Los recientes comicios 2022 han cambiado el mapa electoral del país, donde las agrupaciones regionales y locales han ganado espacio al triunfar en la mayor cantidad de gobiernos regionales y municipales. Es evidente que varios partidos nacionales han sufrido un fuerte desgaste producto de errores graves incurridos cuando les ha tocado ejercer el poder en los gobiernos subnacionales. Los grandes perdedores de esta jornada democrática han sido el derechista Fuerza Popular y el partido de gobierno Perú Libre. El primero presentó candidatos en 19 regiones y no ganó en ninguna, mientras que el segundo lanzó candidatos en 15 regiones y solo logró dos victorias pírricas. Esta ha sido la respuesta contundente del electorado a dos agrupaciones que lucharon encarnizadamente en la segunda vuelta por la Presidencia de la República, y llevaron al país a una ola de violencia y de inestabilidad política y económica.
Tras los resultados de las elecciones regionales y municipales 2022 el mapa electoral cambió radicalmente a nivel nacional. Los partidos nacionales -tradicionales y no tradicionales- han recibido una bofetada de su propia medicina en las urnas, han perdido protagonismo y presencia en la mayoría de jurisdicciones electorales, debido, entre otras razones, a la crisis de institucionalidad que enfrentan hace bastante tiempo, la ausencia de liderazgos sostenidos y una evidente pérdida de credibilidad y confianza ante la ciudadanía. La clase política que nos representa no está a la altura de las circunstancias, con organizaciones sumidas en problemas de orden ético, moral e ideológico, cuyos líderes han perdido la confianza de la población por estar inmersos en actos de deshonestidad (son investigados por el sistema de justicia por casos de corrupción), y por ambiciones desmedidas por ganar cuotas de poder. Tal es la ausencia de liderazgos fuertes y cohesionados en el país, que una reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos reveló que el 50% de entrevistados no se siente representado por ninguno de los actuales jefes de los partidos y un 18% prefirió no opinar. Esto demuestra la resistencia y el rechazo mayoritario del ciudadano de a pie hacia estos líderes, que no muestran empatía con las justas demandas nacionales y solo defienden intereses particulares o de grupos económicos.
Desgaste político
Así tenemos que el partido Alianza Para el Progreso (APP), uno de los más organizados y estructurados en la actualidad, ha perdido piso político en diversos distritos y provincias del país, así como en gobierno regionales. Lo que evidencia que la agrupación liderada por César Acuña ha sufrido un fuerte desgaste producto de una serie de errores graves incurridos cuando han ejercido el poder a través de gestiones municipales o regionales, con alcaldes sentenciados por el Poder Judicial que hoy están prófugos, con una bancada congresal que actúa de acuerdo a cómo se mueven los hilos de la política para salvaguardar los intereses de su partido. Y con un Acuña que suele entrar y salir de los escándalos con suma facilidad (el más reciente se produjo en plena campaña electoral, cuando se filtró la conversación entre el fundador de APP y la entonces presidenta del Congreso, Lady Camones, pidiéndole la aprobación de un proyecto de ley que beneficiaría su candidatura al Gobierno Regional de La Libertad). Todos estos hechos le han pasado factura a APP en el plebiscito del 02 de octubre último, habiendo perdido hegemonía en muchos territorios del país (una de las más fuertes: la alcaldía de Trujillo). Sin embargo, ha logrado mantener su cuota de poder al regresar al GR de La Libertad, y luchará en segunda vuelta los gobiernos de Lambayeque y Cajamarca. Si bien el norte catapultó a APP y Acuña en los últimos 15 años, este idilio ha decaído por yerros propios de la misma organización.
Con las manos vacías
Otras agrupaciones nacionales que también han sufrido una derrota contundente en las ánforas son Acción Popular, que solo ha logrado rescatar algunas alcaldías distritales, al igual que Podemos y el Frente de la Esperanza. Mientras que Somos Perú ha asegurado las regiones de Loreto y San Martín, y definirá en segunda vuelta la gobernación de Lambayeque con APP; además de haber ganado la codiciada alcaldía de Trujillo. La victoria más contundente del izquierdista Juntos por el Perú ha sido la alcaldía provincial de Chiclayo; en tanto que el ultraderechista Renovación Popular ha tenido su mayor logro al ganar la alcaldía de Lima, y el derechista Avanza País ganó el Gobierno Regional de Madre de Dios y ha arrebatado algunas alcaldías limeñas y otras del interior del país. Pero los grandes perdedores de esta jornada democrática han sido el también derechista Fuerza Popular y el partido de gobierno Perú Libre. Los resultados para el partido fundado por Keiko Fujimori han sido devastadores, pues presentó candidatos en 19 regiones y no ganó en ninguna. Ello si tenemos en consideración que en los tres últimos procesos presidenciales pasó a segunda vuelta, y el no haber logrado un solo triunfo el 02 de octubre es un golpe terrible para su ego y su organización. Perú Libre tampoco lo ha pasado bien. El partido que llevó a Pedro Castillo a la Presidencia lanzó candidatos en 15 regiones y solo logró dos victorias pírricas: uno en la provincia de Bolívar en La Libertad, y el otro en el distrito de Pomalca en Chiclayo. Esta ha sido la respuesta contundente del electorado a dos agrupaciones que lucharon encarnizadamente en la segunda vuelta por la Presidencia de la República, y que llevaron al país a una ola de violencia e inestabilidad política y económica que hasta hoy se percibe.
