Chiclayo es una ciudad caótica, una adjetivación que conlleva una terminante connotación peyorativa con alcances socio-culturales muy poco deseables en cuanto al significado de esta frase: “Una ciudad es lo que son sus habitantes”.
En efecto, considerando el ordenamiento territorial en el contexto básico de control de la expansión urbana, fomento de la recuperación de la ciudad, gestión sostenible de los recursos naturales, manejo ambiental adecuado de los residuos sólidos y líquidos, afirmación de la identidad, optimización de la eficiencia del transporte público dentro de un enfoque integrado, en el panorama de una visión holística nos damos con que el ordenamiento territorial en la región Lambayeque carece de brújula, por decir lo menos.
La explosión urbana de Chiclayo se inició en 1960, estimulada por la implantación de los servicios públicos de suministro de agua potable y alcantarillado sanitario datados en el verano de 1942, avanzando alrededor de un núcleo originario constituido por la “Iglesia Nueva” – hoy Iglesia Catedral - y el Parque Principal.
En este texto se acompaña una ilustrativa del plano topográfico de Chiclayo de 1883 como referencia gráfica de gran valor histórico. Allí es posible testificar la decisiva influencia del cauce original de la acequia principal como límite del crecimiento de Chiclayo en su lado este, materializado en la distorsión del alineamiento de las calles San Isidro y Maravillas (hoy Manuel María Ízaga y Francisco Cabrera respectivamente), propiciadora de la actual trama vial inextricable del Casco Central Antiguo.
En el panorama descrito, el Casco Central Antiguo de Chiclayo se presenta entonces como un referente de alta significación en cuanto a su dinámica expansiva anómica (entendiéndose por anomía al estado de desorganización social que resulta de la desaparición total o parcial de las normas y valores comunes a sus miembros), reñida con el desarrollo sostenible, que por definición implica la búsqueda de un desarrollo que no degrade el entorno y brinde calidad de vida a los ciudadanos (Informe Brundtland).
En este orden de ideas, lo obvio de una gobernabilidad sin el concepto evolutivo “modernidad” -en un escenario de disfunción de los procesos y de la evolución socio-cultural correspondiente, que incorporan una tendencia a innovar- viene de principios del Siglo XIX. No de otra manera se explica la condición actual de Chiclayo como ciudad difusa, tipología de un sistema urbano difuminado en un espacio territorial que tiene de todo, pero disperso, separado funcionalmente y segregado socialmente a través de una densa y asimétrica red vial.
Esta última consideración encuentra prueba fáctica en la marginalidad urbana (pueblos jóvenes y asentamientos humanos fuera de control) de las ciudades costeras peruanas, como elemento perturbador de la necesaria evolución ordenada de la expansión normal de las zonas territoriales de las mismas, a lo cual se suma el desarrollismo anómalo practicado con propósitos especulativos por promotores inmobiliarios de los sectores público y privado.
Ambas circunstancias confluyen en la explosión demográfica de Chiclayo, al someter a los residentes urbanos a perjuicios de su viabilidad biológica por vía de estrés, contaminación, hacinamiento, servicios básicos de calidad pobre, insuficiencia de espacios públicos, áreas verdes y estacionamientos. Por cierto, a todo ello se suma la influencia de los incentivos económicos en la evolución socio-urbana de la ciudad, en tanto se consideren las economías de escala en manufacturas y transporte como modeladoras del estilo de vida y del área urbana local.
Lo dicho hasta aquí permite advertir el concepto de Calidad Ambiental como variable muy importante, estrechamente relacionada con el tamaño de la ciudad. En efecto, “calidad de vida” y “calidad ambiental” son magnitudes subjetivas; la calidad se valora en función de conductas de la gente, por cuya razón ante varias opciones electivas de “ambiente” los individuos elegirán quedarse con la que su albedrio les dicte. Entonces, proyectando esta perspectiva en el particular de los servicios de saneamiento básico y transporte público de Chiclayo, rubros incluidos en la dimensión Medio Ambiente Natural Sano del “Desarrollo Sostenible”, sus ejecutorias edilicias deberán alcanzar los altos niveles de una ciudad metropolitana, con el requerimiento inexcusable de la participación de especialistas ambientales acreditados.
EL SISTEMA DE ALCANTARILLADO Y EL “CAMBIO DE COLECTORES”
El Sistema de Alcantarillado por Gravedad de Chiclayo en su “estado situacional” (sic) es de disfunción operacional en su cobertura de la conurbación práctica de los distritos Chiclayo Cercado, La Victoria y José Leonardo Ortiz, donde se asienta una población concentrada de 600 mil habitantes estimados a aril último, incluido un conservador 2 % de población flotante procedente de “ciudades-dormitorio” vecinas (Lambayeque, Ferreñafe, Tumán, etc). Aquella disfunción se ha originado por causas de un alejamiento de prácticas de ingeniería aceptadas en diseño, construcción, operación y mantenimiento, referidas a principios de la década de los años 60 del siglo pasado, en consonancia con las presiones demográficas de aquel tiempo, acentuadas al año 1990, cuando la población alcanzó los 359 mil habitantes.
