Las tres derrotas electorales consecutivas del fujimorismo el 2011, 2016 y 2021 no hacen más que evidenciar que el futuro político de su lideresa ha llegado a su fin. Su ambición, sus errores propios y apetitos desmedidos por llegar a la Presidencia de la República le han pasado la factura de la peor manera. El futuro de Fujimori por ahora es sombrío, pues la fiscalía ha pedido 30 años de prisión para ella por el presunto delito de lavado de activos. La corrupción ha sido un estigma del cual no ha podido separarse.
Keiko Fujimori debe dejar la política definitivamente. Este es uno de los resultados que más se destaca en la reciente Encuesta del Poder de Ipsos para Semana Económica. Aunque no es un dato novedoso, sí es reiterativo, pues la lideresa de Fuerza Popular (FP) por tercer año consecutivo encabeza la lista de personas que indefectiblemente deben retirarse de la política. Lo particular de este sondeo es que los entrevistados han sido funcionarios públicos, políticos, intelectuales, empresarios y periodistas, quienes han coincidido en este punto que no exige mayor análisis ni discusión por el cuestionado pasado de la Fujimori y su relación con el gobierno-dictadura de su padre, sus investigaciones judiciales y lo más contundente: sus tres derrotas electorales consecutivas el 2011, 2016 y 2021. Con este récord político, sumado al fuerte antivoto que arrastra por todo lo que significa el fujimorismo (de pasado tenebroso y presente maquiavélico), Keiko hace buen tiempo debió haber renunciado a sus pretensiones de convertirse en la primera presidenta de la República; sus aspiraciones se han desvanecido en el tiempo por sus propios errores y los de su entorno de confianza.
Pero más ha podido su ambición y sus ínfulas por llegar al poder que retirarse decorosamente y desde el llano guiar a su partido. Keiko ha faltado a su palabra más de una vez, justamente por su codicia de alcanzar el sueño de ser la primera gobernante mujer de Perú, ya que tras perder los comicios del año 2016 frente a Kuczynski aseguró, en un canal de televisión, que en las elecciones del 2021 ningún Fujimori se presentaría a la contienda. Nada más falso, pues para sorpresa de todos inscribió su lista con ella como candidata, pese a que en ese momento las encuestas lo posicionaban con apenas 3%. Se pensó que por el hecho de haber estado presa varios meses en el marco de la investigación fiscal por el presunto delito de lavado de activos, por los aportes que habría recibido de la compañía Odebrecht y de otros empresarios para el financiamiento de sus campañas presidenciales, y alejada de su núcleo familiar, la lideresa de FP tomaría la decisión de renunciar a cualquier pretensión política; pero más pudo sus ansias de poder y continuó con su proyecto político. Obviamente si ganaba el proceso del 6 de junio pasado, Fujimori hubiera gozado de inmunidad, con la anuencia de los grupos de derecha extrema, del empresariado y los medios de comunicación, y sólo habría sido juzgada en julio de 2026 al término de su mandato.
Cuentas con la justicia
El futuro de Keiko Fujimori por ahora es sombrío, lleno de incertidumbre, pues el Ministerio Público ha pedido 30 años y 10 meses de prisión por el caso Odebrecht. El camino judicial lo atormenta más que el político, sabe que su libertad pende de un hilo si la fiscalía demuestra con pruebas irrefutables su responsabilidad en dicha acusación. Las consecuencias podrían ser impensables y le podrían pasar factura a su agrupación política en las elecciones municipales y regionales del próximo año, que serán un buen termómetro para medir el desgaste sufrido a raíz de esta investigación. Por ahora FP ya no es la primera fuerza política en el Congreso, pero se da maña, en alianza con partidos de extrema derecha, para aprobar leyes controversiales e impulsar el tema de la vacancia presidencial, pese a que en campaña Keiko aseveró que ella y su partido no apoyarían ninguna iniciativa que busque algún tipo de censura o vacancia, y pidió a los candidatos a actuar con seriedad y responsabilidad en este tema. Una raya más al tigre sí importa. Una vez más la palabra de Fujimori está devaluada, no inspira confianza y credibilidad, y ello en política -como todo en la vida- puede acarrear secuelas muy lamentables, porque después para recuperarlo cuesta mucho. La población es inteligente y se da cuenta cuando un político miente y trata de utilizarlos solo para satisfacer sus apetitos personales y de grupo.
