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CREMA DE ANIVERSARIO: Chiclayanos de la U

Escribe: Eloy Seclén Neyra (*)
Edición N° 1263

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Domingo, día de fútbol. Siete de agosto en todo el Perú. Cumple 98 años el Club Universitario de Deportes. Desde aquí recordamos a los chiclayanos que formaron parte de su gran historia. Jugadores que hicieron mucho más que jugar. Deportistas cuyo esfuerzo, coraje y disciplina forjó la tradición de la Garra Crema, un sentimiento que identifica a millones de peruanos y peruanas. Más allá de la cancha, la lucha continúa.

Un adolescente de 14 años, sanjosefino apenas a la mitad de la secundaria, un Cachorro. Ese era Hernán Castañeda en 1959, cuando su profesor de Educación Física, Eduardo Laca, lo animó a probarse en Los Caimanes de Puerto Eten. La educación pública tenía la virtud de realmente capacitar para buscar oportunidades. Era un anhelo social acceder a ella, esforzarse y buscar triunfar en la vida. Quizá por ello el equipo crema, el cuadro de los estudiantes universitarios, ganaba tanta popularidad y sobre todo respeto en la afición futbolera.

Luego de su paso por Juan Aurich, Cachorro Castañeda llegó a la U. Fue capitán del equipo crema subcampeón de América en 1972, campaña en la que arrancó como titular en todos los partidos. Hasta entonces las finales eran monopolios de equipos brasileños, argentinos y uruguayos. La U del Perú estuvo ahí. “El primer equipo del Pacífico en llegar a ser finalista”, escribieron en las crónicas deportivas de todo el continente. La U competía, luchaba, ganaba. Se hacía grande.

Cómo no iba a jugar de igual a igual si en la defensa estaba Carlos Carbonell, chiclayano ilustre cuya bravura para jugar lo hizo conocido como el Loco. La historia siempre habló de los recios defensas de la U, así como de volantes de contención que combinaban fuerza con elegancia para armar juego con inteligencia. El Loco Carbonell brilló en una época en que ni canilleras se utilizaba. Era bravo, lo cual significaba mucho más que vehemencia. La mejor metáfora para alcanzar el progreso a través del fútbol era dar la cara, poner la pierna fuerte. El esfuerzo colectivo que lograba triunfos memorables. La gente le llamó Garra.

Con toda una vida transcurrida en la Capital de la Amistad, el gran Percy Vílchez también brilló en Aurich antes de vestirse de crema. Entre tantos goles, anotó dos en la goleada 3 a 0 al histórico Nacional de Uruguay. Eran las semifinales de la Copa Libertadores y toda la hinchada vibró al ver al famoso arquero uruguayo Manga gatear de la impotencia. La delantera crema tuvo más de un sello chiclayano en aquellas décadas victoriosas de los 60 y 70, como lo evidencia el recuerdo de Enrique Casaretto Sono, enorme y potente delantero, tres veces campeón nacional con la camiseta que amó y defendió con pundonor: la crema de la U.

Sí, el mismo Casaretto del legendario saltito. Aquel del inolvidable triunfo de Perú ante Brasil en septiembre de 1975, cuando se logró el título de la Copa América. Casaretto querido e inolvidable.

Paisanos de toda época

Allá en Cayaltí, tierra dulce y laboriosa, todavía recuerdan el legado de los hermanos Luis y Arnaldo Cadenillas Echeandía, jugadores de Universitario y Juan Aurich, respectivamente. El recordado Canuto fue uno de los tantos valores que se abrió camino disputando la Copa Perú y logró un contrato profesional con el equipo merengue. Obtuvo el título de campeón nacional en 1982.

Parte de ese cuadro fue el recordado Rodolfo Chavarry, volante ofensivo que marcó y generó varios goles. Uno de ellos es considerado el mejor de toda la historia de los clásicos del fútbol peruano. Chavarry dio dos de los nueve toques con que Miguel Seminario anotó un gol tan bello que hasta le escribieron una canción: “Con toques en primera, pases precisos, corridas centellantes hasta el campo rival, gambeta genial, combinación total, remates en primera, ¡y el gol hay que celebrar!”. De esa tarde inolvidable en el Estadio Nacional todavía quedan testigos.

En los ochenta también dejó huella con la crema el gran Luis “Guaricho” Mansilla, mediocampista de larga trayectoria en el fútbol peruano, hoy dedicado a la formación de nuevos talentos. Talentos, por ejemplo, como el arquero Diego Romero o el buen Alex Valera, reciente contratación del fútbol árabe y vigente goleador de la Liga 1. Orgullo de todo Pomalca.

Jugando al fútbol se puede escribir la historia. Ha sido y debe seguir siendo una herramienta de cambio social. Muchos chiclayanos migraron a Lima con la convicción de triunfar. Con esfuerzo, con Garra, lo lograron. Demostraron lo que Chiclayo podía dar al fútbol peruano y escribieron la quinta vocal con letras mayúsculas. Era mucho más que un espectáculo, era una metáfora de la peruanidad. De ver su coraje, las tribunas comentaban eso de que la U es la U. Noventa y ocho años después, la gente que conoció esa y muchas leyendas sigue luchando. No solo por retomar los éxitos deportivos, hoy esquivos, sino por participar en una institución libre de corrupción y gestionada con el mayor activo que pueda tener: su hinchada.

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(*) Sociólogo y docente universitario.

