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DEVELANDO LOS SECRETOS DETRÁS DEL SIBO: Un síndrome silencioso en el intestino delgado que puede tener difícil diagnóstico

Escribe: Franklin Aguilar Gamboa (*)
Edición N° 1360

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El intestino delgado desempeña un papel crucial en el proceso digestivo, al ser la sección del tracto gastrointestinal donde los alimentos se mezclan con los jugos digestivos y el torrente sanguíneo absorbe los nutrientes esenciales. A diferencia del intestino grueso (colon), el intestino delgado normalmente alberga relativamente pocas bacterias, debido al rápido flujo de su contenido y la presencia de bilis, que crean un entorno menos propicio para el crecimiento bacteriano. De este modo, se sabe que la composición de la microbiota varía a lo largo del tracto gastrointestinal, con un aumento gradual en los números de bacterias, desde aproximadamente entre 103 a 104 bacterias por mililitro en el estómago hasta alcanzar alrededor de 1011 bacterias por mililitro en el colon.

Cualquier desequilibrio en el delicado sistema de la microbiota intestinal puede desencadenar graves consecuencias para la salud. Cuando existe un crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado, denominado síndrome de la sobrecarga bacteriana intestinal (SIBO por sus siglas en inglés), los alimentos estancados se convierten en un caldo de cultivo ideal para su proliferación. Estas bacterias pueden producir toxinas que interfieren con la absorción de nutrientes. Asimismo, los productos resultantes de la digestión bacteriana son capaces de provocar diversos síntomas como diarrea, pérdida del apetito, dolor abdominal, náuseas, hinchazón y saciedad prematura después de comer. Todo ello es producido por una alteración del delicado equilibrio microbiota-huésped.

El SIBO se define como un aumento anormal en los números bacterianos (103–105 UFC/mL) o un cambio en la composición microbiana en el intestino delgado. Además, el SIBO se asocia con diversas enfermedades como trastornos gastrointestinales, enfermedades autoinmunes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades metabólicas, trastornos endocrinos, enfermedades nefrológicas, enfermedades dermatológicas y enfermedades neurológicas.

Situaciones de vulnerabilidad

Estudios recientes han identificado taxones bacterianos específicos asociados a la mucosa relacionados con el SIBO, los cuales podrían ser potenciales biomarcadores o dianas de tratamiento.  Además, al comparar con controles sanos, se ha observado que las diferentes secciones del tracto gastrointestinal en pacientes con SIBO se encuentran colonizadas por diferentes bacterias, pero presentan una diversidad microbiana más baja que los controles. Esta menor diversidad implica consecuencias como mayor vulnerabilidad a la colonización y sobrecrecimiento de bacterias potencialmente patógenas, así como menor estabilidad del ecosistema microbiano intestinal. También compromete la función de barrera intestinal, dado que una microbiota diversa contribuye a sellar la pared intestinal y producir metabolitos protectores. Otra implicancia es la menor capacidad metabólica, pues cuando existe mayor diversidad microbiana se posibilitan múltiples reacciones bioquímicas para la extracción de nutrientes.

Cada órgano y porción anatómica del tracto gastrointestinal desempeña funciones específicas gracias a mecanismos como ácidos gástricos y biliares, secreciones pancreáticas y digestivas, motilidad intestinal y función de la válvula ileocecal; los cuales promueven una relación de equilibrio con la microbiota, la cual reside en la luz del tracto gastrointestinal y está conformada por bacterias como “Bifidobacterium” y “Bacteroides”, además de virus, hongos y archaeas implicados en formas de SIBO.

¿Cómo se manifiesta?

