en 2023, sus indicadores más altos de los últimos 20 años reveló hace poco Transparencia Internacional (2024). En nuestro país, entre las instituciones más corruptas percibidas están el Congreso de la República, con el 76 %, y los partidos políticos, con 31 % marcaba un reporte pre pandemia de Proética (2019).  Ya de mucho antes, la percepción de la opinión pública sobre la corrupción en la clase política era vista como un problema social, anota Marín (2004).

Los escándalos de corrupción, los casos de malversación de fondos y el abuso de poder por parte de los políticos, precisa Bazo (2018) han minado la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas. La falta de transparencia y la impunidad de los casos de corrupción contribuyen a esta percepción negativa ante el sistema democrático, apuntará Pastrana (2019). En este contexto, la corrupción política socava la legitimidad de la clase política y genera un ambiente de descontento y desafección hacia el sistema político en su conjunto.

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(*) Colaborador y articulista.

 respuesta de Lucy chapcas el 2023-06-01.

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