Pese a que se sabe de su ocurrencia cada verano, año tras año las lluvias ocasionan gran perjuicio a Chiclayo. Las calles se anegan y se vuelven intransitables, mientras que los mercados se convierten en una bomba de tiempo por el riesgo eléctrico. Aunque todos saben de la necesidad de un drenaje pluvial en la metrópoli, su ejecución ha sido imposible de lograr hasta el momento. Carlos Balarezo Mesones, presidente del Comité de Gestión de Riesgo de Desastres del Colegio de Ingenieros de Lambayeque e integrante de la mesa técnica del proyecto del drenaje pluvial de Chiclayo, conversa sobre este tema con Expresión y reflexiona sobre la necesidad de que este vaya de la mano con el cambio de redes de agua y alcantarillado.
“No podría ejecutarse el drenaje pluvial si no se cambia de manera simultanea el sistema de agua y alcantarillado. Nos parece necesario establecer coordinaciones con el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento para hacer el cambio integral en todo Chiclayo metropolitano, es decir, Chiclayo distrito, La Victoria, José Leonardo Ortiz y Pimentel”, sostiene.
Obras subterráneas
Balarezo Mesones señala que en las reuniones que sostenidas con representantes de la empresa Typsa, encargada de realizar los estudios técnicos del drenaje pluvial, y Autoridad Nacional de Infraestructura – ANIN (antes Autoridad para la Reconstrucción Con Cambios – ARCC) el Colegio de Ingenieros observó la importancia del balance entre el porcentaje de obras que iban a ser subterráneas y las que serían superficiales.
“Se habla de que el 70 % del drenaje sería superficial y el 30 % a través de un drenaje subterráneo, de tal manera que se tenga un impacto mucho menor en la parte urbanística de Chiclayo metropolitano”, comenta.
Refiere que los estudios por parte de Typsa prácticamente han culminado y se está a puertas de entrar a la etapa concursal. Sin embargo, resalta que este proyecto es altamente técnico, por lo que siempre, en cada reunión, asoman nuevas interrogantes por parte de la Comisión de Grandes Proyectos del Colegio de Ingenieros.
“Lo que queremos es que el proyecto no se entrampe. Sabemos que el rol de la sociedad civil es importante. No hay que olvidar que es un proyecto altamente técnico y lo que no queremos de ninguna manera es que el proyecto sea politizado”, asevera.
Mantenimiento
De otro lado, Carlos Balarezo considera que, una vez ejecutado, la municipalidad de Chiclayo no estaría en condiciones de encargarse del mantenimiento del drenaje pluvial, dado que esta es una obra muy sofisticada; además que el costo del mismo resultaría muy oneroso para las arcas municipales, pues oscilaría entre tres y cuatro millones de soles al año.
“Por allí se deslizó incluso la posibilidad de que sea el Proyecto Especial Olmos Tinajones -PEOT, el que se encargue del mantenimiento. El otro tema es el costo, este tendría que ser inicialmente asumido por la ANIN o, en su defecto, cargárselo al contribuyente en el recibo de agua. Ese es un tema que aún no está claro. El proyecto tiene un alto costo, supera los 1800 millones de soles, por ende, el mantenimiento también tiene que ir acorde al monto de la obra. Pero definitivamente creemos que la municipalidad no está en condiciones para darle el mantenimiento, operatividad y sostenibilidad, aunque de repente podría instalarse una oficina especializada con técnicos ad hoc para esta función, como también se mencionó en algunas reuniones”, indica.
En tanto, resalta que los estudios para la ejecución del drenaje pluvial en nada limitan que la municipalidad realice obras de infraestructura vial, pues tanto los técnicos de Typsa como ANIN sostienen permanentes reuniones con funcionarios y autoridades de los distritos involucrados, a fin de que sus obras de pavimentación de pistas y veredas no se detengan.
“Lo que sí es que debe haber una coordinación permanente con los técnicos de ANIN y Typsa para compatibilizar estas obras con la obra mayor que es la del drenaje pluvial. No creo tampoco que haya ninguna incompatibilidad con el cambio integral del sistema de agua y alcantarillado para Chiclayo metropolitano”, opina.
"No saben lo que hacen". Esta frase resuena como un diagnóstico acertado de nuestra época. Actuamos movidos por la codicia, el consumismo desenfrenado y una visión cortoplacista que ignora las consecuencias de nuestras decisiones para las generaciones futuras. Extraemos recursos naturales como si fueran infinitos, alteramos ecosistemas completos y modificamos el clima del planeta, todo ello mientras vivimos en una burbuja de autoengaño colectivo.
Las comunidades indígenas y campesinas, guardianes ancestrales de la biodiversidad, son criminalizadas por defender lo que les pertenece. En nuestra región, los defensores de reservas como Chaparrí enfrentan amenazas, procesos judiciales y hasta atentados contra sus vidas por oponerse a la depredación de estos santuarios naturales. ¿No es acaso una repetición moderna del drama del Calvario?
El perdón que Jesús implora no es una absolución barata que nos exime de responsabilidad. Al contrario, es una invitación a despertar de nuestra ignorancia, a reconocer nuestros errores y a emprender un camino de conversión ecológica. Como nos recuerda el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si : "No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental".
La cruz de Cristo se alza hoy en cada rincón de la Tierra donde la creación gime bajo el peso de nuestra irresponsabilidad. Los ríos contaminados, los bosques talados, las especies extintas y las comunidades desplazadas son el nuevo Calvario donde se crucifica una y otra vez la obra del Creador.
Sin embargo, estas palabras de perdón también son portadoras de esperanza. Si aún no sabemos lo que hacemos, tenemos la posibilidad de aprender, de abrir los ojos a la realidad de nuestras acciones y sus consecuencias. El perdón divino no es solo remisión de culpas pasadas, sino potencial de transformación futura.
Como sociedad, estamos llamados a una profunda conversión en nuestra relación con la naturaleza. Necesitamos pasar del paradigma del dominio destructivo al del cuidado responsable, reconociendo que somos parte de la creación, no sus dueños absolutos. La experiencia de comunidades que, como la Muchik Santa Catalina de Chongoyape con su Reserva Ecológica Chaparrí, han optado por la conservación en lugar de la depredación, nos muestra que otro camino es posible.
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