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MOMENTO DE ACTUAR: Hay que desinfectar a la política en el Perú

Escribe: Jorge Chávez Pita (*)
Edición N° 1263

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Sin duda, para nadie es desconocido que en el Perú, la forma de hacer política se ha descontextualizado en su esencia y degradado moralmente desde hace décadas. Hoy en día ser político es entrar a un escenario donde lo que medianamente estaba bien anda mal, incluso ya huele a putrefacción y sin atisbos de sanación, por lo tanto, hay que someterla a una total desinfección.

La política es el conjunto de relaciones derivadas de la interacción de los seres humanos como consecuencia de vivir en sociedad - lo define así el diccionario Economipedia -, en ese contexto, la definición de este cuerpo lingüístico refiere que, para hacer política, basta que dos personas se relacionen para que la haya política y, si esta se hace dentro de estamentos decisorios para promover gobernabilidad, legislar y ejecutar políticas públicas en favor de una sociedad, se establecen derechos y obligaciones que irrestrictamente se tienen que cumplir.

Por lo tanto, las decisiones concordadas y decretadas bajo el concepto de hacer política deben ser efectivas, porque se hacen en representación de quien les encargó esta responsabilidad, es decir, quien los eligió.

Entonces, los acuerdos y las consecuencia provenientes de hacer política, obligatoriamente deberían favorecer a la ciudadanía, que les otorgó esa facultad, mas no al que la promovió.

¿Cómo funciona la política en el Perú?

Hoy en día, la funcionalidad de la política en el Perú es elefantiásica, precaria y fundamentalmente sucia e indiferente a la realidad nacional. Agregado a ello, los actores fundamentales encargados de procesarla, mayormente son personajes advenedizos, improvisados, incultos y algunos muy desgastados, con ideas retrogradas que nada bien le hacen al país y, por sobre todo, algunos de ellos, si bien no son inmorales, deshonestos y corruptos, se colocan en una posición vertical para mirar de arriba hacia abajo y de un lado al otro, buscando sus intereses subalternos - ni siquiera partidarios -, sino utilizando la escopeta de dos cañones.

Servirse de esta última para acometer contra los lineamientos establecidos de la igualdad y el bienestar social, mientras que otros, quizás en su mayoría, utilizando los cargos emanados de la voluntad popular se valen de este para apropiarse de los dineros del estado de una forma vil e irracional como ladrones de alto vuelo, con un expertis especializado criminal para robar lo que no es de su propiedad. Así funciona la política en el Perú.

Las consecuencias funestas

La forma de hacer política en el Perú es degradante e inmoral, por lo tanto, es un mal ejemplo para los jóvenes que quieren adentrarse en ella, quienes miran los malos actos de los políticos y las autoridades a quienes eligieron y que se ven involucrados en actos de corrupción.

Si bien muchos de ellos dejan de lado su deseo lógico y su derecho adquirido de hacer política, otros dicen: “Mira, si él roba, yo también lo puedo hacer y quizás mejor, por qué no”.

Es así que bajo este concepto, los corruptos aumentan, los montos dinerarios robados crecen y la inmoralidad cunde en un país donde un gran sabio, que hoy ya no usa chaqueta ni sobrero, nos repite hasta la saciedad: “No más pobres en un país rico”, cuando está por verse cuánto él se habría robado.

Concluyo trayendo a colación lo escrito por el locuaz periodista César Hildebrandt en el Semanario Hildebrandt en sus Trece, donde según él dice: “Se puede ser ignorante y discreto a la vez, pero Castillo exhibe su incultura como si se tratase de una virtud”, a reglón seguido, Hildebrandt, como es su estilo, frontal por naturaleza, prescribe que: “Ejecutivo y Legislativo tienen que largarse, todos dan asco”, acepción que siendo directa y extremadamente persuasiva en su concepción, resulta imperativa para paliar en parte la caída moral de la clase política y la inestabilidad democrática que hoy ronda en el país.         

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(*) Especialista en Contrataciones del Estado.

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A 150 AÑOS DEL GOLPE DE LOS GUTIÉRREZ (Y III): El primer presidente civil

Escribe: Freddy R. Centurión (*)
Edición N° 1263

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“Ciudadano Presidente: En los cincuenta años que lleva el Perú de nación independiente y soberana sois el único a quien los pueblos han elevado al mando supremo sin el apoyo de las bayonetas. Estáis colocado, señor, a la cabeza de una época”. Con tales palabras, el 2 de agosto de 1872, José Simeón Tejeda, presidente de la Cámara de Diputados, entregó la banda presidencial a Manuel Pardo y Lavalle. Tras las ardorosas elecciones, que acabaron en tragedia, se esperaba bastante del primer presidente civil en la historia republicana.

El surgimiento del civilismo

En abril de 1871, más de una centena de notables se reunieron en casa de José Antonio García y García a fin de organizar un grupo político, la Sociedad Independencia Electoral, de la cual surgiría el Partido Civil. “Para su advenimiento coincidieron tres cosas: la presencia de un leader excepcional con las características positivas de un caudillo, la formulación de un programa (cuyas notas más sencillas ante las masas fueron la reacción contra el militarismo y el anuncio de una "República práctica") y la enérgica e inmediata aptitud para ir a los hechos dentro de los cauces de un intenso y combativo proceso electoral”, apuntaría el maestro Basadre. Dicho líder era Manuel Pardo y Lavalle.

