Con profundo agradecimiento asistí al "Encuentro formativo y peregrinación" con ocasión de la 59° Jornada Mundial de las Comunicaciones en Chiclayo, organizada por la Comisión Episcopal de Comunicación de la Conferencia Episcopal Peruana en coordinación con la Diócesis de Chiclayo y la presencia de periodistas y comunicadores de las 46 jurisdicciones eclesiásticas del Perú.
Participé del panel que reflexionó desde el periodismo el Mensaje de su Santidad Francisco para la LIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones
Papa Francisco nos dejó estas significativas y profundas frases a los comunicadores: “Desarmar la comunicación”, “Dar razón con mansedumbre de la esperanza que hay en nosotros”, "Esperar juntos" y "No olvidar el corazón", el que compartí junto a las periodistas Esther Nuñez, Jesús León Ángeles y Albertina Navas.
En mi participación en el marco del Jubileo de las Comunicaciones 2025, dije “resuena con especial profundidad el mensaje del papa Francisco durante la LIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Dos frases suyas “Esperar juntos” y “No olvidar el corazón”– nos interpelan no solo como comunicadores, sino como seres humanos, ciudadanos y creyentes. En ellas se encierra una invitación urgente a redescubrir la esencia del periodismo como vocación al servicio de la verdad, de la comunidad y del prójimo”.
Esperar juntos: el periodismo como comunidad que acompaña
“Esperar juntos” no es una consigna pasiva. En el Evangelio según San Lucas, los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) caminan desalentados tras la muerte de Jesús, pero es en ese caminar compartido donde el Resucitado se hace presente. Jesús no les revela de inmediato su identidad, sino que primero les escucha, les acompaña y les interpreta las Escrituras. Solo cuando comparten el pan, sus ojos se abren. Esta escena es una alegoría poderosa del acto comunicativo auténtico: escuchar antes que hablar, caminar al lado del otro, discernir en comunidad, y no imponer desde una torre de superioridad.
Como periodistas, “esperar juntos” implica vivir el oficio no como ejercicio de poder o espectáculo, sino como servicio a la esperanza. Significa asumir que las sociedades no avanzan desde la polarización ni desde los discursos que buscan dividir o alarmar, sino desde una comunicación que siembra confianza, que reconoce la dignidad del otro, y que no se rinde ante el cinismo.
Hoy más que nunca, necesitamos un periodismo que sepa acompañar a la sociedad en sus dolores, en sus búsquedas, en sus silencios. Un periodismo que no se adelante con juicios ni pretenda imponer certezas, sino que sepa transitar el tiempo del pueblo, con sus luces y sombras. “Esperar juntos” significa construir relatos con y no sobre las personas. Es también una forma de resistencia frente a la ansiedad por la primicia o el sensacionalismo. Es preferir la profundidad a la velocidad.
No olvidar el corazón: una ética que se encarna
Francisco nos exhorta también a “no olvidar el corazón”. En un mundo sobresaturado de información y algoritmos, esta frase nos recuerda que la verdad no se comunica solo con datos, sino con humanidad. En palabras del Evangelio: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34). Un periodista sin corazón puede ser preciso, pero no será justo. Puede ser veloz, pero no edificará comunidad.
La ética periodística no puede reducirse a códigos ni normativas. Está arraigada en una conciencia despierta, en una compasión activa, en una mirada que reconoce al otro no como objeto de la noticia, sino como sujeto de dignidad. En este sentido, “no olvidar el corazón” es también no olvidar a las víctimas, a los marginados, a los que no tienen voz. Es negarse a normalizar la violencia o a trivializar el dolor.
El papa nos recuerda que la inteligencia artificial, los sistemas automatizados y las redes no pueden sustituir lo más humano: la capacidad de sentir, de escuchar, de conmoverse. Una tecnología sin corazón genera contenidos, pero no comunica. Un periodista sin corazón informa, pero no transforma. Comunicar desde el corazón no es sentimentalismo: es tener el coraje de mirar de frente el sufrimiento del mundo y narrarlo con verdad y ternura.
Un periodismo con rostro humano y sensibilidad
La comunicación no es neutra. Toda narrativa modela una forma de ver el mundo. Por eso, el periodismo necesita una conversión ética constante. Estamos llamados a practicar un periodismo con rostro humano: uno que reconozca las historias detrás de las estadísticas, que denuncie sin destruir, que critique sin deshumanizar. Como dice el Evangelio de San Juan, “la verdad os hará libres” (Jn 8,32), pero solo una verdad comunicada con caridad podrá ser fuente de libertad y no de manipulación.
No basta con decir la verdad; hay que decirla con amor. San Pablo lo expresa con fuerza: “Si no tengo amor, nada soy” (1 Co 13,2). En el contexto comunicacional, esto se traduce en una búsqueda honesta de la verdad, sin rendirse a los intereses económicos, políticos o ideológicos que muchas veces contaminan la agenda informativa. El periodista con corazón es aquel que pone la conciencia por encima del aplauso, la coherencia por encima de la conveniencia, la integridad por encima del cálculo.
La sensibilidad no es debilidad, es profundidad. Una sociedad anestesiada, que consume noticias como entretenimiento, necesita que el periodismo despierte la empatía, rehumanice las palabras, reconstruya puentes. En este sentido, las mujeres periodistas –muchas veces desde la experiencia de ser madres, cuidadoras, lideresas– tenemos una voz que aportar, una mirada que integra lo ético, lo afectivo y lo social.
La misión del periodismo en tiempos de posverdad, crisis y desinformación, no es solo técnica. Es profundamente espiritual. Comunicar es, en el fondo, un acto de fe en que el otro merece la verdad. Es un acto de esperanza en que el bien común todavía es posible. Y es un acto de amor: porque solo quien ama, escucha verdaderamente; solo quien ama, se preocupa por cómo una noticia afecta a una comunidad; solo quien ama, defiende la verdad, aunque le cueste.
En este jubileo de las comunicaciones, como periodistas, madres, creyentes y ciudadanas, estamos llamadas a renovar nuestra vocación no como repetidores de información, sino como sembradoras de verdad con esperanza. Que no olvidemos nunca el corazón. Y que sepamos esperar juntos, incluso cuando el horizonte parezca incierto. Como María junto a la cruz, como los discípulos en Emaús, como cada ciudadano que espera una palabra que consuele, que oriente, que edifique.
Solo así, el periodismo será no un oficio cualquiera, sino una misión profética en el mundo.
Gracias Conferencia Episcopal porque me dieron la oportunidad decir en nombre de los periodistas lambayecanos como su representante desde el Colegio de Periodistas de Lambayeque, lo que mi corazón siente de este inolvidable mensaje de Francisco.
Este mensaje cobra más actualidad y compromiso con algunas de las frases de Papa León XIV, dirigidas a los comunicadores: "Desarmemos las palabras y ayudaremos a desarmar el mundo", "La paz es un concepto que estará presente a lo largo de su pontificado", "La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven problemas, sino que los agravan", "Debemos decir no a la guerra de palabras y de imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra".
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Directora / Editora fundadora.