En el Banco Central de Reserva del Perú – BCRP, a través del Departamento de Estudios Económicos, reveló que en el 2023 el Producto Bruto Interno – PBI, de Lambayeque cayó considerablemente, al punto de registrar un decrecimiento de 5.7 %.
En una revisión de la evolución del PBI regional, entre el 2008 y el 2023, se tiene que los años con indicadores negativos han sido el 2020, debido a la pandemia por el Covid-19, y el 2023, según se explica por el impacto del ciclón Yaku.
Mientras que en el 2020 se registró un PBI de -6.3 %, el año pasado la caída fue de -5.7 %. Los años más positivos para el PBI de Lambayeque fueron: 2021 (15.3 %); 2012 (9.5 %) y 2008 (9.2 %).
La caída de la economía regional el año pasado fue ampliamente mayor al promedio nacional, donde sólo se registró una disminución de -0.6 %.
El período más crítico para la economía de Lambayeque fue el segundo y tercer trimestre del 2023, cuando la contracción fue del 5.3 % y 12.2 % respectivamente.
Aporte al PBI nacional
En la mirada nacional, el aporte de Lambayeque al PBI fue del 2.6 % en el 2022, registro más actualizado que maneja el Banco Central de Reserva.
Con dicho aporte, el departamento se ubicó debajo de Arequipa (6.1 %); La Libertad (4.7 %); Áncash (4.2 %); Piura (4 %); Cusco (4.2 %); Ica (4 %) y Junín (3.2 %).
Sectores
Asimismo, entre el 2018 y el 2022, el sector Agropecuario en Lambayeque creció en 10.3 %, siendo el que mayor desarrollo alcanzó si se compara con otros sectores como el de Manufactura, que sólo evolucionó en 2.8 %; Comercio en 2.6 %; Construcción en 2.2 % y Minería en 1.5 %, teniendo en cuenta que en Lambayeque la minería es no metálica.
En Telecomunicaciones el crecimiento fue de 7.6 %; en Trasportes 1.9 %; la administración pública creció en 3.5 %, los sectores Electricidad, Gas y Agua crecieron 5.1 % de manera conjunta y el sector Servicios 1.4 %. El sector que ha mostrado una evolución negativa en dicho período fue Pesca, con -8.1 %.
Sin embargo, para el ejercicio 2023 la realidad cambió de manera drástica. Por ejemplo, el sector Agropecuario cayó en -14.3; Construcción en -23.8 y Telecomunicaciones en -6.6 %. El Comercio creció únicamente 1.6 %.
Productos agrícolas
El año pasado, el sector Agropecuario experimentó un desplazamiento hacia la producción de productos agrícolas de exportación, siendo los arándanos y la palta los de mayor crecimiento.
Mientras que en el 2013 el arroz cáscara el producto de mayor volumen a nivel regional, representando el 40.8 % de la producción total, para el 2023 su aporte se redujo al 24.5 %.
Actualmente, la distribución agrícola es la siguiente: arándanos (28.8 %); arroz cáscara (24.5 %); palta (13.6 %); caña de azúcar (8.2 %); maíz amarillo duro (4.4 %); uva (3.7 %); mango (2.3 %) y otros (14.6 %).
El 35.4 % de las exportaciones lambayecanas al 2023 fue de arándanos; el 18.4 % paltas; 8.5 % café; 8.4 % uvas; 5.8 % mangos; 3 % jugos de frutas; 2.7 % espárrafos; 2.1 % pimientos y jalapeños; 1.6 % frijoles y 12 %, otros.
Créditos
Según explica el BCRP, el crédito se mantuvo a diciembre del 2023 impulsado por las menores colocaciones a personas. El mejor año para la evolución del crédito fue casualmente el de la pandemia, cuando la variación fue de 11.7 % en positivo. A enero de este año la variación es del 0.5 %.
Lo que se ha disparado es el crédito a personas, que a enero pasado creció en 5.2 %, mientras que en diciembre el crédito a empresas subió en 1.3 %.
En Lambayeque, en el 2023, el 28.7 % de los créditos fueron destinados a micro y pequeñas empresas; el 26.5 % al consumo; el 19.5 % a medianas empresas; el 16.2 % hipotecarios y el 9.2 % a la gran empresa.
