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ECOSISTEMAS AL LÍMITE: La repercusión de sequías e incendios forestales en la naturaleza

Escribe: Franklin Aguilar Gamboa (*)
Edición N° 1385

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La crisis climática está transformando significativamente la capacidad de nuestros ecosistemas para recuperarse de eventos extremos. Un análisis global revela que mientras las zonas áridas se vuelven más vulnerables al estrés hídrico, las regiones húmedas muestran una resistencia inesperada. La respuesta a esta divergencia no solo radica en la disponibilidad de agua sino en factores como la radiación solar, nutrientes y sobre todo la biodiversidad. Aunque se ha observado que los sistemas naturales pueden recuperar su equilibrio en un periodo de 4 a 5 años tras sequías e incendios severos, la creciente frecuencia de estos eventos extremos amenaza con interrumpir este ciclo natural de regeneración.

Los ecosistemas terrestres cada vez tienen menos tiempo para poder regenerarse de los grandes incendios forestales. Si bien estos tienen un impacto inmediato y devastador a nivel local, destruyendo hábitats y causando la muerte de numerosas especies, a largo plazo, los incendios pueden alterar las características de un bioma entero, cambiando la composición de la biota, los patrones de crecimiento y la estructura de la comunidad ecológica. La disminución de área forestal a su vez, está reduciendo su capacidad para absorber y retener el C02 que, cada año, se emiten por el uso del petróleo, gas y carbón.

La recuperación

Una investigación publicada por el profesor Meng Liu, de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Utah, en la revista Nature, reveló tres factores determinantes para la recuperación de un ecosistema tras un incendio: la disponibilidad de agua, la radiación solar y la biodiversidad. Según el investigador, la biodiversidad actúa como un seguro de vida en áreas húmedas, donde la variedad de especies permite que las más resistentes sobrevivan y ayuden a la recuperación del ecosistema después de sequías o incendios. Sin embargo, en zonas más áridas, la limitada biodiversidad y el estrés hídrico hacen que las plantas sean más vulnerables tanto a la sequía como al fuego, dificultando su capacidad de regeneración.

Desde el 7 de enero de 2025, California enfrenta un devastador incendio forestal circunscrito a Los Ángeles. Si bien estos eventos son recurrentes y característicos en esta región durante el otoño y finales del verano, particularmente este año, los fuertes vientos de Santa Ana, sequías prolongadas y baja humedad, complicaron la posibilidad de aplacar oportunamente el siniestro cuyo origen aun es materia de investigación y que ha producido varias víctimas mortales.

Desde una perspectiva biológica, las consecuencias de este tipo de incendios son alarmantes. En situaciones de esta índole, se suscitan cambios significativos en la composición de especies, donde algunas desaparecen mientras otras se adaptan a las nuevas condiciones, alterando las redes tróficas y la dinámica poblacional. La pérdida de vegetación suele intensificar la erosión del suelo, comprometiendo su fertilidad, mientras que la alteración del ciclo hídrico afecta la capacidad de retención de agua en los bosques, incrementando el riesgo de inundaciones y sequías.

Lo sucedido en California

Los incendios forestales, como los que actualmente azotan a California, no solo generan un impacto inmediato devastador en el entorno, sino que también alteran profundamente el equilibrio de los ecosistemas locales y globales. Un ecosistema, definido como el sistema biológico que incluye a las comunidades de organismos vivos (biocenosis) y el medio físico en el que interactúan (biotopo), enfrenta un colapso funcional tras eventos de esta magnitud. Por ejemplo, la eliminación de la cubierta vegetal afecta la transferencia de energía y ciclos de nutrientes, desarticulando las interacciones entre especies y comprometiendo la biodiversidad.

La biodiversidad, entendida como la variedad de formas de vida que abarcan desde los genes hasta los ecosistemas, desempeñan un papel esencial en la resiliencia ecológica. Sin embargo, con la pérdida de hábitats generada por estos incendios, muchas especies enfrentan la reducción de su nicho ecológico, ese espacio funcional donde cada organismo desempeña un papel específico, como la polinización en el caso de las abejas o el control de plagas por aves insectívoras. Cuando los nichos ecológicos se ven alterados, las redes tróficas se modifican, lo que puede derivar en desequilibrios, como el incremento descontrolado de especies oportunistas o invasoras.

En paralelo, la dinámica de las poblaciones se transforma profundamente. La sucesión ecológica, es decir, el proceso de cambio en la composición de las comunidades biológicas a lo largo del tiempo, se acelera en los entornos afectados por incendios. Las especies pioneras, generalmente adaptadas a condiciones extremas, ocupan rápidamente los espacios degradados, pero las etapas sucesivas para recuperar la biodiversidad original pueden extenderse por décadas o incluso siglos. Además, los ecosistemas enfrentan limitaciones asociadas a su capacidad de carga (el número máximo de individuos que pueden soportar a largo plazo), afectada drásticamente por la reducción de recursos y la calidad del hábitat.

Problemática aguda

El cambio climático intensifica esta problemática, alterando los patrones de temperatura y precipitación de biomas en todo el mundo. Un bioma comprende a grandes comunidades ecológicas caracterizadas por su vegetación y clima distintivo, como los bosques mediterráneos de California. Las modificaciones climáticas no solo reducen la capacidad de recuperación de estos biomas, sino que también potencian fenómenos como la biomagnificación, donde las sustancias tóxicas derivadas de incendios se concentran a lo largo de las cadenas alimentarias, afectando tanto a depredadores como a especies clave en los ecosistemas.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que el riesgo de incendios forestales extremos podría aumentar un 30% para el año 2050. El aumento de las temperaturas globales, junto con cambios en los patrones de precipitación, creará condiciones más propicias para la aridez y la acumulación de material inflamable en ecosistemas vulnerables. En regiones como los bosques mediterráneos, las selvas tropicales y las sabanas, estos eventos podrían desencadenar ciclos recurrentes de degradación, dificultando aún más la regeneración natural de los biomas. Además, enfrentaremos desafíos como la pérdida acelerada de especies, el desplazamiento masivo de poblaciones humanas debido a la escasez de agua y la intensificación de crisis alimentarias, dado que muchas áreas agrícolas dependerán de recursos hídricos cada vez más limitados. Este panorama refuerza la necesidad de tomar medidas inmediatas y contundentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover estrategias de adaptación a nivel global.

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(*) Decano del Colegio de Biólogos de Lambayeque.

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