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La africanía zañera de Brando

Escribe: Larcery Díaz Suárez (*)
Edición N° 1330

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El poeta Hildebrando Briones Vela nunca ha dejado de rendir homenaje a su tierra, a su sangre y a su “coló”. En cada uno de sus decimarios, desde el primero al más reciente presentado el viernes en el Palacio Municipal de Chiclayo y en la mayoría de sus quinientas décimas, le brota la querencia al lugar en donde nació y creció: “Quiero a mi pueblo de Zaña/ como quiero al Dios del cielo/ al entorno de mi suelo/ con su río que lo baña…”.

Sabrosa fórmula poética

“La décima, esta versátil y sabrosa fórmula poética, tiene entre nosotros como simple estrofa en su forma de glosa, históricos antecedentes americanos y vigencia”, dice Nicomedes Santa Cruz en “La Décima en el Perú”, investigación literaria y de alcance antropológico del Instituto de Estudios Peruanos.

La décima empieza a gestarse en los albores del Renacimiento, en el siglo XV cuando el proceso de la literatura española vive una apoteosis de romances y canciones. En la obra de Nicomedes se explora la tradición peruana de la décima, que -dice- se cantó desde la conquista del Tahuantinsuyo, las guerras civiles entre los conquistadores, la adulación y el ataque a los virreyes y el épico enfrentamiento durante el ciclo de Túpac Amaru, tanto en quechua como en lengua castellana.

En la segunda mitad de siglo XVIII, hasta las primeras décadas del siglo XIX, fueron los núcleos de población negra los que mantuvieron viva esta añeja tradición, que llegó a su casi total extinción en la década de 1940 con la glosa en décimas a la Segunda Guerra Mundial. Pero felizmente en Perú la décima no se extinguió; menos en Lambayeque donde desde hace años se desarrollan encuentros de decimistas. El último organizado por la Universidad Señor de Sipán fue en 2009 en que se publicó una Antología de Décimas Lambayecanas, recogidas por Tomás Serquén Montehermozo.

En agosto último se realizó en Chiclayo el Primer Encuentro Internacional de la Décima Espinela “Americanto Espinel”, organizado por Miguel Reinoso Córdova. Payadores, trovadores, decimeros, en contrapunto en verso improvisado, vinieron de México, Panamá, Argentina, Brasil, Chile y Colombia.

Y el profesor Tomás Serquén promueve desde el colegio “Amancio Varona” de Tumán, el Festival de Décimas Lambayecanas. Al comenzar noviembre de 2023 realizó su XIII edición. Y antes de finalizar ese mes, en Ferreñafe se desarrolló el Festival Nacional Escolar de la Décima y la Cumanana, en homenaje a Víctor Hugo Parraguez, uno de los mejores decimistas de Lambayeque y el norte. Aparte de los nombrados, en los últimos 50 años Lambayeque se precia de contar con décimas de Alfonso Tello Marchena, Luis Abelardo Núñez, Leonela Másquez, Raúl Ramírez, Martín Lozada, Luis Arrasco, Iván Santa María, Manuel Mundaca, Juan Carlos Sánchez, José del Carmen Huerta, Libni Córdova Tapia, entre otros.

Representativo de Lambayeque

En el prólogo de “Africanía zañera”, el poeta Andrés Díaz Núñez afirma que indudablemente el decimista más representativo de la región Lambayeque en el siglo pasado fue Emiliano Niño Pastor (Lima 1845-Motupe 1931), quien cultivó impecablemente el soneto, el cuarteto, la décima. “En el presente siglo, sin temor a equivocarme, el decimista más representativo es Hildebrando Briones Vela, nacido en Zaña en 1943. Sus décimas gozan de calidad literaria”.

Da cuenta que Brando desarrolla la esclavitud, el monoteísmo, el medio ambiente, las violaciones y el existencialismo, donde denuncia cómo los negreros cazaban negros en África y los traían a vender al Perú, recién conquistado por los españoles. En otras décimas habla sobre el artista, los celos, la poesía, el libro, la escoba, el campesino serrano, el chancho zañero, la negra, la niñez y también le dedica una décima a nuestra afamada artista Tania Libertad. “En todas sus décimas, demuestra dominio sobre esta especie lírica. Escribe con mucho rigor y respeto a las leyes de la preceptiva literaria; además, conoce muy bien el modus pensando y el modus vivendi del poblador zañero”. Díaz Núñez plantea, además que ya es tiempo que se escriba un ensayo o una tesis sobre la producción literaria de este gran decimista.

Análisis académico

En la ceremonia de presentación de África Zañera, el docente universitario Milton Manayay Tafur, analiza la décima “Esclavitud”, la primera del libro. “Es la décima-marco; el cantor se sitúa en el lugar matricial propio: “tierra africana”, lugar “donde nació la vida”, espacio “donde creció el continente. Posicionado en el espacio continental mayor, el decimista traza una identidad afro -de la que él forma parte-, construida históricamente por dos fuerzas en relación paradójica: por una parte, se trata de una cultura extendida en el mundo (“fueron poblando los cielos / de toditas las naciones”), una cultura situada en espacios diversos (“fueron poblando las zonas / de llanos y de montañas”), de otra parte, este desplazamiento totalizador se realizó a cambio de su deshumanización, de su desapego forzado de su raíz matricial (“arrancados de su suelo”) y de su transformación social que devino en condición de esclavitud (“pasaban de mano en mano, / y de patrón en patrón, / con poca alimentación / y el trato más inhumano. / Negro aún, no era cristiano. / Dicen que ni alma tenía, / y toda esa vil falsía / fueron dañado su imagen, / para que todos lo ultrajen / por matar su idolatría”).