Invitado a colaborar con una reflexión sobre las últimas palabras de Jesucristo en la cruz, el que escribe, sin ser teólogo, ofrece unas rápidas reflexiones surgidas ante el espectáculo del Vía Crucis realizado en la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo en los últimos días.
La última frase de Jesucristo en la cruz, "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46), encierra una declaración de confianza y entrega absoluta a la voluntad divina que resuena profundamente en el corazón de los creyentes. Esta frase encapsula la esencia misma de la fe cristiana y ofrece una fuente inagotable de reflexión para quienes buscan comprender el misterio del sacrificio redentor de Cristo.
Para un católico conmovido por el Vía Crucis, las estaciones que preceden al momento de la crucifixión son una experiencia visceral de acompañamiento a Jesús en su camino hacia la cruz. Cada estación es un recordatorio conmovedor del sufrimiento extremo y la humillación que Jesús soportó por amor a la humanidad. Desde su condena injusta hasta su crucifixión en el Calvario, el Vía Crucis nos sumerge en la realidad cruda del pecado humano y la magnitud del sacrificio de Cristo.
Confianza y serenidad
Es en este contexto de sufrimiento y redención que la última frase de Jesús adquiere un significado aún más profundo. En medio de la agonía física y emocional de la crucifixión, el mártir del Gólgota no se lamenta ni se rebela contra su destino, sino que entrega su espíritu al Padre con confianza y serenidad, constituyendo un ejemplo de fe y obediencia.
De hecho, la frase de Jesús en la cruz es un llamado a imitar su ejemplo de confianza y entrega en todas las circunstancias de la vida. Así como Jesucristo confió en el Padre celestial en el momento más oscuro de su vida terrenal, nosotros también debemos confiar en la presencia de Dios en medio de las pruebas y tribulaciones a que la vida nos somete. Tal confianza no se basa en la idea de una vida sin sufrimiento, sino en la certeza de que Dios nos sostiene incluso en medio del dolor más profundo.
Además, la última frase de Jesús en la cruz nos invita a reflexionar sobre el significado más amplio del sufrimiento en la vida humana. El sufrimiento inocente de Jesús, asumiendo voluntariamente el peso del pecado del mundo, no es un acto de resignación pasiva, sino un acto de amor redentor hacia la humanidad, transformando su dolor en un camino hacia la salvación. Su cruz no es un mero símbolo de redención, sino también un recordatorio del dolor y el sufrimiento que existen en el mundo. Al encomendar su espíritu al Padre en medio de su agonía, Jesús nos enseña a encontrar sentido y propósito incluso en medio del peor sufrimiento.
Reconciliar al mundo
Para quien se conmueve ante el espectáculo de un Vía Crucis, el sufrimiento adquiere un nuevo significado a la luz del sacrificio de Cristo en la cruz. No es simplemente un castigo o una prueba de la fe; es una oportunidad para conectarse con el sufrimiento de Cristo y participar en su obra redentora. Al encomendar nuestro dolor al Padre celestial con la misma confianza que Jesús encomendó su espíritu, nos unimos a él en su misión de reconciliar al mundo con Dios.
Además, la última frase de Jesús en la cruz nos recuerda la promesa de vida eterna que nos espera más allá del sufrimiento y la muerte. Al encomendar su espíritu al Padre, Jesús nos asegura que la muerte no tiene la última palabra, sino que es el umbral hacia una vida nueva y eterna en la presencia de Dios. Esta esperanza de vida eterna es el fundamento de la fe cristiana y la fuente de consuelo para aquellos que enfrentan el sufrimiento y la muerte de sus seres queridos.
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Frase que nos recuerda la importancia de confiar en la providencia divina, de unir nuestro sufrimiento al de Cristo y de mantener la esperanza en la vida eterna. Que esta frase sea para nosotros un faro de luz en medio de la oscuridad, guiándonos hacia la plenitud de la comunión con Dios.
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(*) Abogado, docente universitario e historiador.
