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EL TESORO DEL ABUELO (Don Clemente Alfaro Polo)

Escribe: Pedro Alva Mariñas (*)
Edición N° 1368

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Tomás Mestanza Alfaro, escritor nacido en el pueblo de Uchumarca, provincia de Bolívar - La Libertad, un mes de septiembre de 1944, pertenece a ese selecto grupo de escritores más prolíficos de la sierra norte del país. A lo largo de su vida ha pasado por dos grandes momentos, el primero marcado por su lugar de origen y todo loque ello implica en su formación básica y, el segundo momento, marcado por su ya larga residencia en Lima en la que se ha comportado como un activo migrante, pero marcado por la permanente nostalgia por su tierra de origen.  

En esta ocasión, centramos nuestro interés en la obra “La ambición por el tesoro del abuelo” que tiene mucho de novela y no poco contenido etnográfico, que se puede encuadrar en esa vertiente de “realismo costumbrista”.

“La ambición por el tesoro del abuelo”, tiene como personaje central a su abuelo materno, don Clemente Alfaro Polo y a lo largo de sus páginas aparecen anotaciones sobre diversos aspectos de la compleja vida que lo convierten en un ancestro local, en un referente familiar y personal. Su querencia fue el fundo Llihuín, distrito de Uchumarca y sobre el contenido de la obra, Ramiro Sánchez Navarro, en el prólogo del libro, nos dice que “la figura de su abuelo materno, don Clemente Alfaro Polo, es el principal protagonista de la obra y que sirve de eje y conector de todas las historias allí narradas y quien en vida ha dejado huellas imborrables de su paso por este mundo terrenal”. Y esas historias son contadas nada menos que por su nieto, Tomás Mestanza Alfaro que se define como “un gran amante, un apasionado de la literatura, de la creación literaria, y … que gusta narrar historias”.

El libro que Tomás Mestanza nos regala consta de 178 páginas, fue publicado en Lima, el mes de julio de 2015 y se divide en 57 cortos relatos basados en aspectos de la vida de don Clemente Alfaro y entre los que destacan pasajes biográficos, ocupaciones, cargos desempeñados, creencias (duendes, shapingos, pishtacos), anécdotas varias, religiosidad, hambre, el fin del mundo, medicina tradicional, asuntos de herencia. La secuencia termina en el relato 57 que se inicia con una desafiante pregunta ¿Quién encontró el verdadero tesoro de don Clemente Alfaro? La respuesta es un tanto sorprendente y se la escribe al final de la obra y, en mi caso, prefiero respetar la secuencia.

Clemente Alfaro Polo viene al mundo allá por los años 1877, siendo sus padres Isidoro Alfaro y Natividad Polo, residentes en el lugar denominado Llihuín “de profundas quebradas, inmensas chorreras, cristalinos riachuelos, tierra bendita, cuna de shapingos, huacrayos, duendes, almas condenadas y fantasmas” como lo describe el autor. En un ambiente así, no es de extrañar, que don Clemente tuviera que lidiar con ocupaciones variadas, con humanos diversos y también con seres del más allá y que, en esos tiempos, interactuaban con las personas. Al enfrentar todas estas situaciones se va forjando un pedestal de personaje querido, respetado y considerado en esos lugares. A ello hay que añadir el hecho que fue el único hijo y que nació cuando su padre cumplía los 70 años y su madre los 50.

Don Clemente pasa sus primeros años en los quehaceres propios de un niño de campo, hasta que a los 10 años se traslada a Cajamarca (6 días de viaje) para estudiar en el prestigioso Colegio Nacional San Ramón. Son tiempos de aprendizajes, de vacaciones a su tierra natal y de conocer caminos, lugares y personas en las largas caminatas. Se cuenta que sirvió de guía a Antonio Raimondi cuando visitó la zona como parte de su largo peregrinaje por el Perú. La muerte de su padre y, 3 años después, de su madre, son dos hechos traumáticos en la vida del joven que lo obligan a vivir en el distrito de Uchumarca, precisamente en casa de la tía Anastacia.

