El mensaje evangelizador que Gustavo Gutiérrez promovió estuvo en relación directa con la ética cristiana inseparable de la opción preferencial por los pobres. Por ello, este pilar -propio de una verdadera espiritualidad- debería motivar un proyecto de vida católico coherente que encajado en el sueño de Dios encarne a Cristo entre los más vulnerables, desamparados y excluidos de la sociedad.
No podemos encerrar la espiritualidad solo al ámbito de la parafernalia porque vivir en el espíritu es una decisión existencial tanto para creyentes como para no creyentes. La verdad de nuestra existencia es una sinfónica en el corazón del mundo, repetía Von Balthasar. Y, asimismo, a Gustavo le animaba siempre la presencia de una matriz teológica que envuelve las relaciones cotidianas más radicales del día a día. Esto, ¿qué quiere decir? Que obrar desde la fe es gastar la vida por el bien del ser humano, integrando en él el derecho a que viva dignamente. Y promover esta digna forma de vivir es haber decidido impregnar la existencia entorno la mística del evangelio.
La espiritualidad cristiana es ser testigo de la misión que Dios confía en Cristo y que por intermedio de él confía a los seres humanos. Y dicha misión es la transformación de la historia de la salvación. Sólo el verdadero espíritu es el que podrá animar, motivar e impulsar a ser creadores de dicha transformación, forjando justa existencia. Recordemos que, afirmaba Gustavo, siempre el proyecto de Dios es un proyecto dador de vida que engendra esperanza. Y es esto lo que él plasmó en la Teología de la Liberación, inspirado gracias al papa Juan XXIII quien, en los años ´60 en aquel Concilio Vaticano II, se preguntaba: ¿a cuántos pobres les podemos salvar la vida?, ¿acaso eso no es generar esperanza?, ¿no es esto señal de signo divino?, ¿es la voluntad de Dios?
La espiritualidad cristiana sin Cristo será vacía porque sin el espíritu de Jesús no hay espíritu de Dios. ¿Y qué es entrar en sintonía con dicho espíritu? Es apoderarse de un modo de vida al estilo de Jesús, encarnado en la historia para liberar las esclavitudes. Y con esta pasión cristiana sintonizó G. Gutiérrez la que, promoviéndola en la Iglesia -la que fue tantas veces tan dura contra él-, sembró en la sociedad un estado perenne de amor cristiano para salvarla -para liberarla- de la ceguera injusta que forja pobreza, de la sordera violenta que crea guerras y de toda acción inhumana matonesca que desdibuja la esperanza; sólo así -bajo esa pasión cristiana de la opción preferencial- se será fiel reflejo de la espiritualidad jesuanica.
Para Gustavo “buscar al Señor” (Os. 5,6) no fue sólo ir al templo para encontrarlo, sino que, así como Amós y otros tantos profetas, su búsqueda estuvo marcada por orar a diario sí en el templo, pero por la implantación de la justicia en los tribunales. Buscar a Dios es buscar el bien que es buscar la justicia (Am. 5,15). Buscar a Dios se define de manera pura y sin mancha si se socorre a huérfanos y viudas (Sant. 1,27). Su invitación ha sido siempre buscar a Dios en el rostro del pobre y en el sufrimiento de los más necesitados (o de quien más nos necesite), de ser la voz de los que no tiene voz, o, como él lo decía "el pobre es aquel que no tiene derecho a tener derechos" (H.Arendt). Por consiguiente, la búsqueda y el encuentro con Dios pasa por el reconocerle a Él en el rostro de los pobres.
Por tanto, su legado es la sintonía de que re-conocemos a Dios cuando lo vemos en el más necesitado, cuando en él respetamos y protegemos. Es en ese acto del ethos o de la ética la vivencia de la fe en el Dios de Jesús que se practica mas no en actitos fervorosos, sino que se sufre como Cristo al sentir que existe lo injusto, compadeciéndose sí, pero anunciando también lo justo. Es un acto existencial el conocer a Dios porque quien practica la justicia y el derecho, forjando justicia a pobres e indigentes en medio de su pobreza y en torno del dolor de su destrucción…eso es conocer y amar a Dios” (Jr. 25, 15-16).
Que el sueño de este buen sacerdote dominico nos anime hacia el futuro el proyecto de celebrar en el Perú la fe de obrar en aquel proyecto de comunión, de solidaridad e integración, pero, comprometiéndonos con coherencia lo que se predica. Si el proyecto de Dios es amor, entonces promovamos no la división sino la unidad (diabolo es símbolo contrario a lo que une). Por tanto, su teología es exigencia ética cristiana que libera un proyecto de comunión, de comulgar en Cristo, pero comulgando todos sin excepción alguna porque sólo así como hermanos y hermanas se comulga el estilo de vida de Cristo y se comulga con el Proyecto de Dios: “lo tenían todo en común y formaban un solo corazón y una sola alma” (Hch. 2,44 y 4,32). Gustavo Gutiérrez buscó promover ser cristos en Cristo y esa es la única forma de construir el cuerpo de Cristo, de ser Iglesia, de caminar juntos, en compañía. Sólo así no habrá huida ni dicotomía entre culto y vida, tampoco entre espiritualidad y existencia, sino que, integrados en una misma mesa compartida forjaremos la liberación de toda esclavitud que oprime.
Gracias, Gustavo. En tu honor seguimos unidos y animados por el mismo espíritu, el de la liberación. La misión no se detiene. Continúa tú inspirándonos. Hasta pronto.
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