Se ha sostenido que el Partido Civil fue fruto de la revancha de los consignatarios frente a la decisión del gobierno de Balta de apartarlos del negocio guanero. Sin embargo, hay que notar que a lo largo de los cincuenta años republicanos, se habían producido varias transformaciones en la sociedad peruana, apuntando al surgimiento de un partido político moderno. De hecho, un análisis de la red de colaboradores en provincias, muestra que integraba a amplios sectores del país, a través de profesiones y oficios claves, buscando articular a los sectores laboriosos del país a fin de establecer una fuerza superior al de las individualidades aisladas, replanteando el sueño republicano.

La vertiginosa carrera de Pardo

Hijo del escritor costumbrista Felipe Pardo y Aliaga, Manuel Justo Pardo y Lavalle nació en Lima en agosto de 1834, y fue asesinado, cuarenta y cuatro años después, en noviembre de 1878, siendo presidente del Senado, poco antes de la catástrofe nacional de 1879. Inició su actuación pública como articulista en La Revista de Lima, resaltando el afán de promover el progreso material, la necesidad de orden e institucionalidad y la libertad cívica. Pardo hizo fortuna en actividades diversas, que incluyeron la agricultura, la banca y el comercio guanero.

Su prestigio como financista le abrió las puertas de la Secretaría de Hacienda en noviembre de 1865, en medio de la crisis generada por el conflicto con España. En tal coyuntura, su labor se caracterizó por un espíritu de honradez, de economía y por buscar el incremento de las rentas públicas, a través de un vasto plan tributario, cuyo fracaso hizo constatar que el guano no enriquecía a la Nación ni fomentaba la industria, ni el comercio y consiguientemente el bienestar del ciudadano. La lucha contra los intereses creados levantó fuerte oposición al Secretario de Hacienda, que renunció en noviembre de 1866.

En diciembre de 1867, Manuel Pardo fue elegido director de la Beneficencia Pública de Lima, cumpliendo una notable labor durante la epidemia de fiebre amarilla, fundando la Caja de Ahorros e iniciando la construcción del Hospital Dos de Mayo. Su popularidad aumentó con su labor como alcalde de Lima entre 1869 y 1870. Desde esa época, desarrolló una nutrida correspondencia con las provincias, que fructificaron durante la intensa campaña electoral de 1872.

Pardo asumió la Presidencia el 2 de agosto de 1872. Lejos de contar con tranquilidad, la agitación fue constante bajo el régimen de Pardo: Alejandro Revoredo hizo un recuento de 37 conjuras y rebeliones en contra del gobierno. El gran rival del líder civilista sería el antiguo ministro de Hacienda de Balta, el enemigo de los consignatarios, Nicolás de Piérola. En una sugestiva comparación, el poeta José Santos Chocano diría que “Pardo es el tipo imponente del Jefe de Estado; Piérola es el tipo irradiante del caudillo romántico”.

Y a pesar de tal agitación, Pardo se esforzó en materializar sus proyectos en el gobierno; don Manuel González Prada, crítico con el civilismo, escribiría con cierto respeto: “A pesar de la incesante inquietud en que gobierna [...] Manuel Pardo inicia reformas trascendentales y concibe grandes proyectos. Funda escuelas y contrata profesores europeos, deseando infundir nuevo espíritu a la educación nacional; crea los Concejos Departamentales, queriendo avanzar un paso en la descentralización política y administrativa; establece los registros civiles, preparando el terreno para la secularización de la vida social, etc. Mucho bueno habría realizado, merced a su carácter enérgico y emprendedor, si hubiera tenido auxiliares más aptos y enemigos menos pérfidos […] Con todos sus defectos, mejor dicho, con todos sus errores (algunos gravísimos) Pardo se diseña como el único mandatario que, después de Santa Cruz, haya concebido un plan político y abierto uno que otro surco luminoso”.

Descentralización y educación

La visión descentralizadora fue notoria en Pardo desde su viaje a Jauja, al apreciar las riquezas en dicha provincia. A lo largo de su gestión hacendaria entre 1865 y 1866, evidenció sus ideas descentralistas en la clasificación de las rentas y gastos públicos en generales y departamentales. Como alcalde de Lima, Pardo pudo apreciar los problemas rentísticos de las municipalidades peruanas, por lo que buscó generar rentas alternativas. Ya como presidente, y con la crisis económica surgida por el agotamiento de la renta del guano, Pardo vio la ocasión para lograr reducir el centralismo a través de la descentralización municipal, transfiriendo rentas y competencias a los Concejos Municipales, en un intento que duró hasta la dictadura de Piérola en plena guerra.

La educación, junto con la participación de la población organizada en las tareas del gobierno, eran para el líder civilista, el único camino posible para una transformación estructural del país. Para el mandatario no eran las leyes las que debían reformarse sino los hombres “y esta reforma no se obtiene sino por la educación y por la práctica misma de la población en los asuntos de su localidad”. Para impulsar la educación, Pardo tomó tres medidas fundamentales: en 1873 asignó a los Concejos Municipales responsabilidades en el desarrollo educacional local; en 1876 promulgó el Reglamento General de Instrucción Pública que estableció la educación primaria obligatoria y gratuita en su primer grado, además de definir las responsabilidades de los niveles primario, medio y superior; y por último, estableció la contribución de escuelas a todos los ciudadanos entre 21 y 60 años.

