Sube!

FAR ICH LAP: El festival muchik del agua

Escribe: Pedro Alva Mariñas (*)
Edición N° 1333

  comentarios   

Una constelación de personajes, de Señores Ancestrales, se congregaron en el paseo Yortuque de la ciudad de Chiclayo – Perú, para dar vida y sentido a una de las ceremonias iniciales del Far Ich Lap – Festival del Agua.

En una soleada mañana, refrescada por las aguas que discurren por el prehispánico canal Yortuque. Vimos desfilar al son de pututos, luciendo sus mejores trajes y acompañados por sus respectivas comitivas: Señor de Chuspo (que preside el Fexticum), Sacerdotiza de Chornancap (Lambayeque), Señor de Cinto (Pátapo), Señor de Sicán (Batangrande – Ferreñafe), Sacerdote de Sipán y al Señor de Sipán (Sipán-Huaca Rajada). Estando juntos recibieron el saludo de dos sacerdotes de la serranía de Cajamarca. Luego de sus respectivos rituales propiciatorios y de vibrantes mensajes se dirigen a un lugar apropiado para verter el agua traída desde el río Tocmoche (Chota), al viejo canal como culminación del rito de agradecimiento, pero también propiciatorio para que el agua siga fluyendo por toda la cuenca de este productivo valle norteño. La participación del alcalde distrital de La Victoria es básicamente una apuesta para que se dicten medidas y se promuevan actividades para proteger el agua.

Se trata de una peregrinación ritual que sigue el camino inverso del agua que fluye por el valle Chancay -Lambayeque desde la serranía, pasa por la costa para terminar su recorrido en el mar. Esta excursión ritual lo protagonizan y encabezan los Señores Ancestrales, desde la orilla del mar en Pimentel y Eten (en donde recogen agua de mar), pasan por el paseo Yortuque, suben hasta el partidor La Puntilla (Chongoyape), pasan  la Reserva Comunal de Chaparrí, asciende a Tocmoche (ya en territorio cajamarquino) hasta llegar a la mítica laguna de Mishahuanga (3,500 msm.) ubicada en Miracosta – Chota. En ese lugar se vierte el agua de mar, poniendo fin a una serie de actividades que sería largo enumerar.

Hace ya cuatro años y estando en Miracosta, recomendamos que se incluyera el ritual de regreso: que el agua de Mishahuanga sea recogida por la comitiva visitante y sea vertida en el mar para completar el ciclo del agua y que sea la comunidad campesina Santiago de Cachén la anfitriona de la comitiva de señores ancestrales. La propuesta ya se incorporó en el programa. Sin embargo, debemos remarcar que el origen de la cuenca se encuentra en el ámbito de la actual provincia de Santa Cruz - Cajamarca, en cuyo territorio nace y discurre el primer gran tramo del poderoso río Chancay – Lambayeque.

Festival 2023

El agua es uno de los recursos, es la fuente de la vida, y por ello ocupa un lugar importante en todas las civilizaciones. Pero en sociedades desarrolladas en condiciones de desierto y de escasez de lluvias el agua tiene un lugar todavía más importante. Si la preocupación por el agua – por el estrés hídrico – sigue siendo una constante en el poblador norteño de este tiempo, nos imaginamos las tensiones que habrán tenido en tiempos pasados cuando las sociedades eran todavía más vinculadas a las actividades primarias como la agricultura y la ganadería, esa importancia del agua la llevó al espacio de religiosidad andina y que todavía persiste con el culto o “respeto” a las fuentes de agua como el caso del mar para el habitante costeño, como las lagunas y puquios para los habitantes de la serranía.

Contamos con abundantes evidencias de la importancia del agua para las sociedades costeñas prehispánicas del norte del país que se pueden resumir en el concepto de “sociedades hidráulicas” como las definió Paul Kosok hace ya varias décadas. Quizás nuestro reto sea hoy devolverle al agua su vinculación con la ritualidad, con la esfera de las divinidades para darle el lugar que le corresponde junto con la tierra y para los cuales el término quechua “Pachamama” y “Cochamama” y sus equivalentes en muchik, culle o tallán son expresiones más profundas que un simple concepto de “recurso natural” como se acostumbra a definirla. Todavía hoy se hacen rogativas y ceremonias (como el Kasay Rumi en Cañaris) para invocar la presencia de lluvias y solo unos 250 años atrás se construyó el templo de Mórrope para perennizar el milagro de avenidas de agua luego de pasear a una virgen por el cauce seco del río. Sería deseable que esas rogativas, que esas ceremonias y otras que se puedan rescatar o recrear recuperen la reciprocidad andina evidenciadas con el pago, en forma de cargas de sal, ají y pescado que los señores de Jayanca hicieran a Penachí como forma de agradecimiento por regalarles el agua que nace en su territorio.

 

FAR ICH LAP – La Festividad del Agua – apuesta por devolverle al agua que discurre por el valle Chancay – Lambayeque, su componente místico, de religiosidad andina y con ello consolidar su buen uso, su manejo responsable y la preocupación por las amenazas del cambio climático que podría convertir a la costa norte y los espacios adyacentes en zona de sequía permanente. Es factible replicar esta experiencia en otros valles y convertirla en una movilización nacional por el agua en tiempos de amenazas globales. Así se enlaza a Lambayeque con las políticas globales contenidas en la Agenda 2030 y solo así cobra mayor sentido el interés de Adine Gavazzi de la Cátedra Unesco y del Patronato Muchik de la Cultura por promover esta iniciativa.

Este ritual del agua se inicia entonces en el mar o la mar, que trajo al mítico Naymlap y su corte fundadora de la Cultura Lambayeque y termina en la mágica laguna de Mishahuanga, ubicada en el territorio de los cachén del actual Miracosta y cuyo poder lo comprobó el mismo Antonio Raimondi cuando la visitara (agosto 1869). Se trata de un peregrinaje ritual que enlaza dos lugares epónimos del valle Chancay – Lambayeque.

Un ritual de esta magnitud también nos lleva a una pregunta ineludible: ¿Qué pasó con Lambayeque, qué pasó con este valle Chancay – Lambayeque que se encuentra en una situación difícil, con muchos problemas y que no puede iniciar su rumbo del antiguo esplendor que tuvo en tiempos pasados y que el esplendor de los Señores Étnicos nos lo recuerdan?. Quizás parte de las soluciones sea reencontrarnos con los valores, con las prácticas, con las sabidurías ancestrales que las hemos dejado atrás, que las estamos olvidando. Que la celebración del Far Ich Lap sea el comienzo de un cambio en el chip modernizante que nos han impuesto y nos auto imponemos.

----------

(*) Antropólogo social. INDER.

Deja tu Comentario