• Artista radicado en Chiclayo repara imágenes religiosas de distinto material.
• El escultor tiene 184 imágenes del niño Jesús por restaurar en esta Navidad.

Limeño de nacimiento, pero chiclayano de corazón, Yuri Wong Tapia cuenta que corría el año 2000 cuando un día entró a rezar a la Iglesia Santa María Catedral y escuchó decir al párroco de aquel entonces que la mano de la imagen de la Virgen de la Paz se había roto. El artista, quien llegaba de seguir un curso en la capital sobre manualidades con cerámica al frío, se ofreció a restaurarla. A la fecha, ha perdido la cuenta de cuántos motivos religiosos ha reparado.

En cuanto a nacimientos, Wong Tapia menciona que la primera vez que tuvo la oportunidad de hacer un niño Jesús fue a fines de los 90 cuando entró a trabajar a un taller en Lima. Desde aquella experiencia su técnica ha mejorado exponencialmente.

“Aquella vez tenía al dueño a mi costado, me sentía abrumado y lo pinté muy mal, tenía tanta imperfección que ni siquiera limpié el molde y se quedó con unas piedritas adentro que aún suenan cuando se mueve al niño. Luego tuve la oportunidad de volverlo a tener en las manos y ya con toda la experiencia a cuestas le di el color y las características que quise”, recuerda.

INFLUJO

La vena artística a Yuri Wong no le surgió espontáneamente. Revela que su padre es un diseñador gráfico que dibuja muy bien y en su época tallaba detalles de madera, mientras que sus tíos, además de trabajar dicho material, también laboraban en mármol.

“Tengo estudios en Administración Turística y Hotelera, pero por causalidades de la vida entré a estudiar maquillaje profesional artístico de teatro en Lima y un día paseando por allí entré a unas clases de pintura. Allí conocí a una profesora que me motivó a practicar la escultura, pues notó que tenía aptitudes para ello. Descubrí esa vena artística que estaba hasta entonces un poco escondida”, asevera.

Relata que para 1996 se encontró en Lima con un amigo que se encargaba específicamente de esculpir imágenes de santos, a partir de lo cual empezó a acercarse al arte sacro y tomar diversos talleres que le hicieron perfeccionar su técnica. “Eran épocas en las que el artista casi no existía en el Perú, ya que el arte era catalogado como algo de ociosos y al menos en Lambayeque no había una escuela con ese perfil de formación”, menciona.

PROCESO

Wong Tapia explica que el proceso de restauración de una imagen empieza por ver cuál es el estado en que se encuentra, lo cual comprende el si le hace falta una pieza, la textura, el tipo de pintura utilizada (si no es la correcta, debe extraerse con disolventes), si está apolillada en caso sea de madera, si tiene alguna lámina de oro, etc.

Apunta que la técnica a usar dependerá también de la antigüedad que tenga la imagen, el daño sufrido y el material del que esté hecha. Indica que si solo es una parte la que debe restaurarse, se puede ‘taselear’, copiarla en una matriz y luego agregarla tal cual era a la imagen original.

“Primero se debe hacer la imagen en barro, luego sacarle un tasel, moldearla, pulirla, hacerle un molde, vaciarla en la fibra de vidrio o el yeso, según sea el material, lijarla, ponerle una base y luego darle vida con la pintura. La teoría te dice una cosa, pero la práctica también influye mucho”, comenta.

Enfatiza en que cada material tiene su grado de complicación si es que no se sabe emplear bien. Por ejemplo, explica que si el restaurador no sabe utilizar bien la resina le va a costar mucho lijar el error, pues es un material duro, lo mismo que la madera, pues si se talla demás, corregir también es tedioso.

“Ocurre lo mismo también con la dimensión de la imagen a restaurar. Cuando es muy grande y no se le da vida, parece un muñeco, pero si es chiquito lo puedes deformar. Uno mismo se complica si no sabe emplear bien la técnica de acuerdo al material”, puntualiza.

APTITUDES

Manifiesta que no cualquiera puede dedicarse al arte de la restauración, pues para ello se necesitan ciertas aptitudes como ser minucioso, paciencioso, un tanto perfeccionista y muy observador para reconocer los distintos estilos y el sentido que el artista le quiso imprimir originalmente a la imagen.

“Para toda cuestión artística se necesitan cualidades. Por ejemplo, uno no podría pintar con un aerógrafo si no tiene un pulso, porque eso lo es todo. Los verdaderos artistas le dan una característica particular a su obra. Algunos, por ejemplo, le hacen un cuello un poco más largo, otro hacen imágenes sonrientes, etc. Es necesario tener también mucha calma porque el estado de ánimo influye en el acabado final. Si estás de mal humor puedes hasta deformar la imagen”, sostiene.

Anota que el verdadero artista tampoco puede crear con el único afán de ganar dinero, pues cada obra tiene vida, sobre todo en el arte sacro en el que las imágenes deben asemejarse mucho a la figura humana, pues sino van a parecer un “simple maniquí”.