Las últimas palabras de Jesús en la cruz, "Todo está consumado", pronunciadas en griego como "tetelestai", resuenan con un significado profundo y complejo. Más allá de una simple declaración de finalización, estas palabras encapsulan una serie de ideas que invitan a la reflexión:
Culminación de la misión: En un sentido literal, "todo está consumado" marca el final del sufrimiento físico de Jesús y el cumplimiento de su misión profética. Desde su nacimiento hasta la crucifixión, Jesús dedicó su vida a cumplir la voluntad de Dios, predicando el amor, la justicia y la redención. Su muerte en la cruz representa el sacrificio supremo para la salvación de la humanidad.
Victoria, confianza y acción
Victoria sobre la muerte: Aunque a primera vista la muerte de Jesús parece una derrota, "todo está consumado" revela una victoria más profunda. Jesús vence al poder del pecado y la muerte, abriendo las puertas a la vida eterna para aquellos que creen en él. Su muerte no es un final, sino un nuevo comienzo.
Confianza en Dios: Las palabras de Jesús también expresan una profunda confianza en Dios. A pesar del dolor y la incertidumbre, Jesús se entrega completamente a la voluntad del Padre. Su confianza inquebrantable nos invita a tener fe en Dios, incluso en los momentos más difíciles de nuestra vida.
Un llamado a la acción: "Todo está consumado" no solo describe un hecho histórico, sino que también es un llamado a la acción para los cristianos. La muerte y resurrección de Jesús nos motivan a seguir su ejemplo, a vivir una vida de amor, entrega y servicio a los demás.
Esperanza, dolor y entrega
Un mensaje de esperanza: En un mundo lleno de sufrimiento y dolor, las palabras de Jesús ofrecen un mensaje de esperanza. "Todo está consumado" nos recuerda que Dios tiene un plan perfecto para nuestras vidas y que, a pesar de las dificultades, la victoria final es segura.
Al meditar en las palabras "todo está consumado", me siento profundamente conmovido por el amor y el sacrificio de Jesús. Su muerte en la cruz me recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de vivir con propósito. También me llena de esperanza y confianza en Dios, sabiendo que su amor y su gracia son infinitos. Las últimas palabras de Jesús en la cruz, "Todo está consumado", resuenan con un significado profundo y complejo. Encierran una mezcla de dolor, victoria y entrega total.
Dolor: Jesús ha experimentado un sufrimiento inimaginable. Ha sido traicionado, torturado y clavado en una cruz. Su cuerpo está agotado y su espíritu agonizante. En este contexto, "todo está consumado" puede interpretarse como una expresión de la culminación de su sufrimiento físico.
Victoria: Sin embargo, estas palabras también tienen un tono de victoria. Jesús ha cumplido su misión. Ha vencido al pecado y a la muerte. Ha abierto las puertas del cielo a la humanidad. "Todo está consumado" anuncia el triunfo del amor de Dios sobre el mal.
Entrega total: estas palabras expresan la entrega total de Jesús a la voluntad de su Padre. Ha aceptado su destino con amor y obediencia. "Todo está consumado" revela la confianza absoluta de Jesús en Dios, incluso en el momento más oscuro de su vida.
Para finalizar, podemos reflexionar sobre nuestro propio camino de vida. ¿Qué significa para nosotros que "todo está consumado"? ¿Hemos experimentado momentos de dolor y sufrimiento en los que hemos sentido que todo se derrumbaba? ¿Hemos experimentado también momentos de victoria y de entrega total a Dios? Con Cristo, siempre tendremos victoria y salvación.
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Docente universidatario e investigador.
La frase "Tengo sed", pronunciada por Jesús en la cruz, es un momento cargado de profundo simbolismo y significado teológico. Aunque estas palabras pueden interpretarse literalmente como una expresión del sufrimiento físico de Jesús en ese momento, también tienen un significado espiritual y simbólico que trasciende el evento histórico.