Sin embargo, la esperanza en que los peruanos pagasen por la educación de sus hijos o que los municipios atendieran mejor a la educación pública quedó desvanecida: la oposición clerical y la crisis económica frustraron tales ideas. Quizá Pardo y sus colaboradores creyeron ilusamente que los peruanos iban a contribuir decididamente para la educación de sus hijos. En nuestros días, la óptima educación de los hijos es uno de los mayores sacrificios que hacen los padres de familia, pero en el Perú decimonónico, existían temores frente a la educación de las masas y al riesgo de la inoculación de ideas nocivas que desestabilizasen el orden social.

La crisis anunciada

Una de las mayores paradojas de la historia peruana fue que Pardo, el defensor del uso previsor de la renta guanera, llegó a la Presidencia cuando la ficticia bonanza construida sobre dicho abono, tocaba a su fin. Pardo reveló la gravedad de la situación financiera del Perú en su Mensaje al Congreso en septiembre de 1872, explicando que todos los ingresos del guano debían ser aplicados a la deuda externa, que el déficit ascendía a más de 8 millones de soles. Buscando recaudar mayores ingresos, se optó por intervenir en la producción salitrera en Tarapacá, fuerte competidora del guano. En palabras del sabio Raimondi, “si continua la excesiva producción del salitre, y con ella el bajo precio de este artículo, el Perú verá seguir disminuyendo la venta del huano, y las rentas, que este le proporciona para cubrir sus obligaciones”. Y para solucionar el problema, se optó primero por el estanco, y luego la nacionalización de las salitreras. Todo fue en vano: la crisis mundial de 1873 golpeó duramente al Perú, y la inconvertibilidad del billete fiscal, la cesación de pagos de la deuda externa, el alza de los precios y la desocupación al cesar las grandes obras, generaron una fuerte inquietud social. “Con tanto ¡que viva Pardo! Y en lo que vino a parar”, decía una canción de la época.

La política salitrera de Pardo sería trágica, porque lo que faltó al Perú para hacer funcionar su plan, era la soberanía sobre la totalidad de las salitreras, ya que existía la competencia del salitre boliviano, explotado por capitales chilenos e ingleses, competencia que terminó por sentar las bases de la Guerra del Pacífico en 1879, a la que el Perú se vio arrastrado por un Tratado Secreto de Alianza con Bolivia firmado en 1873 bajo el gobierno civilista. Peor aún: producto de la crisis, el Perú no pudo armarse de forma adecuada.

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(*) Abogado, docente universitario e investigador.

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CORRUPCIÓN Y ESCÁNDALOS DE LOS PRESIDENTES DE LA REPÚBLICA (PARTE I): Desde Alan García hasta Pedro Castillo, todos tienen sus historias negras

Escribe: Juan Vejarano Vergara (*)
Edición N° 1263

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Qué duda cabe que las gestiones presidenciales de los últimos cuarenta años han estado marcadas por graves hechos de corrupción a gran escala, que han puesto contra las cuerdas a los mandatarios de la Nación. Ningún gobernante, desde Alan García hasta Pedro Castillo, ha enfrentado esta lacra con decisión y voluntad política, y solo han tenido poses declarativas que han quedado en letra muerta. Pero no solo es la corrupción la que mella la imagen presidencial, también son los escándalos estrepitosos protagonizados por los familiares directos de los dignatarios o funcionarios de confianza, quienes aprovechan la coyuntura para obtener réditos económicos generalmente al margen de la ley.

Los escándalos presidenciales en el Perú se han convertido en un modus vivendi en los últimos cuarenta años, unos con mayores ribetes que otros. Con excepción de los exmandatarios Valentín Paniagua y Francisco Sagasti, que asumieron gestiones de transición de ocho meses cada uno, todos los gobernantes de turno han escrito sus propias historias estrepitosas y desvergonzadas, que les generaron fuertes dolores de cabeza, y cuya imagen pública quedó bastante deteriorada ante la población. Los mandatarios han cargado con su cruz a cuestas por errores graves que ellos mismos provocaron o por la irresponsabilidad de sus familiares más cercanos, que aprovecharon la coyuntura o la posición política del presidente para usufructuar del Estado con métodos cuestionados, al margen de la ley. Desde el extinto Alan García, pasando por Fujimori, Toledo, Humala, Kuzcynski, Vizcarra y Pedro Castillo, todos han estado inmersos en escandeletes propiciados por ellos mismos o por su entorno más próximo (hermanos, sobrinos y parientes cercanos), lo que les ha costado la pérdida de credibilidad y confianza ante la ciudadanía por su mal proceder. En su defensa los dignatarios casi siempre han tratado de restar importancia al escándalo, de entorpecer cualquier tipo de investigación, de blindar a los involucrados o de dar explicaciones poco convincentes; pero si el hecho era muy evidente no les quedaba otra cosa que aceptar a regañadientes, y como siempre, de cuestionar la labor de los medios de comunicación por “magnificar” el entuerto.

El primer gobierno de García (1985-1990) fue un desastre en materia económica y social, la inflación se disparó a niveles insospechados, los sueldos de los trabajadores se devaluaron como nunca antes y hundió al país en una gran deuda externa por el mal manejo de la economía. El aparato estatal fue apristizado por todos lados y la corrupción creció exponencialmente, lo que trajo a mal traer a la gestión del partido de la estrella, que llegaba al poder después de 60 años de luchas y esfuerzos. Alan fue el elegido por Haya de la Torre, el ideólogo del Apra, para llevar a dicha agrupación hacia la victoria y concretar esta aspiración que le había sido esquiva al propio Haya en dos oportunidades, a Armando Villanueva y Luis Alva Castro. Una vez en el poder, García no estuvo a la altura de las circunstancias y de las exigencias que el Perú demandaba en ese momento, su inmadurez lo llevó a cometer gruesos errores que le pasaron la factura de la peor manera. Pero Alan tendría una segunda oportunidad, a sus 62 años alcanzaría una vez más la gloria al ganar las elecciones el 2006, con la promesa de enmendar los yerros de su primera experiencia presidencial, y vaya que lo consiguió con creces en materia económica, aunque dejó una tarea pendiente a su sucesor en el tema de conflictos sociales.