La palabra del político hoy en día está muy devaluada, es poco verosímil, básicamente porque a lo largo de la historia republicana, y con mayor incidencia en los últimos cuarenta años, quienes han accedido a los máximos cargos públicos en el Estado, a través del voto popular, han defraudado a la población al incumplir sus promesas de campaña, se han aprovechado de su posición de dominio para tirar por la borda las ilusiones de la gente que esperaba mucho más de ese político que piensa que el poder le será eterno. La clase política en general está desacreditada, porque los caudillos de los partidos se han visto involucrados en actos de corrupción a gran escala. Así tenemos que todos los expresidentes de la República, desde Fujimori (preso por delitos de lesa humanidad) hasta Toledo, García, Humala, Kuczynski y Vizcarra tienen cuentas pendientes con la justicia por sus presuntos vínculos con la red de corrupción de Odebrecht. A ellos se suma Keiko Fujimori, que pese a no haber sido presidenta es investigada por hechos ligados a estos actos de deshonestidad. Es por todos estos casos denigrantes que la ciudadanía es escéptica e incrédula respecto de nuestros políticos, y por ello en cada proceso electoral termina eligiendo al outsider, al mal menor, al candidato antisistema, aquel rostro nuevo que ingresa a estas lides con las mejores intenciones, pensando en cambiar el modelo desfasado que nos rige; pero al final -por presión de los grandes intereses económicos- termina envuelto siendo parte del sistema al que critica.
Desaprovechó oportunidad
En el segundo debate presidencial del 2016, el entonces candidato Pedro Pablo Kuzcynsk apeló a la décima de Nicomedes Santa Cruz y le dijo a Keiko: “Tú no has cambiado pelona, sigues siendo la misma”. Frase que no pudo ser rebatida con creces por la candidata fujimorista, y que más bien empoderó a su rival de cara a la segunda vuelta. La lideresa de FP no tuvo la hidalguía de reconocer la victoria de su contrincante, no tuvo la valentía y la humildad para dar vuelta a la página, para dejar atrás rencores y resentimientos producto de su segunda derrota en las urnas. Por el contrario, afianzó su proyecto político basado en la fuerza que le daba el tener 73 congresistas a su disposición, una mayoría aplastante en el Parlamento. Sin embargo, su ceguera política y su sed de venganza no le permitió aprovechar esta posición y la desperdició con sus actitudes revanchistas y obstruccionistas, no fue capaz de liderar una oposición constructiva, propositiva, basada en el diálogo. Todo lo contrario, Keiko manipuló a su bancada para hacer la vida imposible a Kuczynski y sus ministros, todos actuaban cohesionadamente para traerse abajo al gobierno y provocar inestabilidad. Tenía la sangre en el ojo producto de este nuevo fracaso electoral. La corrupción ha sido un estigma del cual Fujimori no ha podido separarse y lo persigue judicialmente hasta hoy.
Congreso vacador
Otro dato importante de la Encuesta del Poder es respecto a la institución más poderosa del país, y de acuerdo a este estudio el Congreso ocupa, por primera vez, el primer lugar con 78% por encima del Poder Ejecutivo con 75% que siempre ostentó esta ubicación. Como dice la editora de Semana Económica, Bárbara Salas, “más que cuan poderoso se muestre el Parlamento, es cuan débil se muestra el Ejecutivo”. Ser la entidad más poderosa del país no es por méritos propios del Legislativo o por acciones trascendentes de sus miembros con la aprobación de leyes constructivas y positivas para todos, sino por los desaciertos, torpezas y yerros del Ejecutivo, encabezados por el presidente de la República y sus ministros. Estas debilidades son bien aprovechadas por la oposición y por sectores de la extrema derecha, para promover la vacancia presidencial por incapacidad moral permanente del jefe de Estado. Por lo menos ya hay una moción presentada por la congresista Patricia Chirinos, que espera el apoyo de sus colegas para someterla a votación. Pese a que el Congreso no ha hecho nada fructífero en materia legislativa en más de cien días de gestión, su objetivo inmediato es vacar a Pedro Castillo, lo que provocaría una nueva crisis política que incrementaría la incertidumbre económica y social que actualmente atraviesa el país.
(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación.
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