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MORIR SIRVIENDO A LA PATRIA

Escribe Freddy R. Centurión González para la edición N 1119

Corría 1926 y el Perú estaba gobernado por el régimen paternalista y autoritario de Augusto B. Leguía. Empeñado como estaba en la tarea de modernizar el país en el ámbito material, no es de extrañar que don Augusto considerase entre sus principales colaboradores al personal del Ministerio de Fomento y Obras Públicas. Fue entonces cuando se cuando se colocó al frente de dicho ministerio a don Ernesto Sousa Matute, diputado nacional por Huaylas.

Don Ernesto, descrito por Basadre como “hombre bondadoso, honrado y leal”, tenia una larga trayectoria a sus espaldas. Cajamarquino de nacimiento, la guerra de 1879 interrumpió sus estudios de medicina, combatiendo en San Pablo contra las fuerzas chilenas. Dedicado a la agricultura, su filiación pierolista lo hizo diputado por Huari y alcalde de Caraz, ganando prestigio como hombre dinámico, eficiente y comprometido con el progreso local.

Nombrado ministro de Fomento a los 62 años, Sousa puso su empeño en la realización del plan de construcción de carreteras impulsado por el régimen leguiísta, plan que sentó las bases del sistema vial existente hasta nuestros días. El ramo de Fomento en aquella época, concentraba las funciones de los actuales ministerios de agricultura, pesquería, minería, transportes y comunicaciones, y vivienda y construcción, por lo que sus responsabilidades eran arduas. Convencido que la labor de un ministro no era la limitarse a atender los temas de su portafolio desde su despacho, don Ernesto decidió, en una época en que el transporte por nuestro territorio era aun difícil, inspeccionar personalmente las obras a cargo del ramo de Fomento: carreteras, irrigaciones, estaciones agrícolas y ganaderas.

En marzo de 1927, el ministro visitó el norte del Perú, inspeccionando el avance de la carretera entre Pacasmayo y Cajamarca. Entre mayo y julio, visitó el sur de la República, recorriendo Arequipa, Cuzco, Puno, Abancay, Ayacucho e Ica. El mismo presidente Leguía elogiaría a su ministro en su mensaje presidencial: “El minucioso recorrido hecho por el señor Sousa ha dado los mejores resultados, no sólo por las medidas dictadas para la mayor celeridad de los trabajos y por los proyectos que la observación directa del medio le ha permitido formular, sino también por el entusiasmo despertado en todos los pueblos del tránsito que unánimemente han aplaudido la política reconstructiva de mi Gobierno, tan abnegadamente secundada por el señor Sousa”.

En noviembre, el ministro de Fomento emprendió una nueva gira, esta vez a la sierra central. Viajó a Canta y luego a Junín. En Colquijirca, el ministro se sintió enfermo por la altura, pese a lo cual, insistió en seguir: “qué bien hemos hecho en venir, sólo así se puede palpar la realidad nacional”. Los médicos insistieron en trasladarlo a Lima. Sousa se negó, y fue preciso fingir que lo trasladaban a Ambo, como estaba previsto para ese día; en realidad lo llevaban a Smelter, una estación del ferrocarril central a fin de conducirlo rápido a Lima. “Lo dicho Patiño, a Ambo. Adelante, siempre adelante; hay que cumplir con el deber” fueron sus últimas palabras antes de morir en la carretera a Smelter la madrugada del 25 de noviembre de 1927. La noticia fue recibida al principio con incredulidad, dada la simpatía que generaba Sousa, siendo lamentada como una desgracia nacional.

La noticia de la muerte prematura del ministro de Defensa, general (r) José Huerta, víctima de un paro cardíaco el día lunes, no tiene parangón en lo que va del presente siglo. Y aunque se podía discrepar con sus políticas, como en el caso de los mandiles rosas (discrepancia en la forma), no se debió llegar a la burla como algunos sujetos hicieron desde el cobarde anonimato de las redes sociales. Su caso trajo a mi memoria el olvidado sacrificio de Ernesto Sousa, hace casi un siglo, un ejemplo que puso de manifiesto algo que deberían tener en cuenta los gobiernos: que la función publica debe caracterizarse por la acción fecunda en aras del bien de la ciudadanía, y que el formar parte de un gobierno es un compromiso con la Patria que muchas veces se paga con bienes que no tienen precio como la vida.

Freddy R. Centurión González
Fecha 2019-06-27 17:18:04