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SOLISCHA: La embajadora de Occopata

Escribe: Daniel Gustavo Vera (*)
Edición N° 1376

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  • Tiene más de 300 mil seguidores en Facebook y 180 mil en Instagram.
  • Su objetivo es promover la cultura quechua y lograr el pleno reconocimiento de las comunidades indígenas.

Tuve que viajar hasta Rusia, al otro lado del mundo, para tener el privilegio de conocer a Soledad Secca Noa, joven antropóloga natural del Cusco, quien se ha convertido en una verdadera embajadora de su comunidad, Occopata, “Tierra de la Papa”, y promotora de la cultura andina. Ambos coincidimos en el Shum Journalism Industry 5.0 como representantes peruanos, ella como creadora de contenidos y yo como periodista.

Soledad tiene 25 años, pero su apariencia es la de una risueña niña de los andes del Perú, que con orgullo viste polleras y sombreros, como los que se usan en su tierra natal. Para ser clara, se identifica primero como natural de Occopata y después como cusqueña. Esa seguridad y querencia por sus orígenes la han hecho llegar lejos, muy lejos.

Estudió Antropología en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco y fue en esas aulas, gracias a la amplitud que le dio la formación profesional, que la vida Soledad tuvo un giro de 180°.

La encontré en el avión en el viaje entre Estambul (Turquía) y Moscú (Rusia). Ambos habíamos sido seleccionados para participar en el Shum Journalism Industry 5.0. Grato fue el encuentro, pues en torno a nuestra bandera reafirmamos nuestra identidad.

El renacer

Cerca de los 21 años Soledad atravesó una situación complicada en lo personal, que la llevó a buscar la manera de renacer. Así decidió que ya no quería ser llamada por su nombre, sino que a las dos primeras sílabas se le añada la terminación “cha”, que en quechua se utiliza para tratar con afecto a una persona. De ese modo nació Solischa.

“De niña me llamaban Solischa y quise que me vuelvan a llamar así. En febrero del 2020 publiqué un video en el que mi tía servía uno de los patos típicos de mi comunidad, que es base de chuño, fue en mi cuenta personal de Facebook y nunca imaginé todo lo que vendría después”, cuenta a orillas del mar Báltico, donde nos encontramos ahora.

Lo que vino después fue la viralización de aquel video y la construcción no de un personaje, porque Solischa es lo que muestra, sino de un referente. Poco a poco la comunidad de seguidores del contenido que inicialmente empezó a difundir en quechua empezó a crecer, y hoy son más de 348 mil los usuarios de Facebook que se identifican con ella.

Autoestima cultural

“Cuando era adolescentes no comprendía ciertas diferencias sociales y culturales, porque yo estaba siempre entre la ciudad y el campo. Estudiaba en la ciudad del Cusco, pero tenía mi vida en Occopata, me movía en esos dos espacios y eso me generaba muchas preguntas. Incluso llegué a sentir vergüenza de mis padres, de mi comunidad y del idioma, de lo que era y me pertenecía. A medida que fui creciendo y gracias a la carrera de Antropología empecé a fortalecer mi identidad”, relata.

Refiere que la universidad le ofreció una mirada más amplia de su realidad y pudo empezar a responder las preguntas que se hacía de niña.

“En mi familia, las mujeres solo hablan quechua y todo eso me generaba cuestionamientos. Pude ir encontrando respuestas. Soledad ya no es la joven que siente vergüenza, insegura y sin autoestima cultural. Comprendí que sin autoestima individual es difícil construir autoestima colectiva. Me enfoqué en eso y empecé a trabajar”, indica.

Volar y difundir

La carrera universitaria la concluyó en plena pandemia del Covid-19 y justamente parte de su contenido estuvo centrado en la experiencia de estudiar entre los cerros, acariciando el cielo andino y limpio.

“El quechua es mi lengua materna. Yo decidí utilizar las redes sociales como herramienta para fortalecerme, porque estaba en un proceso de reivindicación, de abrazar y recuperar mi cultura. Pensé que con ello podía influir en otros jóvenes para que no se sientan solos, no sientan vergüenza ni temor de su identidad”, afirma Solischa.

A par de su crecimiento en redes sociales se abrieron las oportunidades. La pequeña embajadora de Occopata llegó en abril de este año a los Estados Unidos, para participar en la 23º Sesión del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas. Viajó sola y sin saber inglés.

Luego vino una nueva experiencia, esta vez en África, pues fue invitada a Tanzania, donde tuvo la oportunidad de compartir con tribus locales.

“Jamás lo imaginé, hasta hace poco no consideraba esto como un trabajo, sino como la forma de compartir mis vivencias y dar a conocer mi cultura. Mis primeros videos fueron totalmente en quechua, no había traducción ni subtítulos, porque yo buscaba llegar a un público quechuahablante, pero poco a poco el público fue creciendo y eso me llevó a innovar”, cuenta Solischa, quien en Instagram ya suma más de 180 mil seguidores.

Ser inspiración

Confiesa que recibe ayuda de personas que ni siquiera conoce, gente interesada en su labor y que la alientan a seguir. Le comparten oportunidades, postulaciones y le alcanzan recomendaciones para seguir ampliando su comunidad de seguidores a fin de difundir en nuevos y mayores espacios la cultura quechua. Así llegó hasta Kaliningrado, en Rusia, para participar del Shum.

“A la adolescente de hace 10 años, que sentía vergüenza por su cultura, le diría que no es la única, porque a partir de toda esta experiencia he conocido otras historias, personas que se han sentido identificadas y me han tomado como inspiración para promover su identidad. La baja autoestima cultural no es un problema exclusivo de los quechuahablantes, pasa con los aimaras, con los amazónicos y lo bueno es que con las redes sociales podemos darnos a conocer y fortalecernos. A Soledad Secca Noa, la que renegaba de sus orígenes, que era tímida, que tenía muchas limitaciones, le digo que puede sentirse orgullosa de lo que es, de dónde viene y de su país”, precisa.

Solischa refiere que su objetivo es seguir difundiendo la sabiduría ancestral y actual de las comunidades indígenas, hacerlo hasta que sean reconocidas por los Estados.

“Anhelo que en el currículo educativo se incorporen los saberes que tenemos las comunidades indígenas y se considere como ciencia, porque aportan a la sociedad, porque son muchas las comunidades que han resistido siglos a enfermedades, eventos naturales y enfrentado todo tipo de dificultades gracias a su sabidurías, técnicas, usos y costumbres. No se trata de decir que una cultura es mejor que otra, sino de respetar la diversidad y abrazarnos como hermanos del mundo”, enfatiza.

(*) Coordinador periodístico de Expresión.

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