El relato de la crucifixión se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, en el Evangelio de Juan, específicamente, encontramos la declaración de Jesús: "Tengo sed" (Juan 19, 28). Esta frase, muestra en primera instancia, a Jesús expresando una necesidad física en el momento de su agonía en la cruz. Después de haber realizado un largo recorrido con la pesada cruz, incluso ya desangrado y crucificado, experimenta su intensa agonía, es donde Jesús muestra su humanidad al expresar una necesidad básica de agua; sin embargo, tiene, además un significando más profundo. En la fe cristiana, el agua se asocia con la vida, la limpieza corporal y la purificación espiritual; por eso, Jesús, al decir "Tengo sed" expresa, además, una sed espiritual, una sed de redención y reconciliación de la humanidad con Dios.
La sed de Jesús en la cruz se entiende desde el contexto de su misión salvadora. Al inicio de su ministerio, Jesús se presenta como el agua viva que sacia la sed espiritual de las personas (Juan 4,14). Al pronunciar estas palabras en la cruz, Jesús nos hace recordar su papel como el único que satisface completamente la vida humana en su corporalidad y espiritualidad; por ello, la declaración "Tengo sed" invita a reflexionar sobre la naturaleza humana de Jesús al mismo tiempo de su naturaleza divina tal como lo enseña la teología, pues aunque, a menudo es fácil enfocarse en la divinidad de Jesús y pasar por alto su humanidad, esta declaración nos recuerda que Jesús experimentó todas las realidades del ser humano, tanto físicas como emocionales.
Mensaje de solidaridad
En esta misma línea, se asocia estas palabras con el sufrimiento humano. Jesús, al experimentar la sed en la cruz, se solidariza con todos los que sufrimos sed física, emocional o espiritual. Esta declaración es por ello un llamado a la compasión y la acción, recordándonos nuestra responsabilidad de aliviar el sufrimiento de los demás coherentemente, y no como lo que hizo un soldado romano al darle vinagre en vez de agua (Juan 19, 29-30). Además, "Tengo sed" es una invitación a la comunión con Jesús, pues en varias ocasiones en los evangelios, Jesús habla del agua que da vida y la comida que sacia el hambre espiritual (Juan 6, 35). Al expresar su sed en la cruz, Jesús llama a sus seguidores a acercarse a Él para recibir el agua viva que Él mismo ofrece, y que sacia todo tipo de sed restaurando la vida.
En el contexto de la historia de la salvación, la declaración de Jesús "Tengo sed" se entiende como el cumplimiento de las Escrituras y las profecías del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el Salmo 22, 15, el salmista declara: "Como un tiesto se ha secado mi vigor, y la lengua se me pega al paladar". Jesús, al pronunciar estas palabras en la cruz, muestra que en Él se dan cumplimiento las Escrituras y cómo su vida y su sufrimiento están en consonancia con la voluntad de Dios revelada en ellas.
Llamado a seguirlo
Estas palabras, nos desafía a reflexionar sobre nuestro propio llamado a seguirlo. Como discípulos de Cristo, somos llamados a identificarnos con su sufrimiento y a participar en su misión de amor y redención en el mundo en coherencia. Esto significa no solo satisfacer las necesidades físicas de los demás, sino también trabajar por la justicia, la paz y la reconciliación en un mundo sediento de las mencionadas virtudes.
Finalmente, la declaración de Jesús en la cruz es un momento cargado de significado teológico y espiritual. Aunque puede entenderse literalmente como una expresión de su sufrimiento físico, también nos invita a reflexionar sobre su humanidad, su misión salvadora y nuestra propia llamada a seguirlo en el servicio y la compasión hacia los demás. En última instancia, estas palabras nos recuerdan el profundo amor de Dios por la humanidad y nos desafían a vivir de acuerdo con ese amor en nuestras propias vidas.
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(*) Docente universitario de Filosofía, Teología e Investigación. Coordinador ODEC-Chiclayo.
El Evangelio relata que el Señor en la Cruz exclamó: “Elí, Elí, lama sabactaní” (“Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”). Fue tan impactante este grito que los evangelistas han mantenido las palabras en la misma lengua en que Jesús las pronunció. ¿Qué significa esta cuarta palabra? Es la palabra más misteriosa, es la palabra más desconcertante, es la palabra más desgarradora que salió del corazón de Cristo crucificado.
