En función de los resultados de las recientes elecciones regionales y municipales, se ha demostrado que a quienes están en ejercicio del poder, ya sea en el Ejecutivo o el Legislativo, como fuerzas políticas significativas de mayoría,hace un año y medio no más, ahora la ciudadanía los ha eliminado del mapa electoral; es decir, se encuentran sin el respaldo que creían o decían tener. Tal situación merece una especial reflexión sobre el ejercicio del liderazgo político, y las cualidades que deben tener los que pretenden concienzudamente ejercerlo.
Hay quienes creen que el liderazgo es del audaz sin escrúpulos, prueba de ello son los mal llamados y autodenominados “líderes” de los partidos políticos que vienen ejerciendo el poder en el Perú, sin más mérito que sus actos de corrupción, componendas delincuenciales e ineficaz gobierno, que destrozan instituciones y desestabilizan al país, mientras la delincuencia campea. Fue muy penoso escuchar mediáticamente al premier de turno “crear una líder”, como quien saca un conejo del sombrero de un mago, a una persona que tiene justificados indicios delictivos, o promover a quien se despacha en lengua suelta ensalzar lo que a todas luces es improperio y delito.
Características fundamentales
Pero, ¿quién es el líder?, ¿qué cualidades debe tener? Decía el célebre Aristóteles que no puede comandar bien alguien que nunca aprendió a obedecer, lo que de manera actual diríamos: no puede liderar un país quien violenta las propias leyes que lo rigen, o peor aún, quienes contravienen las elementales normas de convivencia ciudadana. Podemos afirmar que, ante todo, el líder es una persona capaz y competente para guiar hacia la realización de metas comunes que permitan desarrollarse íntegramente, por lo tanto, el líder no es conflictivo ni confrontacional, ni mucho menos incompetente, es constructivo.
En relación a ello, cabe mencionar que un líder político debe aprender a ver oportunidades en cada dificultad que encuentre, por ello debe tener visión de país que le permita, al mismo tiempo, el poder de anticiparse y generar proyectos viables de beneficio común sin empañarlos con la corrupción.
El buen líder ha de ser una persona con conocimientos diversos, empático, moderado en el hablar y en el decir, pero ante todo una persona con ética. Es lamentable que quienes ejercen liderazgo tras el poder de turno empleen ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu en perversa estrategia del engaño que oculta ilícitos, en vez de establecerlo como criterio orientador de pautas que faciliten la adecuada organización de nuestras instituciones políticas.
Hay especialistas que ven los resultados electorales de esta última gesta democrática con mayor pesimismo, manifestando su preocupación por la falta de liderazgos sólidos. Yo los veo como oportunidad, como conciencia ciudadana de un: ¡Basta, hasta acá no más con las malas prácticas de políticas delincuenciales!
Nuevos cuadros
Es tiempo oportuno, estimados lectores, no de buscar pseudolíderes mesiánicos que “salven” al Perú, sino de dar oportunidad a nuevos cuadros ciudadanos que en la cancha; es decir, que en su vida personal y en el ejercicio profesional demuestren ser competentes. Es nuestro momento ciudadano para formarnos y comprometernos con nuestra vida política, recordemos en este aspecto a Platón, quien sentenció: “Si el buen ciudadano se niega a participar en la vida política tiene por sanción que sea gobernado por los peores hombres”.
Eligiendo mayoritariamente a movimientos regionales, el peruano de la ciudad y el campo costeño, de la sierra y la selva, del norte, centro y sur, habló con su voto que no quiere liderazgos malsanos, que se encuentra en búsqueda de un liderazgo transformador, cercano sin hipocresías victimizantes, ético y no corrupto, que una y no divida, que gobierne más allá de ideologías, atendiendo a las reales necesidades ciudadanas de todos: estabilidad política y económica, trabajo, seguridad, vivienda digna, educación y salud de calidad.
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(*) Filósofo e Investigador CONCYTEC, docente de la Universidad Señor de Sipán.
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