“Boabdil decide pactar con los monarcas cristianos, firmando una de las capitulaciones que fijan para dos meses después la rendición definitiva del reino nazarí, pero el plazo de entrega es acortado a instancias del propio Boabdil, y en 1492, el Conde de Tendilla iza la enseña real de Castilla sobre la torre de la Vela, la más alta de Alhambra, tomando así posesión del recinto e indicando a los monarcas que pueden entrar en la ciudad. Con este acto se pone punto final a la presencia musulmana en la península ibérica después de 781 años de dominio” (Fernández y Martínez, 2014). Este capítulo traumático para los moros se refleja en aquella anécdota entre Boabdil y Aixa, su madre, que “al trasponer la cumbre del cerro que iba a ocultar a sus ojos para siempre las torres del alcázar granadino, derramase Boabdil una lágrima de dolor y donde Aixa deja caer en sus oídos aquella frase cruel: no llores como mujer lo que no has sabido defender como hombre” (Quesada Cañaveral, 2010).
Como educador desde hace más de 20 años, observo que los jóvenes peruanos viven procesos de crisis momentáneas de mucha tensión a fin de lograr el diploma universitario ansiado. Sin embargo, algunas veces la capacidad de manejar dichas crisis con su entorno, sean familiares, laborales, y/o emocionales, depende mucho en reconocer los factores que las detonan. Jared Diamond (2013) en “Crisis: ¿cómo reaccionan los países en los momentos decisivos” muestra una serie de acontecimientos traumáticos que pasan los países antes de evolucionar en economías emergentes, prósperas y capaces de mirar un futuro más prometedor para su pueblo. Entre los principales factores que inciden el desenlace de las crisis están i) reconocer la situación; ii) adoptar modelos de resolución de problemas; iii) paciencia; y iv) valores centrales personales. El mismo autor cuenta que una de sus principales crisis que vive durante su juventud es la deserción de sus estudios de doctorado, pero que haya una decisión final gracias a la ejecución práctica de estos factores y a la conversación con su padre.
Las cifras
Muchas veces millones de jóvenes claudican en sus decisiones de estudiar tras la “dificultad” que encuentran en el transcurso de sus carreras. ¿La juventud peruana es ajena a ello? Según Estadística de la Calidad Educativa (ESCALE) del Ministerio de Educación, al 2022 en el Perú la tasa de conclusión de estudios superiores en grupos de edades de 22 a 24 años, es que, de cada 100 jóvenes, solo 21 acaban su carrera, siendo el perfil más golpeado un hombre (17) que de la zona rural (10) con lengua indígena (14) en condiciones de pobreza no extrema (14), respectivamente. Lambayeque se encuentra con 23 %, por encima de la población peruana.
Mientras que la tasa bruta de asistencia de jóvenes entre 17 y 21 años a una casa de estudios superior es que de cada 100, 71 jóvenes asisten, siendo el perfil con menos asistencia un hombre (66) de zona rural (37) con lengua indígena (53) y en condiciones de pobreza no extrema (36). Lambayeque muestra una tasa muy por encima del promedio con 58 %.
Mientras que la deserción acumulada en los estudios superiores universitarios para jóvenes menores o iguales a 30 años, es que, de cada 100 jóvenes, 19 desertan. El perfil con más deserción es un hombre (21) de zona rural (15) con lengua castellana (19) pobre no extremo (31). Lambayeque es la región con menos deserciones a nivel nacional con 17 %.
Expectativas a futuro
Mincer (1974) señala que las expectativas de contar con mayores ingresos a futuro se basan en educación y experiencia laboral. En ese sentido, con una muy breve mirada, si se aplica a un modelo de crecimiento regional que conlleva a un posterior desarrollo y mejores ingresos para la población, la principal clave es la educación.
Por lo tanto, y siguiendo a los factores que permiten salir de las crisis, la decisión de iniciar / continuar con los estudios educativos de miles de jóvenes lambayecanos es que i) ayudémoslos al reconocimiento de sus problemas con empatía, con un acompañamiento psicológico – académico durante su etapa universitaria; ii) mostrémosles la adopción de un modelo, por ejemplo, cómo es que sus excompañeros de aula llegan a alcanzar un grado de éxito al culminar su carrera; iii) digámosles que es un proceso largo y que debe ser paciente y brindémosles todas las facilidades como otorgarles los materiales educativos capaces de complementar lo enseñado en clases. Y iv) reforcémosles los valores que provienen de familia, eligiendo aquellos centros de estudios que manifiesten una mejor formación humana muy importante en el desarrollo de la sociedad.
Así, querido lector, la enorme tarea para los futuros agentes de cambio de la sociedad lambayecana recae, principalmente, en nuestras familias. Y usted, ¿es el arrepentido Boabdil o participa del cambio como un verdadero papá?
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