El pasado 26 de diciembre partió a la patria celestial Sebastián Villena Hernández, de 92 años de edad, ejemplar padre de familia, esposo, abuelo, hijo, hermano, suegro, ciudadano y mejor ser humano, dejando un lamentable vacío entre sus familiares, amigos y vecinos de la urbanización Campodónico.
Casado con la dama motupana Ruth Yrigoyen Urmeneta, con quien compartió hogar durante 66 años y tuvo 8 hijos: Víctor, María, Ruth, Aurora, Virgilio, Lucho y Sebastián, 23 nietos y 9 bisnietos.
Trujillano de nacimiento y chiclayano de corazón, pues se afincó en esta tierra de juncos y cañaverales por más de 70 años, fue hijo de Benancio Villena Rodríguez y María Hernández Iglesias. Tuvo 5 hermanos: Santiago, Griselda, Manuel, Américo y Virgilio. Con su deceso, la familia Villena Hernández se ha encontrado en el cielo para vivir en la eternidad.
Don Sebastián o “Papá Chan”, como solía llamarlo, fue un hombre emprendedor, activo y comprometido no solo en lo familiar, lo fue también con su comunidad. Su prioridad fue la educación para sus hijos, a quienes hizo profesionales en Biología, Enfermería y Gastronomía.
De sonrisa abierta, jocoso, bailarín, de exquisito paladar y celebrante de los cumpleaños familiares, para él no había mejor fiesta que la de recibir el día onomástico con cena, música y larga tertulia, desde las cero horas hasta el amanecer, cuando asomaba la aurora. Creyente, católico, solidario, admirador de Víctor Raúl Haya de la Torre, solía decir: “Si en una elección presidencial un solo voto aparece a favor del APRA, ese es mi voto”.
Sus platos favoritos, infaltables en la celebración, eran el pavo con relleno y su pan de molde, cabrito, arroz con pato y el tradicional cebiche; como bebida infaltable un buen whisky, su bebida gaseosa, baile y, por supuesto, los memorables recuerdos de lo que fue su vida al lado de su admirada madre -la abuela María- o su padre don Benancio. Cómo no recordar en las tertulias cumpleañeras el asomo de lo que fue su niñez, juventud y adultez, en la que recordaba cómo celebraban Navidad, Año Nuevo y todo acontecimiento que marcaba el calendario anual.
Con “Papá Chan” conocí el calor familiar y amical, la alegría de un hombre que era feliz al compartir regalos, como si fuera Papá Noel. En la urbanización, de la que casi fue fundador, precisamente en la calle Francisco Pizarro, organizó a sus vecinos para solicitar la mejora de las pistas, la instalación del agua y el alcantarillado y la formación de la Hermandad Señor de los Milagros, con la que organizaba uno de los mejores homenajes al Cristo de Pachacamilla.
Cómo no recordar su paso como presidente de la Asociación de Padres de Familia del emblemático Colegio Elvira García, donde se formaron sus 4 hijas mujeres. Allí puso alma, vida y corazón para que la institución educativa contara con los mejores servicios y siempre fue modelo de gestión y representación, junto a la comunidad docente y la dirección del plantel.
Sebastián Villena o “Papá Chan” no tuvo riquezas económicas, pero su mayor fortuna fue su honradez, servicio, amistad y amor con quienes conoció. Lo recordaré como un gran señor, como un segundo padre, como el abuelo de mi hija, el amigo de mi padre, con quien estoy segura se ha encontrado en el cielo y tendrá muchos motivos de conversación. Descanse en paz y brille para él la luz perpetua.
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(*) Periodista.