Según Milton Manayay, se configura, entonces, una percepción (somatización) alineada en una narrativa, de la inanidad: extensión difusa (poblaron toditas las naciones), pero intensidad debilitada (trabajos forzados, peor de los maltratos, trato más inhumano, ultrajado, poca alimentación, esclavos). “Por ende, esta percepción cultural matricial, históricamente desarraigada de su espacio, de manera forzosa, injusta y deshumanizadora, Brando la construye con una estrategia paradójica, contrastiva, de contrariedad de fuerzas tensionadas que aún operan en un espíritu que percibe la condición de África como espacio de origen de la vida (“esta tierra africana”), pero también como espacio de origen de muerte social (esclavitud, el negrero, la cacería, las redes de fino cuero): “Ahí donde nació la vida / Donde creció el Continente / Ahí se cazaba la gente / Que está en el mundo esparcida, / Producto del homicida / Mercenario sin entrañas / Arguyendo mil patrañas / En la trata de personas / fueron poblando las zonas / de llanos y montañas”.

 

“En este fluir emotivo, de percepción sensible, Brando no solo dice su versión acerca de la condición histórica de sus hermanos antecesores afros (“al hermano, a la hermana”) sino también desdice las versiones que sobre ellos falsamente se erigieron. Estamos, aquí, entonces, ante la intención del canto, en el plano discursivo de la décima brandiana, la décima ya no en sentido textual, estructura de sentido, sino en su rol social, en su efecto socialmente situado, en su fuerza buscadora de determinados efectos como voz cantada. Con este proceder, Brando, inscribe su décima en un campo histórico-social humanizante que, por ser tal, no solo comunica un saber (un contenido epistémico), sino que actúa con un deber (un contenido ético). En este tránsito del saber ("eran esclavos") al deber ("dicen que ni alma tenía / toda esa vil falsía"), la décima se torna discurso. Brando sabe decir, empero, también, Brando debe decir”.

A su vez, el escritor Gilbert Delgado expone que, “si bien el título parece privilegiar una etnia y el primer poema ‘Esclavismo’, parece condenar la acción devastadora del hombre blanco, podemos concebir también la posibilidad de superar estos pareceres y destacar la intención profunda de reivindicar al ser universal (social, personal) y promover la integración y la buena convivencia más allá de la reducción a una etnia”. Para tal propósito, contrasta lo hallado en el poema “Esclavismo”, con el producto del análisis del poema “El clavel enamorado”, y complementa con otros aspectos del poemario. La incursión en el sentido profundo de ambos poemas, la efectúa Gilbert Delgado desde la metodología del análisis semiótico.

Por su parte, el escritor Dandy Berrú, precisó que África zañera no es más que el tributo que Brando rinde a sus raíces raciales de la que es adeudo en esa mixtura multiétnica producto de las relaciones de interculturalidad que se acentuó con la presencia hispánica en estos lares desde 1531. “De Angola, el Congo y Mozambique, llegaron a nuestra América un promedio de 95,000 esclavos; 20,000 se quedaron en Lima. En Yapatera, Morropón (Piura), Zaña, Capote (Lambayeque), Chincha, Cañete entre otros espacios fueron puntos de concentración de afrodescendientes que mucho después coparon otros territorios de la patria, contribuyendo así, al Perú multiétnico”.

Dandy Berrú agrega que en Zaña, de tradición decimera, se recuerda a los hermanos Colchado Zambrano (Cristian y Eduardo), también Juan "Waly" Leyva. “De esa escuela, pertenece Brando Briones Vela, quien de adolescente fue abordado por el mismísimo Nicomedes Santacruz, quien tuvo palabras premonitorias avizorando a un grande de la  décima. Y vaya que no se equivocó. Don Guillermo Baca Aguinaga, en acto público en referencia a Brando, lo bautizó como: El Nicomedes Santa Cruz de Lambayeque".

Finalmente, en el libro Pedro Manay Sáenz menciona que Africanía zañera nace gracias a la alianza logística, cultural y poética de los hermanos Nicanor, Óscar y Germán Erazo Calle, quienes aportan a la impresión del libro con una acción de filantropía ejemplar. “Hay espíritus nobles que tienen la ejemplar voluntad de decirle sí a la cultura en un tiempo de sombras, como para demostrar también que la literatura es una dimensión de luz, de fraternidad y de amistades que abren sus corazones al arte literario porque saben que los libros son semillas cargadas de fe y esperanza en una nueva y hermosa historia de los hombres y los pueblos”, precisa Manay.

 

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