“No podría hacer de mi arte un comercio, moriría como artista. Podría pintar hasta 50 imágenes en serie, pero no tendrían un alma, un estilo, serían como hechas por una máquina. En cambio, si uno lo hace por pasión, un día puede hacer, por ejemplo, una ceja y al día siguiente corregirla si es que no le ha gustado, porque es el artista quien le da vida a su obra”, afirma.

NACIMIENTOS

Por otro lado, señala que este año tiene 184 niños de nacimientos por restaurar, entre grandes y chicos, los cuales le llegan durante todo el año, para lo cual cuenta con un equipo de personas que trabajan junto a él para devolver las imágenes a sus dueños en buenas condiciones.

“Gracias a dios tengo trabajo durante todo el año. Hay gente que me espera desde enero, ni bien terminan de bajar su nacimiento me entregan sus niños para retocarlos. He perdido la cuenta de cuántos niños han pasado por mis manos durante estos años, pero sí recuerdo que cuando empecé con la restauración solo tenía dos o tres, eran épocas en las que la gente no confiaba aún mucho en mí”, indica.

Menciona que el tiempo que toma la restauración de una pieza depende del estado en el que llegue, pues si es un retoque sencillo puede durar como mínimo tres días, dado que la pintura tarda en secar, pero si es una reliquia de madera que se encuentra apolillada y debe regresarse a su estado original, el proceso puede durar hasta tres meses.

“La gente a veces piensa que uno se sienta a lijar por seis horas  y luego pinta otras seis, cuando no es así. Todos tenemos que hacer distintas cosas y la restauración de por sí toma tiempo. Algunas personas te entregan un niño y te piden que al día siguiente se lo entregues, allí es donde hay que explicarle al cliente que existe todo un proceso, que se debe esperar a que seque, hacer el acabado. Yo me tomo mi tiempo, pero entrego un buen producto”, asevera.

IMÁGENES

Wong Tapia afirma que la imagen que más le costó restaurar llegó a sus manos hace ocho años. Fue un San José de 1.20 metros, cuyo material era de madera, pero estaba tan apolillado que hasta la misma pintura parecía una “cáscara”.

“No quería hacer el trabajo porque me parecía muy tedioso, pero luego le vi bien el rostro y encontré una belleza que me llevó a asumir el reto. Nadie daba un centavo por esa imagen, ni su mismo dueño, pues me dijo que en vez de restaurarla haga otra igual. Tuve no solo que rellenarlo, sino copiarle ciertas partes porque al trabajarlo se deshacía en las manos, pero cuando lo pudimos rescatar en su totalidad el resultado fue maravilloso”, enfatiza.

El artista manifiesta que a lo largo de su vida ha tenido la oportunidad de restaurar diversas imágenes, entre las que se destaca la Inmaculada Concepción y el Niño Dios de Reyes, ambas de Mochumí; el San Pablo de Pacora, el Sagrado Corazón de Jesús de Pacopampa y el Cristo del altar del Oratorio a Cristo Yacente de la Sociedad de Artesanos del Santo Sepulcro.

“La restauración se vuelve más complicada cuando antes la imagen pasa por otras manos de personas que, si bien pueden conocer un poco, no saben todo el proceso. Cuesta más porque hay que sacarle toda la pintura y se pierde el estilo que el creador original le imprimió”, revela.

FERVOR

Por otro lado, el artista señala que la fe católica que profesa influye mucho dentro de su trabajo, pues le permite tomar conciencia sobre el verdadero significado de las imágenes que restaura.

“Si no fuera católico, si no creyera, simplemente no pintaría. Mi fe influye porque lo hago con más amor, sé a quién estoy representando, tengo que darle vida. Cada imagen es la expresión de un momento dentro del evangelio. Si hago, por ejemplo, un ángel volando, lo imagino en el cielo mirando a dios, por lo tanto debe tener una expresión de admiración, de alegría. Si no tuviera fe sería vacío”, resalta.  

Wong Tapia cuenta que además del tema pastoral sirve en la Iglesia Santa María Catedral en todo lo referente a lo artístico, ya sea vistiendo imágenes, arreglando las andas, las flores, telas, armando nacimientos, etc.

“Pienso que se debe valorar mucho más el arte. Me gustaría que las personas no tengan un nacimiento o compren una imagen solo por el gusto de tenerla, por ser un adorno más en la casa, sino porque es un símbolo de la fe. El nacimiento es un pasaje de la vida de Jesús, es el instante en el cual nace, representa a la familia y los valores por los que se debe luchar ahora”, sentencia.

+ NOTICIAS:

• Yuri Wong Junto a André Carrasco Jibaja realizaron las esculturas de la Sagrada Familia (María, Jesús y José) que fueron financiadas por el Obispado de la Diócesis de Chiclayo y llevadas a Trujillo a inicios del año pasado para ser bendecidas por el papa Francisco.

 respuesta de Piero el 2024-03-11.

 respuesta de José Martín Leguía Torres el 2023-11-12.

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 respuesta de Lisve hovana Acosta Galan el 2022-08-28.

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