Negociados oscuros

Pero de lo que García Pérez jamás pudo sacudirse fueron de los graves hechos de corrupción sucedidos en su nuevo gobierno, donde los negociados oscuros en las más altas esferas del poder generaron indignación en el país. Entre los casos más sonados figuran la irregular compra de 469 patrulleros, con una sobrevaloración de más de S/ 9.7 millones. Esto le costó el puesto a la exministra Pilar Mazzeti. También la compra de 96 ambulancias sobrevaloradas por S/ 2.3 millones. Otro hecho que puso en jaque al régimen aprista fueron los famosos “petroaudios”, que revelaron un negociado -corrupción al más alto nivel- para entregar lotes petroleros a la compañía noruega Discover Petroleum. Por este caso el primer ministro Jorge del Castillo y su gabinete pusieron su cargo a disposición. Pero uno de los momentos más complicados para García, a nivel personal, fue el reconocimiento público de su sexto hijo, Federico Danton, a solo tres meses de iniciar su gestión, el cual habría sido el detonante para la posterior crisis matrimonial con su esposa Pilar Nores. Él nació en febrero del 2005, mientras que Alan accedió al poder en julio del 2006. La noticia de su existencia se sabría recién en octubre de ese mismo año. Había trascendidos en la prensa, pero una columna del periodista César Hildebrandt obligó al mandatario a dirigir un mensaje a la nación, donde admitió tener un hijo producto de una relación extramatrimonial con la economista Roxanne Chessman. El cuadro era espantoso. A la derecha de Alan estaba una solemne Pilar Nores, con el rostro desencajado y hasta humillada, como queriendo escapar de esa tortura a la que había sido sometida. García supo sortear este desliz a su manera, aunque su matrimonio con Nores estaba en un punto de quiebre, resquebrajado, y ya no volvería a ser el mismo.

Dupla Fujimori-Montesinos

El gobierno del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) fue duramente cuestionado por la dictadura que instauró luego del autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992, convirtiéndose en la figura política peruana más controversial de las últimas décadas. Su gestión autoritaria abrió las puertas a una galopante corrupción en el Estado y al robo descarado de los recursos públicos por parte de su círculo familiar y de personas de su extrema confianza, entre ellos su asesor Vladimiro Montesinos. A Fujimori se le acusó de malversar más del 75% de los fondos del Servicio de Inteligencia Nacional para pagar sobornos a políticos y a los propietarios de medios de comunicación, con el fin de modificar su imagen pública e incrementar su aprobación popular. Su administración tampoco estuvo exenta de las críticas por los líos familiares, una de ellas fue la denuncia que hizo el exjefe de la Casa Militar, Alberto Ríos, y la entonces esposa de Fujimori, Susana Higuchi, de que ésta había sido secuestrada y torturada en los sótanos del Cuartel General del Ejército, conocido como el “Pentagonito”. El motivo: Higuchi había denunciado el robo y tráfico de ropa y dinero donados desde Japón y Estados Unidos para la Fundación por los Niños del Perú, que ella presidía, los cuales estaban destinados para los niños pobres del país. Los implicados: la cuñada de Fujimori, Clorinda Ebisui, esposa de Santiago Fujimori; Rosa Fujimori, hermana del mandatario y esposa del embajador peruano en el Japón, Víctor Aritomi, así como su hermana Rosa Fujimori. Tras la caída del dictador se fugaron a Japón y nunca colaboraron con la justicia peruana, hasta que el caso prescribió.

Los casos de corrupción a gran escala también se enquistaron en el gobierno fujimorista. Desde los inicios del régimen ya se vislumbraba que este flagelo no iba a ser ajeno al Presidente y su entorno más próximo. En 1991 la enfermedad del cólera se extendía en todo el país y cobraba la vida de miles de peruanos, Fujimori y su ministro de Industria, Víctor Joy Way (vinculado a empresas dedicadas a la importación de medicamentos desde China), firmaron decretos supremos con la finalidad de facilitar la importación de medicinas y material quirúrgico con la justificación de combatir la epidemia. “Pero las compras, estimadas en US$ 312 millones, fueron sobrevaloradas y significaron una pérdida para el Estado de US$ 190 millones (S/. 627 millones). El 25 de febrero del 2005 Joy Way fue condenado a 8 años de cárcel y al pago una reparación civil a favor del Estado de S/. 10 millones” (fuente Ojo Público). Otro caso de corrupción está referido al pago de los US$ 15 millones de CTS a Montesinos, dinero que sustrajo indebidamente del presupuesto del Ministerio de Defensa, siendo acusado de los delitos de peculado y falsedad ideológica. En su libro “Historia de la Corrupción”, el historiador Alfonso Quiroz estimó que durante toda la década fujimorista se perdieron anualmente US$ 2.038 millones por la corrupción de funcionarios. Incluso señala que la red operada por el asesor presidencial desvió del presupuesto destinado al servicio secreto alrededor de US$ 450 millones (S/. 1.485 millones); y desfalcó de la Caja de Pensiones Militar Policial otros US$ 200 millones (S/. 660 millones). Todo ese dinero ilícito fue empleado para el espionaje contra opositores al régimen, la compra de líneas editoriales a medios de comunicación, el pago a congresistas tránsfugas para obtener mayoría en el Congreso.

