Fuerza Popular expresa el principal proyecto conservador del Perú, apoyado por informales, narcotraficantes y los sectores marginales del país: ¡Lo peor del Perú! Representa el voto informal, el lado anómico del país, como dice Julio Cotler.
Su historia nos permite identificar al viejo fujimorismo y al nuevo fujimorismo, expresado en el apoyo electoral logrado en las campañas electorales: El viejo fujimorismo, en 1995, con Alberto Fujimori, alcanzó el 64 % de apoyo; en el año 2000 logró 50 %. Al nuevo fujimorismo en el año 2006 apenas le apoyó el 6 % del electorado; en el año 2011 el 23 % y el 2016 el 40 %.
En las últimas elecciones al nuevo fujimorismo lo apoyó la parte central del país, casi todo el norte y oriente a excepción de Cajamarca. El sur no lo apoyó, incluido Arequipa.
¿Cómo entenderlo?
Para entender su apoyo electoral revisaremos dos variables: “Cultura política”, porque se le reconoce como el movimiento triunfador frente a la inflación alanista y al terrorismo senderista. La otra variable es la “Tradición política”. El Perú reclama orden y autoritarismo. La coerción es parte de la naturaleza política del elector peruano.
El nuevo fujimorismo se mantiene, lo que nos obliga plantear tres preguntas: ¿El nuevo fujimorismo mantiene las mismas ideas? ¿El fujimorismo ha cambiado? ¿El nuevo fujimorismo es completamente diferente?
Las diferencias entre los hijos de Alberto Fujimori, Keiko y Kenyi Fujimori Higuchi, son de matices, pero la esencia es la misma. Su mantención reside en apoyarse en informales de la política y ejemplo de ello es que el 26 % de congresistas de Fuerza Popular no tiene trayectoria política.
Por otro lado, el nuevo fujimorismo tiene mayor aproximación al mundo empresarial provinciano de riqueza económica dudosa, con quienes proyecta construir un narco Estado. Esta es la base política del nuevo fujimorismo, cuyo proyecto personalista se construyó desde el Estado. No se puede negar que la familia Fujimori tiene poder, lo apoyan los sectores “A”, “B” y “D” “E”. José Chlimper expresa el apoyo empresarial.
LOS ALIADOS
Alberto Fujimori gobernó por decretos, el Congreso siempre le dio facultades extraordinarias. La Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas – CONFIEP, apoyó la tercera reelección de este bajo la consigna: “¡El Perú no puede parar!” y responde a la sicología del empresariado peruano, núcleo duro de votantes de la clase alta.
La CONFIEP nos hace ver que los grandes empresarios no tienen partido político propio, pero es el único grupo organizado de la sociedad civil y es el que gobierna el país. Expresan lo tecnocrático empresarial en los aparatos burocráticos del Estado, así en el Ministerio de Economía y Finanzas y políticamente son amantes a gobernar por decretos, lo que significa que el Estado está capturado por el mundo empresarial.
El impacto del viejo y del nuevo fujimorismo en las élites económicas se retrata en el fujineoliberalismo, nucleado en los empresarios formales, informales yemergentes (varios de ellos vinculados al narcotráfico): Romero, Brescia, Benavides (tres familias poderosas). Ahora, Chlimper, Wong, Rodríguez Banda, Sandoval y nuevos empresarios narcos: Joaquín Ramírez (Alas Peruanas). Su cercanía empresarial es un tema oscuro del que no quiere hablar el nuevo fujimorismo. No quieren ocuparse del financiamiento a Fuerza Popular. Las contribuciones no las registran. El nuevo fujimorismo está forrado de dinero. Su origen es sospechoso: Narcotráfico. A propósito ¿se puede hablar de nuevo fujimorismo sin narcotráfico?
PREFERENCIAS DEL ELECTORADO
La estrategia de la base política del nuevo fujimorismo es desmovilizar el Perú y ocasionalmente movilizarlo en los procesos electorales en un afán reeleccionista. Para ellos la política es un medio de hacer fortuna mediante la corrupción de los poderes del Estado.
La política es volátil, todo se mueve. En el momento actual el empresariado no acepta grietas en el Congreso entre fujimoristas y ppkausas, ambos defienden el mismo modelo económico y posiblemente no apoyará al nuevo fujimorismo. La personalidad antidemocrática de Keiko Fujimori y su comportamiento obstruccionista advierte que no respeta la institucionalidad, ajena a lo que exige el electorado hoy: Democratización y moralización del Estado.
Keiko Fujimori representa el voto perdedor. El voto duro lo hizo perder: El voto gay y su posición contra el aborto. El nuevo fujimorismo no camina en dirección de la democratización del país.
A pesar de todo ¿por qué la gente vota por el nuevo fujimorismo? Esta pregunta constituye una preocupación central, responde a un problema complejo. En Chile, la sociedad civil apoyó a Augusto Pinochet (43 %), en España a Francisco Franco y en Perú a Alberto Fujimori. El electorado apoya a dictadores, diese la impresión que el común de las gentes afectivamente es afín al orden como consecuencia del fantasma de la represión y el castigo, lo que se denomina gozo irracional del placer. El gozo identifica. Los grupos humanos se juntan a partir de un gozo compartido. El gozo es irracional, alumbra una sociedad desastrosa como la nuestra. El cinismo, la canallada, la corrupción generan admiración… los imitan los programas cómicos.
Lo que existe es identidad, no tanto los regalos. La gente busca engancharse en quien se siente representada. Los informales, los ilegales, los narcotraficantes y los marginales son fujimoristas. El nuevo fujimorismo los representa, Fuerza Popular pertenece a los peores electores del país. La identidad se construye en la familia y tiene contenido ideológico, se transmite de padres a hijos, lo que hace vigente a la organización política, como pasó con el Partido Aprista Peruano, por lo tanto, la familia se convierte en espacio de identidad y de opinión política.
SIN CONFIANZA
El nuevo fujimorismo no se expresa como el mal menor, las dos últimas elecciones así lo dicen. Le ganaron quienes expresaban más confianza. La elección que define al ganador bajo la lógica del mal menor nos hace ver que existe una desconexión entre la población y los candidatos no líderes.
El nuevo fujimorismo no puede incrementar sus tasas de aprobación, lo que traduce incapacidad para proponer innovaciones y cambios. No es capaz de responder a las demandas ciudadanas de moralización y democracia.
El desgaste y la desaprobación del Poder Legislativo es responsabilidad del nuevo fujimorismo. Su política obstruccionista gobierna a favor de la corrupción, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico. El Congreso de Fuerza Popular impide gobernar.
La población transmite falta de gobierno y ausencia de representación por parte del Legislativo obstruccionista como reflejo del despecho político de “la señora K”.
El nuevo fujimorismo mantiene las mismas ideas de su predecesor; sus bases políticas siguen siendo las mismas, por ende nada tiene de novedoso.
(*) Sociólogo y docente universitario.
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