Hartazgo e indignación
En tanto los movimientos regionales independientes han ganado mayor espacio en este proceso, desplazando a partidos consolidados con mayor logística, infraestructura y recursos económicos. Hasta el momento los movimientos independientes han ganado en 22 regiones y los partidos nacionales en 3, a diferencia de las elecciones del 2018, donde los grupos independientes obtuvieron 14 gobiernos regionales y los partidos nacionales, 11. Es evidente que la ciudadanía tiene hartazgo e indignación por la forma cómo se conducen los partidos nacionales, cuyos dirigentes se aprovechan de la buena fe de las personas para llegar al poder. Lamentablemente estas agrupaciones tienen una imagen ligada a los grandes hechos de corrupción en el país, con expresidentes de la República investigados por la justicia por estar involucrados en redes mafiosas que han desfalcado los recursos públicos mediante actos ilícitos. Una podredumbre espantosa en cuanto a decencia e integridad, que es responsabilidad directa de nuestra decrépita clase política, que solo ha accedido al poder para usufructuar el dinero de todos los peruanos y no ha sido capaz de abordar con inteligencia todas estas debilidades acumuladas a lo largo de los años, para encontrar fórmulas que les permita salir de este atolladero. Esta ha sido la respuesta a una clase política que no ha aprendido de los errores del pasado y persiste en la vieja práctica del borrón y cuenta nueva, y no toma en consideración la voz de la militancia.
A tener en cuenta
Debemos precisar que elegir a un gobernador o un alcalde de un movimiento local o regional, no necesariamente es garantía de transparencia, eficiencia y honestidad. Según el Ministerio Público, de los 25 gobernadores regionales elegidos en 2018, a la fecha, 21 afrontan investigaciones por presuntos delitos de corrupción, de acuerdo con información difundida por el Centro Liber. (La República, 03/10/2022). A diferencia de las elecciones presidenciales, los recientes comicios se caracterizan por ser más vecinales, por ello es común ver el nacimiento de movimientos locales y regionales solo para ese proceso, lo cual al final puede ser peligroso porque no contribuye a vigorizar el sistema de partidos, ya que si los candidatos no son elegidos estos grupos generalmente tienden a su disolución, y si el movimiento logra su propósito, perdura solo el tiempo que dura el mandato de la autoridad y luego desaparece, sobre todo ahora que no hay reelección de alcaldes y gobernadores. Estos movimientos no tienen una militancia ideologizada y solo hay simpatizantes entusiasmados, pero que no garantizan permanencia en el tiempo. Si a los partidos nacionales les cuesta mucho hacer escuela política o formar a nuevas generaciones, imagínense las dificultades que sortean los movimientos regionales para preparar a nuevos cuadros. En 2018, la Procuraduría Pública Especializada en Delitos de Corrupción, publicó el informe temático “La corrupción en los gobiernos regionales y locales”, que identificó 4.225 casos de corrupción ocurridos en los gobiernos regionales y municipales a nivel nacional, por autoridades electas entre el 2002 y 2014. De este total, 222 casos tenían sentencias consentidas o ejecutoriadas, mientras que 4.003 casos se mantenían en investigación (Ojo Público).
Reitero, el mapa electoral tras los comicios regionales y municipales ha cambiado, y se mantendrá así hasta las elecciones presidenciales del 2026. Los grupos nacionales tienen el tiempo suficiente para trabajar desde ya en la organización y estructuración partidaria, la reactivación de bases, la promoción de nuevos líderes políticos y mantener contacto fluido con su militancia, todo ello en aras de lograr su fortalecimiento institucional. La clase política que nos representa hoy en el Congreso es la mejor expresión del deterioro ético y moral de la partidocracia, las bancadas viven de espaldas a la realidad nacional y sus miembros son digitados para actuar de acuerdo a la conveniencia de cada grupo político, para proteger los intereses de sus caudillos o de grupos económicos. Hay que tener en cuenta que los partidos son esenciales para la vida en democracia, ambos coexisten y son necesarios para garantizar derechos fundamentales como el acceso a la justicia, la libertad de expresión y el equilibrio de poderes.
(*) Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Primer Vicedecano del Colegio de Periodistas de La Libertad.
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