Los síntomas de SIBO incluyen problemas digestivos como diarrea/estreñimiento, así como dolores de cabeza, cambios de humor, deficiencias vitamínicas, etc. Las causas incluyen un tiempo de tránsito prolongado, pH gástrico alto (por el uso de antiácidos) y defectos anatómicos. El diagnóstico de este síndrome suele ser un desafío clínico, sobre todo por su reciente reconocimiento. Generalmente se realizan pruebas de aliento (lactosa o glucosa) pero el cultivo de aspirados del intestino delgado es el patrón de oro. En la actualidad también se estudian nuevas técnicas moleculares. Esto resulta importante para el manejo de la enfermedad ya que el tratamiento del SIBO implica identificar y abordar la causa subyacente, utilizar antibióticos para eliminar el exceso bacteriano y realizar cambios dietéticos. Una de las modificaciones alimenticias recomendadas es la dieta baja en ciertos carbohidratos.

FODMAP es el acrónimo para referirse a ciertos carbohidratos presentes en alimentos que son pequeños y de fácil fermentación en el intestino grueso, tales como: la fructosa presente en frutas como pera y mango, así como en vegetales como cebolla y ajo; la lactosa contenida en productos lácteos sin lactosa; los polioles utilizados como endulzantes en alimentos como el sorbitol, manitol y xilitol; los fructanos hallados en el trigo, cebada, ajo y cebolla; y los galactano-oligosacáridos presentes en legumbres como frijoles y lentejas.

La dieta baja en FODMAP restringe el consumo de estos carbohidratos fermentables para aliviar síntomas en personas con SIBO u otros trastornos digestivos como síndrome de intestino irritable. Esto porque al fermentar puede causar distensión abdominal, flatulencia y diarrea. La recaída es común, especialmente en adultos mayores que toman antiácidos a largo plazo o después de apendicectomía.

Los factores de riesgo para desarrollar SIBO se pueden dividir en factores intrínsecos y factores adquiridos. Dentro de los factores intrínsecos encontramos enfermedades que afectan directamente el intestino delgado, como la enfermedad de Crohn o linfoma intestinal. También condiciones anatómicas anormales como defectos estructurales o fístulas en dicha parte del tracto gastrointestinal.

Como factores adquiridos tenemos antecedentes de cirugías gástricas o abdominales previas, que pueden generar adherencias u otros defectos. Otro factor es la radioterapia abdominal realizada con anterioridad. Igualmente, el uso prolongado de medicamentos como los inhibidores de bomba de protones, los cuales disminuyen los ácidos gástricos. Pero de todas estas la condición médica más preocupante y la que haría de este síndrome muy común en la población mundial es su relación con la diabetes, ya que esta patología también se asocia con alteraciones en la motilidad intestinal.

Entre las posibles complicaciones del SIBO se encuentran la mala absorción de nutrientes, déficit de vitaminas, fragilidad ósea, formación de cálculos renales y diarrea. Esto se debe a que las bacterias en exceso compiten por los alimentos y los productos de su descomposición dañan la mucosa intestinal, reduciendo aún más la absorción. También se ha evidenciado una asociación entre la presencia de SIBO y mayor gravedad de enfermedades como cirrosis, esteatosis hepática, diabetes y pancreatitis. El propio SIBO puede agravar el curso de estas patologías mediante sus metabolitos, la inflamación y la translocación bacteriana.

El SIBO y otras enfermedades

Actualmente se estudia la relación del SIBO con otras enfermedades y sus vías patogénicas. Se requiere más investigación sobre este síndrome en distintas patologías y el efecto de su erradicación. Cada vez existen más evidencias de la asociación del SIBO con un número creciente de enfermedades que van más allá de los trastornos gastrointestinales. Un mejor entendimiento de las relaciones entre el SIBO y distintos grupos de patologías permitiría un diagnóstico y tratamiento más efectivos. Si bien se han realizado importantes avances en el conocimiento de esta entidad clínica, es necesario profundizar la investigación para comprender en profundidad sus implicancias en la salud de manera integral. Un enfoque multidisciplinario que integre nuevos hallazgos podría mejorar los resultados sanitarios de quienes la padecen.

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(*) Decano del Colegio de Biólogos de Lambayeque.

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