Podríamos preguntarnos: ¿El Padre ha abandonado a su Hijo amado? De ninguna manera, porque entre el Padre y el Hijo hay una comunión eterna de amor. Jesús es el Hijo amado del Padre (cf. Mt 3,16-17). El silencio de Dios no es su ausencia sino más bien otra forma en la que muestra su presencia.
Si Jesús no es abandonado por el Padre ¿cómo entender esta cuarta palabra? Jesús está orando con un salmo. Es el salmo 22 de la numeración hebrea. Aquí tenemos una primera lección. Jesús ora en la cruz, y de esa manera convierte la Cruz es un ámbito de oración. De esta manera, la Cruz se vuelve una cátedra de oración. La respuesta ante el dolor es la oración, decía Benedicto XVI: “Cuando nadie me escucha Dios siempre me escucha, cuando no puedo hablar con alguien, con Dios siempre puedo hablar”. Por ello, seamos personas de oración.
Si nos fijamos en la Biblia es el Salmo que está rezando Jesús es la oración del justo perseguido. Es el salmo del inocente que se ve acosado por las injusticias, es el Salmo de aquel que sufre las injusticias y no encuentra apoyo humano. Jesús es el justo que muere por nosotros los injustos (cf. 1 P 3,18), Jesús es el Cordero que se hace pecado por nosotros (cf. 2 Co 5,21). Jesús es el inocente que carga con las culpas de nosotros pecadores. De los 150 salmos que existen, recita el Salmo 22, porque está expresando la tremenda injusticia que sufre.
Jesús es el justo que se solidariza con todas las injusticias de todos los tiempos de la historia humana. En este grito: “¿Por qué me has abandonado?”: Está el grito del concebido no nacido a quien se le ha quitado la vida; está el grito de los niños maltratados, vejados y explotados; está el grito de los jóvenes, quienes a pesar de sus capacidades, no tienen oportunidades de estudio o trabajo; está el grito de la mujer maltratada, abandonada, o convertida en objeto; está el grito del trabajador explotado que recibe un sueldo de hambre y el grito del inmigrante rechazado, ignorado o despreciado.
También está el grito del enfermo y del anciano que no encuentra cariño ni atención y está el grito de los detenidos arbitrariamente, de los acusados falsamente, de los que sufren escarnio y burlas, los que sufren por el abuso de poder…
El poder de la oración
El dolor, especialmente cuando es tan agudo y carente de explicaciones, necesita simplemente estar agarrado al hilo de una oración que clama a Dios día y noche, que a veces se expresa en la ausencia de palabras.
El Papa Francisco defendió que "la protesta es una forma de oración". "Si tienen en el corazón cualquier dolor y tienen ganas de protestar, protesten a Dios. Dios les escucha, Dios es padre, Dios no se asusta de nuestras oraciones de protesta. Él nos entiende".
Cambiemos la Historia
Ser cristiano no es subir a la cruz con Jesús, sino ayudar a bajar de la cruz a tanto crucificado que hoy podemos encontrar en nuestro camino.
Es claro que en la vida podríamos evitarnos muchos sufrimientos, amarguras y sinsabores. Bastaría con cerrar los ojos ante los sufrimientos ajenos y encerrarnos en la búsqueda egoísta de nuestra dicha. Pero siempre sería a un precio demasiado elevado: dejando sencillamente de amar, renunciando a nuestro ser, a ser “imagen y semejanza de Dios”.
Esta solidaridad dolorosa hace surgir salvación y liberación para el ser humano. Es lo que descubrimos en el Crucificado: salva quien comparte el dolor y se solidariza con el que sufre. “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz” (San Francisco de Asís).
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(*) Parroquia San Antonio de Padua, Chiclayo.
Cuando Cristo agonizaba en la cruz pronunció siete frases que dos mil años después siguen teniendo un gran significado no sólo para los cristianos en todo el mundo, sino para todo aquel que tiene un alto sentido de la fe y se anima a reflexionar sobre la humanidad y los problemas que enfrenta en la actualidad.
De acuerdo al evangelio según San Juan, capítulo 19, versículos 26-27, mientras Jesús estaba en la cruz, miró a su madre, María, y al discípulo Juan, uno de los más amados por el maestro.
"Cuando Jesús vio a su madre, y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa".
