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El partido de Keiko Fujimori

Escribe: Rosa Amelia Chambergo Montejo (*)
Edición N° 1211

Estoy segura que Keiko Fujimori Higuchi ha decepcionado a varios de sus seguidores con el comportamiento adoptado desde la noche del lunes 7 de junio, un día después de la segunda vuelta presidencial.

La experiencia en campañas de este tipo, la organización de su partido, el peso de su apellido y el innegable apoyo que diversos sectores le prestaron a su candidatura en la segunda vuelta le dio a la candidata anaranjada una sobredosis de confianza que, hasta hoy, más de un mes después de las votaciones, le resulta imposible aceptar que perdió.

Que perdió, como ha dicho César Hildebrandt, ante el candidato menos preparado, ante el equipo más endeble, ante el partido menos conocido y ante un discurso día tras días más desordenado.

Perdió. Ninguno de los intentos de Keiko Fujimori y sus ocasionales aliados ha servido para revertir los resultados de la segunda vuelta presidencial. Ninguno. Ni la impugnación de actas, ni la denuncia de fraude en mesa, ni los peritajes sobre presuntas firmas falsas, ni las afirmaciones de suplantación en las mesas de sufragio, ni el pedido del padrón electoral, ni la acción de amparo de Villa Stein, ni el viaje infructuoso de algunos de sus comisionados a las puertas de la OEA en Washington, ni la demanda de una auditoría internacional al proceso.

Sin embargo, y pese a que la balanza ya está inclinada, Keiko Fujimori insiste y esta semana, en un innecesario ‘pico a pico’ con el presidente Francisco Sagasti, dijo que “el partido aún no ha terminado’.

Siendo así es válido preguntar qué partido es el que está jugando a estas alturas la lideresa de Fuerza Popular, porque sin duda el del ganar la presidencia de la república es técnicamente imposible de continuar.

Si bien el proceso electoral aún no concluye, porque de acuerdo a la Ley General de Elecciones este acaba cuando el Jurado Nacional de Elecciones – JNE, proclama al candidato ganador, lo que falta por resolver respecto a apelaciones ante el máximo tribunal no alcanza para que Keiko Fujimori llegue a Palacio de Gobierno.

En consecuencia, la proclamación de Pedro Castillo Terrones es solo cuestión de horas, considerando que el próximo 28 de julio, sí o sí debe haber presidente que asuma la primera magistratura de la república.

Por lo tanto, si la señora Fujimori afirma que el partido para ella y sus seguidores y aliados aún no termina (el de revertir la pérdida electoral), entonces nos está diciendo, entre líneas, que lo que viene a partir del 28 de julio será una guerra sin cuartel por agudizar la inestabilidad política en el país.

Los escombros que dejó el terremoto continuo que a través de su bancada mayoritaria causó desde el inicio del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, cuando también le costó reconocer que había perdido la presidencia, parecen no ser, ni por asomo, una muestra de lo que se vendría en el próximo quinquenio.

En esta oportunidad Perú Libre, el partido que llevó a Castillo como candidato, no es una minoría en el Parlamento, como sí lo fue la bancada de PPK, y las posturas de los representantes del partido del lápiz son, en determinados temas, combustible suficiente para incendiar la pradera. Keiko Fujimori pretendería ser la chispa de fuego.

En medio de todo este lúgubre panorama estamos los peruanos, que vivimos aún en incertidumbre y vemos cómo pasan los días y aún el virtual presidente no puede hacer los anuncios que, en tiempos pasados, el ganador de los comicios ya habría hecho. ¿Quiénes serán los ministros?,¿cuáles las primeras medidas? Son algunas de las interrogantes no absueltas por el retraso inducido a la proclamación, retraso que, bien sabemos, tiene un rostro visible.

Difícil será construir consensos y que el próximo gobierno garantice al país estabilidad que aliente las inversiones y permita concentrar los esfuerzos políticos en atender la pandemia, la pobreza y el desempleo. Sin embargo, como dicen que Dios es peruano, confío en que esta vez nos vuelva a amparar y cuide de este bello, grandioso, rico, pero también sufrido país.

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