En este nuevo lugar conoce a la agraciada Francisca Caicedo de la que se enamora perdidamente y termina casándose con ella. Se sabe también que tuvo sonados romances con damas de las cercanías y con las cuales procreó varios hijos, a esta circunstancia Tomás Mestanza la denomina “la tentación de la carne”. Se inició entonces una nueva fase en su vida y tuvo que dedicarse a varios quehaceres, desarrollando y adquiriendo nuevos saberes y capacidades y llegando a ocupar puestos importantes, inclusive llegó a ser juez de paz del distrito. En suma, gozó de cierta prosperidad, de estabilidad familiar y fue reconocido como tal por propios y extraños.

La fatalidad lo vuelve a golpear con la temprana muerte de su esposa y se queda a cargo de los tres hijos. Poco después muere una hija y como respuesta decide regresar a Llihuín para proteger a los dos hijos de los males del pueblo “el resuello de los animales ahuyenta los males” decía. Se dedicó principalmente a la agricultura, ganadería y al comercio. En estas actividades logró resultados favorables que le granjearon una posición económica respetable. Habrá que destacar que fue ampliando la extensión de su fundo gracias a compras y a trueques con los vecinos que no trabajaban sus parcelas ya sea por la edad, por la falta de personal o por necesidades urgentes.  

EL DUENDE DE LLIHUIN

Relatos como el que presentamos, nos parece de interés porque el duende es todo un personaje en los relatos tradicionales y porque mucha gente tiene algo que contar sobre estas criaturas que suelen vivir en fuentes de agua y con vegetación que los cubra de miradas curiosas. Resumiremos el relato que nos presenta Tomás Mestanza.

Se sabe que los duendes son espíritus extraños, que viven en fiesta todas las noches, bailan al son de una cajita, de cánticos y silbidos. Cuando sienten la presencia de alguna criatura menor y simpática lo atraen con su magia y la criatura sólo atina a llorar sin consuelo y por más que lo intenten no cesa de llorar.

Uno de esos días se aparece una humilde mujer, con una bonita y risueña niña en brazos, solicitando trabajo. Don Clemente acuerda darle una semana de trabajo en la chacra de maíz contigua a una chorera (caída de agua) cercana. Después de cenar, ya por la noche, deciden traer leña para calentar el horno para asar chiclayos (chibches o calabazas). La señora acostó a la criatura para que durmiera solita, mientras ella iba a traer la leña. Para colmo se había demorado mucho en regresar. Situación que había aprovechado el duende para acercarse a la niña y acariciarla con el fin de llevarla a la catarata, no se sabe si para matarla o para criarla como duende. Al regresar la madre ve que su hija grita y llora desconsoladamente, sin parar. Entonces acude a don Clemente que dormía en un lugar cercano y le dice:

-        Mi niña grita no quiere callarse ¡Qué hago ahorita se muere!  y llorando y muy afligida la madre, con la niña en brazos, daba vueltas por la habitación. La niña no paraba de llorar. Luego de darse su tiempo don Clemente le responde:

-        Seguro el duende lo ha cuyado (acariciado). Ahorita vamos a tiznar su carita.

Don Clemente hace el ritual (coge un carbón del fogón y pinta parte de la carita de la niña) y en contados minutos la niña dejó de llorar y se durmió. Don Clemente reprende a la madre y le aconseja

-        Ya ves, es el duende, eres dejada, no has tiznado la carita de la chinita, casi lo tragan los duendes.

Luego centran su atención en la bulla que proviene de la chorrera y, en verdad, comprueban que los duendes estaban en una gran jarana, en una fiesta.

¿Y QUIÉN ENCONTRÓ EL VERDADERO TESORO ?

En la parte final de la obra, ya muerto don Clemente Alfaro, una parte del tesoro lo encontró uno de sus yernos y consistió en dinero en efectivo, monedas, libras esterlinas, soles peruanos de plata de 5 y nueve déçimos … pero el resto y mayor tesoro, lo encontró uno de los nietos de don Clemente, y lo encontró en los consejos de su madre que le decía “trabaja hijito, de sol a sol, sin desmayo porque al final encontrarás el verdadero tesoro que dejó mi padre Clemente”.  Eso es lo que hizo Tomás toda su vida y ese tesoro se incrementó con su matrimonio y el nacimiento de sus hijos y nietos.

En esto consistía, como no podía ser de otro modo, el verdadero tesoro de don Clemente Alfaro Polo que pasó por este mundo dejando una estela de luz para los suyos.

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*Instituto de Desarrollo Regional - INDER

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