Para un laico, esta declaración de Jesús puede entenderse como un acto de cuidado y preocupación hacia su madre, María, y una indicación para que Juan la cuidara como a su propia madre. Además, puede ser vista como una muestra del amor y la importancia que Jesús otorgaba a las relaciones familiares y comunitarias. También podría interpretarse simbólicamente como una representación de cómo Jesús nos enseña a cuidar y apoyarnos mutuamente como una familia espiritual, más allá de los lazos de sangre. Estas palabras, que fueron las terceras en el orden establecido, resaltan valores como el amor filial, la preocupación por los demás y el sentido de comunidad.
Inspiración y reflexión
De acuerdo con lo que señalan los teólogos, estas palabras de Jesús también pueden interpretarse como un acto de cumplimiento de la voluntad divina y un ejemplo de su preocupación por el bienestar de sus seguidores, incluso en medio de su propio sufrimiento. Se puede entender como un gesto de amor a través del cual Jesús encomienda a su madre a los cuidados de Juan, simbolizando la formación de una nueva familia espiritual basada en los lazos de fe y compromiso mutuo.
Bajo esa perspectiva, se cumpliría desde entonces aquella afirmación de que María, madre de Dios, es también madre nuestra.
¿Puede tener un mensaje filosófico lo expresado por Jesús sobre su madre? Desde este punto de vista sí, pues podríamos interpretar sus palabras como un ejemplo de cómo debemos cuidar y apoyar a nuestros seres queridos, así como a aquellos que nos rodean, incluso en momentos de dificultad. También puede considerarse como una manifestación del sentido de responsabilidad y deber hacia los demás, destacando la necesidad de solidaridad y compasión en la existencia humana, aspectos que justamente en tiempos actuales son urgentes de promover y cuidar. La humanidad atraviesa enormes problemas y muchos de ellos se originan por una falta de valoración sobre la vida.
Madre de la iglesia
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 966, hace referencia a María como la "madre espiritual de todos los hombres", basándose en pasajes como Juan 19:26-27. Esta enseñanza resalta el papel de María como madre de la Iglesia y su preocupación maternal por todos los fieles.
Asimismo, el papa Juan Pablo II, en su carta apostólica "Redemptoris Mater" (Madre del Redentor), reflexiona sobre el papel de María como madre espiritual de la humanidad, utilizando también el pasaje de Juan 19:26-27 como fundamento para esta doctrina mariana.
Finalmente, debemos tener presente lo expresado por su santidad Francisco en su homilía del 8 de octubre del 2016, cuando refiriéndose a María dijo: “En el Gólgota no retrocedió ante el dolor, sino que permaneció ante la cruz de Jesús y, por su voluntad, se convirtió en madre de la Iglesia; después de la Resurrección, animó a los apóstoles reunidos en el cenáculo en espera del Espíritu Santo, que los transformó en heraldos valientes del Evangelio. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo podemos abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”.
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(*) Doctora en Comunicación y docente universitaria.
Actualmente se ha devaluado el valor de la palabra, tanto, que decir “te doy mi palabra” es casi como esperar que no sea cumplida. Esto no sucede con el mensaje bíblico, donde dar la palabra es sinónimo de firme y fiel compromiso de cumplirla cabalmente. En efecto, desde el inicio del Génesis, se lee “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” y así, cada elemento de creación se realiza al terminar Su Palabra (Génesis 1, 1 ss.).
Siguiendo la historia de la Salvación, ante el pecado de Adán y Eva, Dios da su palabra de redención por medio del profeta: “Por tanto, el Señor mismo les dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará Emanuel (Dios con nosotros)” (Isaías 7, 14), dándose cumplimento en Jesús, de acuerdo a los evangelios (Lucas 2, 1-7; Mateo 1, 18-25).
En varias escenas, los evangelios muestran a Jesús expresando palabras que se ven cumplidas. Para muestra un botón: “Niña a ti te digo: ¡Levántate!” al resucitar a la hija de Jairo (Lucas 8, 49-55). Las palabras expresadas por Jesús en la Biblia tienen un profundo sentido y significado para la humanidad, que traspasa la letra y trasforma a la persona totalmente, si es que está dispuesta a sentirlas, pensarlas y vivirlas… las siete palabras que Jesús da en la cruz no son la excepción.
