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REFLEXIONES: Talleres de arte, espacios, política, consumo y demanda social

Escribe: Carlos Mendoza Canto (*)
Edición N° 1342

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El arte, como expresión humana, ha estado y estará siempre presente en los distintos momentos de nuestra vida como individuos, una de las primeras evidencias de esta indisoluble relación imaginario - narrativa y persona, desde la investigación científica, son las pinturas rupestres halladas en la cueva de Altamira (España), tesoro valioso (Patrimonio Cultural de la Humanidad  - Lista del Patrimonio Mundial – 1985 UNESCO) que pone en evidencia la expresión artística humana realizado en el paleolítico, 15,000 años atrás; creaciones que expresan aspectos de la vida, la cultura y la creatividad de los hombres y mujeres que habitaron la cueva, al tiempo que pensamiento simbólico, los modos de entender, expresar y testimoniar la vida de los primeros grupos humanos, desafíos aún  permanentes al por qué, para qué  y para quién se expresaron artísticamente. En toda América, y en lo que hoy es nuestro país y nuestra región Lambayeque, existen también importantes registros de pictografías (figuras pintadas) y petroglifos (figuras grabadas sobre rocas al aire libre), como en Olmos y Chongoyape, evidencias cercanas del arte como expresión humana.

Con la indulgencia de las distancias temporales y cercanías de expresión, quiero aproximar esta relación planteada aquí y, juntos, reflexionar sobre la vital importancia del arte en la educación y sobre nuestra permanente e indisoluble relación con la expresión artística.

Me permito partir desde nuestros intereses personales actuales (obras, belleza, comunicación, expresión, economía) mirando hacia los derechos de los niños y adolescentes, nuestros hijos; de igual modo a la voluntad política de los sistemas educativos en los procesos de enseñanza aprendizaje, voluntades y políticas materializadas históricamente en curriculas desde la primera mitad del siglo XIX a la actualidad, con mayor o menor incidencia.

Arte y desarrollo cognitivo

Asimismo, si hacemos una introspección y recuento en el desarrollo de nuestra propia vida, de aproximadamente 50 años, encontraremos que siempre hemos vivido el arte, que siempre y permanentemente  hemos estado alentados y estimulados  por profesores, psicólogos y padres de familia; dado que, en un gran sector- segmento de la población, se tiene conciencia plena de que la práctica del arte, en sus distintas expresiones, contribuye al desarrollo cognitivo y desarrollo de habilidades y destrezas, como la creatividad y la curiosidad; además, su práctica compartida a modo de talleres presenciales, fomentan la integración, identidad y el autorreconocimiento, en y desde el otro;  por lo tanto, la generación y creación de espacios o infraestructuras para el arte son una necesidad para la sociedad, dado que estas hacen frente a los profundos cambios en la realidad mundial, como lo fue el COVID 19 y  el  extremo abuso del uso de las tecnologías contemporáneas, fenómenos que  sabemos generan crisis en el vínculo social.   

Este idílico supuesto, compartido a nivel local, se destruye cuando vemos que no se crean infraestructuras culturales (espacios) o desarrollan planes de acercamiento al arte desde el sistema educativo actual (programas). Lambayeque no cuenta con centros culturales municipales, regionales o nacionales, los colegios primarios y secundarios colocan la práctica artística como un tema electivo y en horario distinto al académico, no existen escuelas de formación profesional de arte (escuela de artes plásticas, escénicas y dancísticas), evidencias que grafican esta dicotomía del conocer el por qué, para qué y para quién propiciamos arte. Respuestas claves para una gestión cultural que transforme y permee la vida social de la comunidad, esto sin señalar el otro importante componente de valor económico que el arte podría significar.

Gestión cultural

Estas aseveraciones no intentan señalar que estemos carentes de expresiones de arte o no haya artistas en la región, los hay y , sin duda, buenos; empero, hoy, son ellos (nosotros) los que están (estamos) generando emprendimientos culturales, lo mismo que los tantos otros emprendimientos económicos en sus respectivas líneas; nosotros, en la realización de talleres de arte o producciones para el mercado, dirigidos a un público convocado aún desconocido, luchando e intentando engrosar el consumo cultural de la ciudad,  intentando responder los por qué y para qué de los padres, teniendo siempre cerca el sinsabor del fracaso  o la autocomplacencia de realizar  la oferta por la oferta.

Pienso que las aristas base, de la gestión cultural en la región y el país, aún no están resueltas; que la gran profusión de actividades y emprendimientos artísticos y culturales, independientes, no encuentran su correlato en demanda, consumo y economía. Las instancias político públicas no ven, aún, la profundidad y transversalidad del arte y la cultura de la vida social y el desarrollo humano.

La experiencia propia

En el 2012, como profesional del arte en mi responsabilidad social creé, junto con mi esposa, un centro cultural gastronómico que en el contexto de pandemia se convirtió en centro cultural,  exclusivamente, donde la impartición de talleres de arte conviviales, en distinta índole, son uno de nuestros principales ejes y desde donde nos sentimos satisfechos; falta aún encontrar y perfilar nuestro público, nuestros consumidores y demandantes, conocernos para lograr la ansiada sostenibilidad. Trabajamos con miras a resignificar la institucionalidad de la cultura, desde lo independiente, apostamos a procesos participativos, colaborativos y cooperativos, familiares, y de encuentros pacíficos para dimensionar la condición humana.

Hoy a cabo de los 3 años cumplidos como Centro Cultural, tenemos claro que:

Nuestros espacios de aprendizaje son también espacios afectivos en los que ofrecemos procesos de aprendizaje compartido.

Que el acceso al arte de los de niños y jóvenes son derechos que deben ser promovidos con enfoque familiar, y con sustento a la “Declaración universal de los derechos de los Niños”.

También que debemos reconocer, en esta reflexión compartida a modo de aniversario, el auto aprendizaje, la importancia de revisar la misión, los valores y los procesos, de mirar al otro, los otros, y enfocarnos en el nosotros, son 3 años de Ochocalo Centro Cultural que esperamos sean muchos más, gracias a la demanda social y el entendimiento de su importancia para la vida de la sociedad. Feliz Aniversario equipo y familias Ochocalo Centro Cultural.

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(*) Gestor Cultural.

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