Solo gestos declarativos

Pero el colofón de los escándalos sucedidos en el gobierno fujimorista está relacionado a actos de violencia indiscriminados contra inocentes y opositores. El 3 de noviembre de 1991 se produjo la masacre de Barrios Altos, en la que fueron asesinadas 15 personas que estaban en una reunión vecinal, y en julio de 1992 nueve alumnos y un profesor de la Universidad La Cantuta fueron asesinados por supuestos nexos con Sendero Luminoso. Por estos crímenes de lesa humanidad, Fujimori fue condenado a 25 años de cárcel, pena que lo cumple hasta hoy. Todos estos hechos no hacen más que graficar que tanto en democracia como en dictadura la corrupción se introduce con suma facilidad en las altas esferas del poder, que los dignatarios solo tienen gestos y actos declarativos de lucha contra esta lacra, pero no tienen la voluntad política ni la firmeza para enfrentarla con el rigor que se requiere. A ello se suma que los familiares directos tratan por todos lados de aprovecharse de la posición política del gobernante, para obtener réditos económicos al margen de la ley. Con ello solo mancillan la imagen presidencial tan venida a menos en los últimos años, por la mediocridad de hombres que la propia ciudadanía se encarga de elegir cada cinco años. En la próxima entrega entrarán en escena los gobiernos de Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuzcynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo.

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(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Primer Vicedecano del Colegio de Periodistas de La Libertad.

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ASEGURAR QUE EN LO QUE VA DEL AÑO HEMOS CRECIDO 3.5% ES UNA FALACIA: Pedro Castillo y las medias verdades en materia económica de su Mensaje a la Nación

Escribe: Juan Miguel Valdivia Goycochea (*)
Edición N° 1263

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El último 28 de julio, en su Mensaje a la Nación, el presidente Pedro Castillo Terrones, empezó su discurso atacando a la prensa, acusándola de no difundir los “logros de su gobierno”, los cuales pasó a detallar, señalando cifras en materia económica que se desdicen con la realidad de nuestro país, enfatizando que con este resultado positivo se pone en relieve que se ha superado los niveles pre pandemia del Covid-19. A continuación haré el análisis entre lo dicho y lo que realmente viene ocurriendo con nuestra economía, otrora la más sólida de la región.

Crecimiento económico

“¿Se conoce que el Perú es el país que más ha crecido en la región?, muy pocos lo saben, pero en lo que va del año 2022, hemos crecido en 3.5% como lo señala el BCRP”, dijo Castillo Terrones.

El crecimiento económico de un país se mide en función del crecimiento de su Producto Bruto Interno (PBI). Decir, como lo ha hecho Pedro Castillo, que en lo que va del año (enero a junio) hemos crecido 3.5 % es una absoluta falacia, ya que la proyección de crecimiento anunciada por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) en su último reporte es de 3.1 % para el año 2022 (enero a diciembre). En el Reporte de Inflación del mes de marzo 2022, el BCRP señaló que esperaba que para el presente año la economía crezca 3.4 %, basado en que la inmunización de la mayor parte de la población permitiría la reactivación de la actividad económica y la recuperación del mercado local. Sin embargo, esa percepción cambió negativamente, cuando en el Reporte de Inflación de junio 2022,  señaló que, la economía crecería sólo un 3.1 %, tasa menor a la proyectada originalmente, “por una revisión a la baja en la producción de los sectores primarios, especialmente minería metálica (por el impacto negativo de los conflictos sociales) y agricultura (por el impacto del mayor precio de los fertilizantes en la producción orientada al mercado interno). Para el 2023, el BCRP espera que la economía crezca en 3.2 %.

Abundando en mayor detalle, el BCRP señala que el PBI interanual (últimos doce meses: junio 2021 a mayo 2022), ha crecido en 2.3 %, y las expectativas de crecimiento según la encuesta realizada por el ente emisor a analistas y empresas tanto del sector financiero como no financiero, señalan que el PBI para el año 2022, sólo crecerá entre 2.5 % y 3.0 %, por lo que, lo señalado por el Presidente de la República en su mensaje a la nación, como un logro no difundido, es improbable, por no decir imposible, que se cumpla, aún en un escenario optimista.

Pobreza

“El reciente reporte de pobreza del INEI indica que (…) el día de hoy contamos con un millón doscientos sesenta mil ciudadanos que somos menos pobres y han salido de la extrema pobreza 309,000 peruanos y peruanas, ¿acaso tener menos pobres no es bueno para el país?”, señaló en su mensaje.

Al año 2019, gracias al actual modelo económico, los niveles de pobreza en el Perú disminuyeron hasta lograr que el 20.2% de nuestra población se encuentre en condición de pobreza, importante logro si consideramos que, en el año 2004, los niveles de pobreza bordeaban el 60 %. La pandemia del Covid-19 y el confinamiento al que se nos obligó para contrarrestarla, nos hizo retroceder doce años en cuanto a pobreza, ubicando, en el 2020, al 30.1 % de peruanos en condición de pobreza, cifras similares a las del año 2010. En otras palabras, más de tres millones de peruanos pasaron a ser pobres.