La promesa
Cuando Jesús expresó en la cruz: “De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 43) manifestó palabras de respuesta en una escena de doble suceso: una ofensa injuriosa y una oración de profundo arrepentimiento. Veamos por partes: Siendo Jesús crucificado en medio de dos ladrones, uno de ellos le afrentaba de modo agraviante: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23, 39) recibiendo como respuesta el silencio de Jesús.
El ladrón de su derecha, por lo contrario, toma palabra para increpar a su acompañante de suplicio, saliendo en defensa de Cristo crucificado: “El otro le reprendió diciendo ¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio? Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hicimos, pero éste no ha hecho nada malo. Y añadió: Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino” (Lucas 23, 40-42), recibiendo -en respuesta- la pronta palabra que libera de la culpa y promesa de feliz encuentro: “De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 43).
Los diálogos que diversas personas entablan con Jesús en relatos bíblicos son momentos de oración, entonces cabe preguntarnos ¿cómo dialogamos con Jesús? ¿cómo oramos? ¿cuál es nuestra actitud ante él? Algunas veces podemos tener la actitud del mal ladrón que no acepta lo que ha hecho y que, por lo contrario, exige beneficios creyendo que Dios es como un mago o un genio de la lámpara dispuesto a cumplir caprichos. Y si “no cumple” decimos “qué malo es Dios” o simplemente negamos su existencia. Si así fuera que lamentable actitud la nuestra.
La actitud que debemos tener es la de aquél que, reconociendo nuestros propios errores y pecados, imploramos perdón a Dios encomendándonos a su misericordia, y exclamemos junto al ladrón que fue crucificado a lado de Jesús ¡Acuérdate de mí en tu Reino! Recordemos también que la oración es necesaria para el creyente, es como el ‘oxígeno’ que inhalamos para vivir saludablemente y permite expeler el ‘dióxido’ de lo malo que podemos haber hecho.
Palabras que conmueven
Por otro lado, a lo mejor el no creyente y el escéptico, se pregunten ¿qué puede decirme esto a mí? ¿Qué me dice la pasión de Jesús o sus palabras? Si tienen la actitud de un recto razonamiento, el hecho histórico o la narración -como quieran asumirlo- de seguro que les interpela, cuestiona y reta, porque la vida y mensaje de Jesús no pasa nunca desapercibido, y a pesar de la indiferencia con que se la pueda asumir, siempre habrá momentos cruciales en la vida de las personas, en los cuales las palabras de Jesús conmuevan la mente y el corazón transformándolos en integridad del bien.
La segunda palabra de Jesús en la cruz “De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”, en medio de su humana agonía, ratifica la divinidad del Cristo al garantizar, en verdad plena, su resurrección. La palabra de promesa cumplida al malhechor que lo reconoce como Dios y que reconoce las indiferencias y bajezas de sus malas acciones, nos las dice Jesucristo también a nosotros invitándonos a la conversión, que no es otra cosa sino ser personas testimonio de su amor en medio de nuestro tiempo.
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(*) Filósofo y Docente Universitario. Investigador RENACYT.
“Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, es una frase que revela la personalidad de Jesús, profundamente misericordiosa y condescendiente para con el prójimo (aún en la cima de su vulnerabilidad). Y a pesar que la frase data de más de dos mil años atrás, tiene un sentido que ha trascendido, confirmado y ha enriquecido la filosofía y la ciencia espiritual que hoy conocemos.
Un análisis rápido de la frase y su vinculación con el mundo moderno y las prácticas espirituales nos enfoca en dos términos que sobresalen: el “perdón” y “el no saber” o “desconocer”.
Perdón
Sobre el primer término (perdón) existe abundante referencia. Casi todos sabemos de qué se trata y reconocemos que es una virtud trascendente, esencial para una vida armoniosa incluso al momento de la muerte. De hecho, existe un trabajo científico-médico denominado "El perdón como necesidad del paciente al final de la vida", que consiste en la revisión sistemática de bibliografía escrita acerca del significado que guarda para pacientes y familiares la experiencia del perdón al final de la vida y su influencia en el afrontamiento de la muerte. Dicho estudio concluye que el perdón es un medio espiritual para alcanzar la paz y reconciliación interior, así como una necesidad para cerrar el ciclo de vida y mejorar la atención integral del paciente y su familia.