La referencia a disfunción cobra significación relevante en función de lo que debe entenderse con este principio básico: Integralidad de un sistema de alcantarillado es la interacción físico-operacional de las redes de colectores, la planta de tratamiento de aguas residuales y el cuerpo receptor del efluente estabilizado.
Las redes de alcantarillado de Chiclayo se formaron sin directrices firmes de planes de desarrollo urbano oficiales planteados con horizontes del lejano plazo, a partir de “la red de desagües” original (año 1942) con cobertura de lo que hoy se identifica como Casco Central Antiguo, Urbanización Campodónico al este y urbanizaciones El Porvenir y Patazca al oeste.
La cronología pertinente fija entonces la antigüedad de la red original mencionada en 65 años a la fecha, encontrándose las sucesivas ampliaciones de la misma en lapsos menores, el último de los cuales corresponde al Plan Maestro de Alcantarillado de Chiclayo ejecutado por el Consorcio Corporación Financiera Alemana-Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Lambayeque con el diseño, construcción y puesta en servicio de un total redondeado en 68 mil metros lineales de emisores, colectores primarios, colectores secundarios y colectores de relleno, fabricados de concreto.
En suma, el sistema de alcantarillado sanitario de Chiclayo, La Victoria y José Leonardo Ortiz se exime de imputaciones de disfunción operacional por razones de antigüedad, ubicando como argumentación rotunda su actual condición hidráulica y estructural de sistema abusado por limitaciones gerenciales y externalidades manifiestas, cuyo extremo lo representan las obras sectoriales recientes de cambio de colectores, decididas sin el basamento técnico, económico y ambiental propio de la complicada problemática de rehabilitación de sistemas de alcantarillado antiguos en servicio.
EL CAMBIO CLIMÁTICO EN MARCHA
El relato ofrecido adquiere preocupante significación para Chiclayo en particular y para la costa norte peruana en general, a estar por los graves efectos del reciente e inesperado evento climático “Niño Costero” sobre toda su extensión geográfica, con impactos ambientales destructivos comparables a las históricas “Lluvias del 25” (año 1925).
En este contexto señalo que la ingeniería peruana ha quedado desnuda en cuanto a atraso tecnológico en el particular de la gestión de desastres naturales, con los casos emblemáticos de la gran inundación causada por el Río Piura el 27 de marzo último y la interrupción de la Carretera Panamericana Norte durante un mes entero, entre febrero y marzo, por causa de la instalación de un puente de emergencia en el Río Chicama.
En esta perspectiva, el Gobierno Central y su “Reconstrucción con Cambios” debe propiciar la transferencia de conocimiento científico-tecnológico por vía de la participación activa de empresas del exterior altamente cualificadas en la rápida ejecución exitosa de las ingentes tareas de rehabilitación y reconstrucción de daños materiales, a la fecha todavía sin una ponderación cuantitativa confiable, expresión precisa de las debilidades inherentes a la ingeniería peruana de los tiempos actuales.
AGUAS FREÁTICAS EN CHICLAYO
En el contexto del presente artículo, cabe dar trato preferencial a un factor asociado con las corrientes de aguas del subsuelo, en el ámbito territorial nucleado por Chiclayo. El motivo lo constituyen las lluvias de febrero y marzo últimos, registradas con un total no oficial pero de notable fiabilidad de 230 litros por metro cuadrado o sea 2,300 m3 por hectárea. Considerando un coeficiente de infiltración de 0.2, entonces los subsuelos de Chiclayo han absorbido en 50 kilómetros cuadrados de extensión de suelos de cultivo ubicados al este, cerca de 600 mil metros cúbicos de aguas pluviales que están incorporándose a las formaciones de arcillas y arenas típicas del subsuelo de la ciudad, saturándolas paulatinamente bajo la influencia del gradiente hidráulico definido por el nivel del espejo de agua de Reservorio Tinajones (máximo 213.30 msnm).
Trasladando este cuadro hidráulico al ámbito hidrogeológico y geotécnico real de la conurbación Chiclayo Cercado-José Leonardo Ortiz-La Victoria, se concluye en una estimación de estragos del corto y mediano plazos, asociados a la elevación de los niveles de aguas freáticas supeditados a valores de permeabilidad indefinidos. Dicho sea de paso, el empleo masivo del llamado “ripio corriente” en rellenos de excavaciones efectuadas para instalación de centenares de kilómetros lineales de colectores sanitarios desde 1996 hasta hoy, ha abierto vías de escurrimiento de las citadas aguas por causa del arrastre de finos contenidos en aquel material en dirección hacia aguas abajo, propiciando la formación de “cangrejeras” y hundimiento progresivo de los pavimentos urbanos.
(*) Ingeniero sanitario.