Con la reactivación económica, en el año 2021, efectivamente 4.2 %, aproximadamente un millón doscientos sesenta mil peruanos dejaron de ser pobres, por lo que la pobreza se ubicó en 25.9 %, bastante lejos aún del 20.2 % pre pandemia. Lo que no dijo Pedro Castillo, es que, según los especialistas, entre ellos Macroconsult, en el presente año, la pobreza no va a disminuir, sino que aumentará en aproximadamente un punto porcentual, por lo que, a finales del 2022, el 27.5 % de peruanos estaría en condición de pobreza, y solo con un nivel de crecimiento del 5.5 % anual, al año 2026 podríamos alcanzar los niveles de pobreza del año 2019, lo que parece casi imposible según las proyecciones del BCRP.

Según Macroconsult, “en los próximos años se espera que la economía crezca a tasas mucho más bajas (del 5.5 % necesario), con una alta inflación en 2022 y 2023, lo que tendrá consecuencias sobre la capacidad del país de reducir la pobreza. En Macroconsult hemos estimado que en el 2022 la pobreza podría ubicarse en torno a 27.5 % y en 2023 apenas caería algunas centésimas”.

Empleo

“Hemos recuperado los niveles de empleo que en este momento supera los 5.5 millones de puestos de trabajo. El empleo formal a nivel nacional aumentó en un 6.9% interanual a mayo de este año y se recuperaron con ello 352,000 puestos de trabajo”, refirió Castillo.

A mayo del presente año, efectivamente, el empleo formal alcanzó los 5’456,000 puestos de trabajo, aproximadamente 250,000 puestos de trabajo formales menos que los alcanzados dos meses atrás, en marzo 2022, ello porque estacionalmente, en marzo de cada año el empleo formal alcanza un pico en su evolución.

Sin embargo, lo que no señaló Pedro Castillo, es que, al 2019, la Población Económicamente Activa Ocupada (PEAO), alcanzaba los 17’133,100 peruanos (entre formales e informales). El 2020, producto de la Covid-19, esa cifra disminuyó a 14’902,000 peruanos ocupados (con trabajo), y en el 2021, producto de la reactivación económica, la PEAO aumentó a 17’120,100, cifra muy cercana, pero aún menor, a la del año 2019. Lo otro que no se dice es que, en el 2020, el 75.30 % de la población ocupada era informal, y que al 2021, la informalidad laboral ha aumentado, pues la PEAO informal a dicho año es de 76.80 %, dicho en otras palabras, se ha recuperado los niveles de empleo pre pandemia, pero la informalidad laboral ha aumentado.

En resumen, no es cierto que, al menos en materia económica, hayamos superado los niveles pre pandemia. Lo que hasta la fecha se ha logrado, obedece más al impulso que le ha dado a la economía la inversión privada y el emprendedurismo de los peruanos, y no las políticas económicas que desde el gobierno central se hayan implementado.

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(*) Economista.

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ANA FRANK Y ADOLFO HITLER: La voz de la niña casera que trasciende el despiadado nacionalsocialismo universal

Escribe: José Luis Estela Sánchez (*)
Edición N° 1263

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En abril del presente año en el Perú se instaló una patosa noticia. Como se informó y se sabe de sobra, el aún primer ministro Aníbal Torres alabó la política económica de Adolfo Hitler. Este comentario desató el rechazo no solo de la sociedad civil nacional, sino también de Alemania e Israel. Dos países que por la vivencia de haber sido golpeados por la despiadada política nacionalista conservan aún en su memoria histórica el discurso fresco de la violencia fascista. Violencia bélica que perpetró la peor guerra que se registra en nuestra historia, la que consumó el genocidio de seis millones de personas que profesaban el judaísmo.

Los partidarios de Torres argumentaron ante los medios que lo dicho se descontextualizó. Es decir, que no quiso decir lo que dijo, pues Hitler para el aún premier no será jamás un referente ni un ejemplo al cual alabar. Fue acertada esta contra respuesta, pero sin lugar a dudas no la de haber revivido a un personaje referente de buenas obras, pero que violenta para hacerlas. El fin jamás justifica los medios. La promoción maquiavélica de este principio en las políticas públicas de un estado justifica o hace lícito cualquier medio, hasta el más horrendo.

Este mes de agosto será precisamente un mes que revivirá la memoria de esta parte de la historia que fue severamente horrenda. Será el recuerdo cruento de los bombardeos atómicos lanzados sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 agosto de 1945), que dejaron 220,000 fallecidos debido a la radiación atómica y más 440,000 decesos futuros por efectos de la misma. Esta guerra mundial, como se sabe, es histórica, pero lamentablemente continúa aún causando daño (Ucrania y Rusia).

Buscar respuestas

No se aprende la lección, pues las antiguas controversias se reviven otra vez. Ana Frank la niña judía símbolo del exterminio nazi -a quien recordamos también en agosto- así lo dejó escrito con su puño y letra en su diario: “Lo que se hace no se puede deshacer, pero se puede prevenir que vuelva a ocurrir”. 

