Hace cuarenta años unos jóvenes en el centro poblado Callanca, del distrito de Monsefú, decidieron reunirse para ayudar a la población con alimentos, por la pobreza que existía. Sin embargo, ningún de ellos pensó que décadas después esta iniciativa se convertiría en una perfecta opción para canalizar su apoyo a través de la creación de una escuela, que les permita no solo mejorar la educación en la zona, sino también la calidad de vida de la gente. Así, hoy ellos dan a otros las oportunidades que en su juventud no tuvieron.
Así empezó la historia de la hoy Institución Educativa Santa Margarita, que tiene como promotora a la familia monsefuana Pisfil Villalobos, cuyos integrantes se forjaron desde pequeños en el centro poblado y decidieron salir a buscar mejores destinos a Chiclayo y posteriormente oportunidades en el extranjero, sin olvidarse nunca de sus raíces.
ACCIÓN Y SOLIDARIDAD
Enrique Pisfil Villalobos, director de la fundación, recuerda que por los años 70, cuando integró el “Comité de Progreso Callancano”, hasta 1976, junto a otros jóvenes preocupados por la pobreza del resto de habitantes de su zona, los animó a reunirse para realizar actividades de proyección social, recolectar alimentos y entregárselos a quienes más lo necesitaban, pues no podían estar indolentes ante la pobreza que se vivía.
Así empezaron a surgir ideas de cómo ayudar a los lugareños, sin descuidar en asistir con alimentos a los más pequeños, quienes eran los que más sufrían. Entonces surgió de idea de crear una escuela que les bride los primeros conocimientos a los pequeños, que dígase de paso eran los más perjudicados por la falta de escuelas y lo de poco accesible que era la zona hace diez años.
Los jóvenes altruistas empezaron a buscar nuevos rumbos profesionales y familiares, pero siempre en su mente estuvo su tierra, Callanca, aquella que los vio dar sus primeros pasos, sus tropiezos, triunfos y que por más lejos que se encuentren espera su retorno.
En 1976, Enrique Pisfil viajó a Argentina a estudiar y posteriormente a Estados Unidos. Desde Norteamérica trabajó día y noche para forjarse una posición en el país del primer mundo.
EL COLEGIO
Diez años después de haber pasado por varios trabajos, en los que empezaron como cualquier sudamericano que llega a los Estados Unidos, los integrantes de la familia Pisfil Villalobos decidieron crear la fundación, a través de la cual por las mañanas enseñaban a los pequeños y en las tardes dictaban talleres dedicados a las madres de familia para enseñarles diversos oficios, como cocina, repostería, costura y bordados.
“Estos talleres permitieron a jóvenes madres ser empleadas en empresas de Chiclayo, por consiguiente a mejorar su calidad de vida y ayudar a sus familias. En Callanca, como todos sabemos, la mayor parte de la población se dedica a la agricultura y con los talleres que implementamos se creó una oportunidad de desarrollo para decenas de madres”, sostiene.
Fue en el 2007 que la familia decidió emprender el proyecto de la institución educativa, recibiendo el apoyo de algunos amigos de Estados Unidos. “Empezamos ayudando a los pequeños con útiles escolares, incluso alimentos, pero rápidamente la población educativa fue creciendo y decidimos darle la administración del plantel a los padres de familia. Nuestra familia se preocupa por el mantenimiento del edificio y los servicios básicos que no les falten”, precisa el director de la fundación.
COMPROMISO DE AYUDA
“Tengo una familia maravillosa y lo que estamos haciendo en Callanca es ayudar a la niñez, ofreciéndole oportunidades que en nuestra niñez no tuvimos. Creo que soy un instrumento de Dios para apoyar a mi gente y mientras podamos hacerlo no dudaremos en continuar con esto. Yo quiero que los niños de mi pueblo crezcan en mejores condiciones”, remarca.
Agrega que junto a su familia hace muchos sacrificios para destinar un presupuesto al plantel que funciona desde el 2007. “Tenemos un presupuesto familiar, donde hemos destinado un monto obligatorio para compartir con nuestra gente y vamos a seguir así hasta cuando Dios lo permita”, acota.
La ecología no es un tema ajeno a la institución. El mes pasado han sembrado, desde el cruce de Callanca y la Panamericana Norte, hasta el complejo educativo, en una extensión de dos kilómetros, más de 600 plantones de eucalipto y algarrobos, con el objetivo de arborizar la zona, proteger de vientos fuertes a la comunidad y dotarla de pulmones naturales.
CONTINUIDAD
Han pasado los años y tras una década, lo que se inició como un proyecto para ayudar a los más necesitados, ahora se ha convertido en importante alternativa educativa para decenas de jóvenes que esperan emular las acciones filántropas de la fundación y contribuir con las nuevas generaciones de su pueblo.
La institución para el presente año educativo ya cuenta con 151 alumnos, divididos en 90 del nivel primario, 41 en el nivel inicial; mientras que el primer año de secundaria se tiene más de 20 alumnos.
En la actualidad la fundación apunta todos sus esfuerzos para darle a la comunidad de su radio de acción charlas a los padres de familia en violencia familiar, derechos humanos, convivencia y técnicas de superación con profesionales de diversas instituciones interesadas en apoyar a las comunidades que no tienen un rápido acceso a la educación.
Para lograr estas acciones, según Pisfil Villalobos, las instituciones o profesionales que puedan apoyar al plantel en su desarrollo institucional y educativo serán bien recibida. Solo deben canalizar su interés de ayuda a la administración del plantel a cargo de Vilma LLuncor, encargada de coordinar las actividades a desarrollar a lo largo del presente año.
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ORQUESTA NUEVA GENERACIÓN
La Institución Educativa Santa Margarita ha visto crecer y ahora desenvolverse en público a diferentes integrantes del taller de música, que permitió la creación de la “Orquesta Nueva Generación” - Callanca, compuesta por 15 jóvenes, entre 11 y 25 años, quienes con instrumentos comprados y donados por la fundación realizan presentaciones en los diferentes recreos campestres de la zona, pero también en Monsefú y Reque.
Estos jóvenes tienen a Milagros Tatiana Medina Espinoza (11) y Ana Cristina Díaz Tarrillo (16), como las voces principales de la agrupación, quienes no tienen nada que envidiarle al resto de las voces femeninas de otras agrupaciones. Para quienes han oído interpretar a Milagros Tatiana, quien es invidente, a su corta edad se puede advertir un promisorio futuro como interprete.
Otros jóvenes con condiciones artísticas innatas para la música fueron convocados por agrupaciones de Monsefú y, como es natural, para mejorar su condición económica decidieron emprender nuevos rumbos, pero siempre regresan al taller que los vio crecer en señal de agradecimiento.
“Es una satisfacción para nuestra familia que talleres como el de música, costura, bordados, cocina y otros, hayan servido para que estos jóvenes y madres de familia hayan sido empleados y ahora ayuden a sus familia. Pero mayor satisfacción nos dan cuando regresan al colegio y agradecen la oportunidad, eso es invalorable”, remarca Enrique Pisfil.
Finalmente aspira ver a estos jóvenes consagrados, trabajando en orquestas reconocidas o teniendo su propia agrupación, pisando escenarios en diversas partes del país y por qué no en el extranjero, resaltando el nombre del Perú, pero sobre todo de Callanca y Monsefú.
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