El perdón es reconocido actualmente como una práctica de sanación. Una filosofía mundialmente conocida y practicada en el mundo moderno como es la filosofía del “yokonopono” se concentra en el perdón como un medio de transformación personal y emocional que cambia la perspectiva de una persona. En palabras de Jack Kornfield "el perdón es la clave para liberarse del sufrimiento causado por los demás". Da la sensación que cuando Jesús mencionó estas palabras, literal e históricamente recogidas en la Biblia, tenía una sabiduría visionaria al obsequiarnos esa palabra clave, el “perdón”.
Desconocer
El segundo término es también muy interesante. Por ejemplo, volviendo al escenario de la pasión de Jesucristo, nos preguntamos qué es lo que “desconocen” las personas que lo condenaron a morir en la cruz. La respuesta inmediata seguramente es: “desconocen que se trata de un ser divino, el Hijo de Dios”. Desconocer estos principios de fe, aludían a un ser pagano o alguien que actuaba como tal; es decir, un individuo cegado, envilecido o embriagado por sus instintos, sin freno, sin conciencia moral.
Con todo el avance de la filosofía, la psicología y el aporte, incluso del Budismo, sabemos que el desconocer las realidades espirituales, hoy en día, nos convierten en una persona que vive en modo “inconsciente”, “dormidos” o “adormecidos” estado de la mente del que Jesús también hizo referencia de modo similar cuando mencionó: "Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden” (Mateo 13:13-16).
Visto de este modo, el grado de consciencia o inconsciencia no tiene un valor histórico relacionado con una comunidad determinada o con la geografía o con la edad o la raza o la edad de la civilización, sino se trata de una experiencia personal que atañe a cada ser humano.
Deduciendo entonces, el ser consciente de las realidades espirituales implica vivir en la práctica permanente del perdón, lo que te conduce a un modo armonioso, libre de conflictos y condescendiente con los demás, es decir tolerante, considerado, respetuoso de las diferencias; cualidades que nos llevarían a un estadío comunitario de paz mundial que se inicia en el interior de cada persona.
De otra parte, acerca de la condescendencia también hubo otro maestro espiritual, Adams, que expresó la idea de ser exigente consigo mismo y condescendiente con los demás como parte de su enfoque de justicia (“Lecciones de los maestros”-George Steiner) En ese caso, el ser “duro” con uno mismo también se puede entender como severo, estricto; que solo es posible en un patrón de conducta de disciplina y responsabilidad. Lo que, de hecho, muchas veces convierte a una persona en exitosa.
Según esta enseñanza espiritual con esta práctica podríamos ser exitosos y a la vez compasivos y tolerantes; es decir, personas que logran sus objetivos mediante el acuerdo, el diálogo, la apertura, la aceptación. En ese caso, el ser exitoso no te convierte en ególatra ni mezquino, por el contrario.
El asunto sigue vigente y lo seguirá siendo aun cuando la humanidad avanza en edad y se abre paso cada vez más rápido al mundo de la tecnología de avanzada. Hoy, hablamos asombrados de los alcances de la Inteligencia Artificial, pero mantenemos lamentables cifras de demanda social. No hemos podido superar el hambre, la corrupción, la falta de seguridad. Nuestros niños se suicidan a gran escala y nuestros ancianos padres mueren en el abandono porque, aunque avanzamos en la superficialidad no resolvemos los temas de raíz. Qué bueno tomarnos un momento para revisar nuevamente esta frase, un regalo del maestro Jesús. Al menos quienes queremos cambiar un poco la realidad en la que vivimos sabemos que si volvemos la mirada al perdón que pasa por la empatía, a la compasión que pasa por la tolerancia y la responsabilidad, tal vez algo, algo podría empezar a cambiar en nuestra familia. Y con eso es bastante.
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(*) Magíster y docente universitaria.