Convivimos en continua relación en una realidad llamada mundo dentro del cual buscamos encontrar respuestas a todas estas barbaridades, signo de un pensamiento bárbaro por no llamarlo más bien inhumano. Es una búsqueda que debe traducirse en términos de la comprensión del mundo, o, mejor aún, de comprender -¿o explicar?- no solo lo externo u objetivo, sino el mundo interno humano o subjetivo también: ¿qué significa comprender que un estado arribe hacia un régimen totalitario que extermina despiadadamente la vida humana?, ¿basta con explicarlo?, ¿qué se condice con la explicación cuando se afirma que se comprenden fenómenos que no son simples eventos sino contextos ampliamente complejos?, ¿qué significa que no se comprende cuando se explica lo inexplicable como, por ejemplo, la alabanza a Hitler por Torres o que la copia de una tesis plagiada se califique como genuina u original con un gran aporte intelectual a la sociedad pero que es imposible publicarse?, ¿qué significa se comprenda las acciones de venganza de una persona que ha sido ofendida por otra malintencionada?, ¿qué quiere decir se comprenda al agresor que solicita perdón?, ¿con qué discurso responder a tales cuestiones?, ¿explicándolas?, ¿comprendiéndolas?, ¿qué las hace similares, o diferentes o qué merito tiene el hecho de comprender a la persona antes de explicar sus acciones?, ¿si fuese posible la explicación de porqué Hitler inició la Segunda Guerra Mundial y perpetró la Shoä (holocausto o genocidio) es porque antes se comprendió quién fue él?, ¿de dónde derivó ese afán de superioridad dictatorial de supremacía aria?, ¿de dónde ese modo político despiadado de persecución para exterminar masivamente cual estiércol al otro diferente?

Vemos pues que dicha controversia hitleriana siempre se ha discutido a través de la historia. Es una discusión que siempre veremos acentuarse más aún si despistadamente se le refiere mal o bien contextualizado. En esa lucha por el entendimiento de la acción humana pervertida, la presencia viva de Ana Frank es una luz de esperanza en medio de nuestros temores. Gracias a su padre Otto Frank, único sobreviviente de la familia de los campos exterminios nazi, que decidió publicar su diario, conocemos la clarividencia -aun en su adolescencia- de su deseo político ante la amenaza de la dictadura nacionalsocialista de Adolfo Hitler.

El preciado sueño

La joven Ana escribe en su diario contándole a su “querida Kitty”, a su amiga imaginaria, cuál es su más preciado sueño: “No pienso en la miseria sino en la belleza que aún permanece”. No piensa en la miseria que había complotado quien gobernaba su amada Alemania. El mayor deseo que ella piensa es la posibilidad de que la belleza emerja de allí donde todo aparentemente ya está perdido. Quizá Theodor Adorno, a quien también recordaremos en agosto, mostraría su total desacuerdo a Ana al formularle que: “Escribir poesía (o hablar de belleza) después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Para Ana, testimonio vivo en medio de aquel escenario de torturas de  Auschwitz aún es posible escribir sobre los aleteos de la belleza oculta que se resiste a desaparecer en medio del horror. Pero para Adorno, después del Sohä nadie debería atreverse a escribir de belleza poética. Para el filósofo alemán de origen judío al igual que su coterránea Ana Frank, hacerlo sería un acto de barbarie mucho mayor que el del holocausto. Creo que ambos tejen el mensaje de conciencia que se sugiere crear aquí al recordar a un tirano inhumano sanguinario como lo fue Adolfo Hitler y en la otra orilla a una niña judía evocadora de las condiciones de posibilidad de la esperanza como Ana Frank. Es crear conciencia de un mensaje que deberá traspasar los límites de la historia para que no más se repita. No vuelva a repetirse más Hitler’s ni en Alemania ni en Perú. Sí en cambio más Ana’s Frank en todos los rincones del mundo. Que lo escrito en su diario nos envuelva de esa mismísima conciencia tan fresca y tan originaria. Sólo así será posible creer en que sí se podrá crear con la semilla de la esperanza una justa sociedad que convivirá siempre en medio de las contradicciones de las acciones humanas.   

Finalmente, se termina recogiendo lo dicho por Francesca Dego -violinista italiana- con quien coincido en mostrarme también contrario a lo formulado por Theodor Adorno: “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. No es contradictorio afirmar que el único modo que el ser humano tiene en sus manos para responder al horror sea a través de la creación de la belleza. Creando arte, pintura, música u otra expresión simbólica se responde desmitificando la ideología de la barbarie. Es lo que legó Ana a su presente pero también a la historia de la humanidad la que aún estamos todos tejiendo a diario. Ese mensaje que deberá perpetuarse por toda la eternidad aun cuando dejemos de existir. Al final es un intento de comprender que la victoria del bien es posible porque aún existe en el corazón del hombre. Y es así como Ana Frank infirió con esperanza en uno de sus últimos escritos que dejó en su Diario para luego ser deportada -un 04 de agosto de 1945- y morir en un campo de exterminio nazi. Escribió Ana F.:

Eso es lo difícil de estos tiempos: en cuanto surgen ideales, sueños y esperanzas, la más terrible realidad los ataca y aniquila totalmente. Es un gran milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres. Me es del todo imposible construir lo que sea basado en la muerte, la miseria y la confusión. Veo cómo poco a poco el mundo es transformado cada vez más en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará también a nosotros, comparto el dolor de millones de personas y, sin embargo, cuando miro al cielo, pienso que todo esto volverá a cambiar para bien, que también esta crueldad acabará, que volverá a haber paz y tranquilidad en el orden mundial”. Como Ana que se tenga el coraje de sobrevivir recreando la historia mas no destruyéndola como lo hizo despiadadamente Adolfo Hitler.

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(*) Ingeniero y filósofo.

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