Sube!

Año nuevo en renovada esperanza

Escribe: Francisco Reluz Barturén (*)
Edición N° 1333

  comentarios   

En las fiestas decembrinas, desde el siglo III d.C, el mundo de occidente celebra la venida de Jesús como renacer del sol o solsticio, reconociéndolo como luz verdadera siguiendo el evangelio de Juan en el versículo 12 del capítulo 8, e invitándonos a quienes creemos en Él, a ser también luz como se expresa en los versículos 14 y 15 del capítulo 5 en el evangelio de Mateo. Al mismo tiempo, se conmemora el cierre del año y el advenimiento de un año nuevo. Sin embargo, más allá de la concordancia de fechas o la aceptación de una fe, lo cierto es que cada persona se constituye en un ser que busca renovarse, es pues, un ser de esperanza.

Debemos considerar que la esperanza es la actitud humana de asumir como alcanzable y posible, un cambio positivo real, que se anhela en la vida o en cada momento de ella. La esperanza se convierte en motor que dinamiza nuestras acciones para emprender nuevas metas y transformar para bien nuestra propia existencia, paso a paso. Sin esperanza la desesperación viene y la muerte alcanza. De ahí el refrán popular sobre la persona sin esperanza ni motivaciones “está como un muerto en vida”.

El esfuerzo como base

En esta misma línea de reflexión, hay que recordar que la esperanza no es simple optimismo, sino que llama al esfuerzo, pues no significa esperar sin hacer nada, cruzados de brazos, por lo contrario, exige proyectarnos, exige acción planificada con inteligencia previsora, convoca a la confianza y al amor con que hacemos nuestros esfuerzos sean pequeños o grandes, según la magnitud de lo que se busca alcanzar. Pues, incluso estadísticamente, se denomina esperanza al valor medio que se puede alcanzar dentro de una distribución probable o de controlar una variable aleatoria, es decir, mayor probabilidad de que suceda algo a mayor cantidad de factores favorables que intervengan. En la vida cotidiana y en sencillo: La esperanza sin factores de esfuerzos no da frutos, no alcanzas nada.

Al relacionar la esperanza con la luz de la cual nos habla Cristo en los evangelios, nos brindan dos ideas de reflexión. Primero, la esperanza es también luz que alumbra situaciones de incertidumbre y de desconcierto pues ilumina y nos dispone al esfuerzo, es decir nos hace creativos para solucionar problemas; y segundo, esta luz necesita ser alimentada para que no se apague, el combustible que nutre la esperanza es el amor (la caridad) y la confianza (la fe). En efecto, anhelar algo en esperanza no es buscar hacer daño al otro o incluso a uno mismo deseándoles su mal, sino querer lo mejor para todos, en esa confianza que se puede lograr el bien deseado superando las dificultades transformándolas en oportunidades que fortalecen.

Actitud de renovación

Para terminar esta breve reflexión de cierre de año, amables lectores, dispongámonos a no perder la esperanza ni como persona ni como sociedad. Tengamos siempre la actitud de renovación positiva comenzando por nosotros mismos, y aunque tengamos dificultades, lejos de amilanarnos, se conviertan por la esperanza en motivación para seguir adelante. Tengamos siempre presente que el contexto de fin de año, es un buen momento para renovarnos en la esperanza, con fe y amor.

-------

(*) Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía. Investigador RENACYT.

 

Deja tu Comentario