Sube!

DÍA DE LA MARINERA: ¡Cómo se baila por acá!

Escribe: Eloy Seclén Neyra (*)
Edición N° 1272

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Hoy no ampliaremos el debate sobre verdaderos orígenes o por cómo ha sido y cómo debe seguir siendo. Hoy solo vamos a recordar el día que le dedicaron desde la sencilla alegría de bailarla, de escribirla, de entonarla: el sentimiento unificador que sostiene que el amor es bailar.

Quisiéramos hablar, por ejemplo, de los hermanos Áscuez, Augusto y Elías, quienes antes de ser los primeros en grabar marineras contestadas, se ganaban la vida como albañiles. La única formación musical posible era la que brindaba la vida misma. Decía Alicia Maguiña: “Lo recuerdo serio, reposado, prudente, educado, oportuno y certero en las improvisaciones”.

En el barrio de Malambo, Abajo el Puente, que hoy es la calle Francisco Pizarro, corazón del distrito limeño del Rímac, nació Augusto Áscuez Villanueva el 7 de octubre de 1892. Le llamaban el Señor de la jarana. ¡Cómo no iba a serlo! La armaban con Alejandro Sáez León en la guitarra y, posteriormente, con los hermanos Elías y Luciano Huambachano. Eran tiempos de contrapuntos virtuosos, competencias que generaban marineras contestadas.

En homenaje al ‘Señor de la jarana’ es que cada 7 de octubre se celebra el Día de la Marinera en todo el Perú.

Nombres para no olvidar

Recordamos, entonces, a los hombres y mujeres que forjaron la tradición musical que hoy nos enorgullece. Bartola Sánchez Dávila, Rosita Alarco Larrabure, Manuel Covarrubias, Samuel Márquez, Valentina Barrionuevo de Arteaga, Manuel Quintana, más conocido como el Canario negro. Nombres que descubrí en inolvidable charla con Alicia Maguiña, peruana mayor. Nombres que siguen escribiéndose en toda dirección. Luis Abelardo Takahashi Núñez, Emilio Santisteban Niño, Germán García Esquives, Víctor Mendoza Escurra, para no olvidar la presencia lambayecana en esta gran historia.

También está Rosa Mercedes Ayarza y el Tunante Abelardo Gamarra, quien bautizó al marinera como tal.

Respetar la tradición implica siempre estudiarla. Y el que estudia no repite de paporreta, sino procura un entendimiento crítico que es el sustento de la creación.

Crean marinera quienes, semana a semana, persisten en el largo camino de cultivarla como el baile nacional que es. Verlos en el escenario nos recuerda que no existe una, sino muchas marineras. Juventud perseverante que es parte de lo que conocemos como cultura viva.

Que este día sea el orgullo de quienes persisten en investigar. El conocimiento sobre música popular no debe ser una competencia para atribuirse el monopolio del origen o la rígida reafirmación de pautas estáticas. Cada vez que bailamos, ejecutamos los pasos que vimos a nuestros padres y abuelos. Bailamos siempre siguiendo a otros, lo cual podría ser el camino de la ancestralidad. Investigar es leer mucho, pero sobre todo observar, mirar con el corazón.

Valorar lo cholo

Investigar es siempre cuestionar, ampliar la mirada. Alicia Maguiña decía al respecto:

“Desde hace ya unos años vengo observando con preocupación que, habiendo un amplio y buenísimo repertorio de marineras norteñas bien hechas, en el Festival de la Marinera de Trujillo estas se reemplazan por una especia de jotas aragonesas, para las que se utilizan melodías que tienen dueño. Están quitándole lo cholo a la marinera de Moche. No entiendo la renuncia a la belleza”.

Sócrates decía que entender una pregunta es tener ya media respuesta. ¿En qué momento la marinera se legitimó solo como una coreografía imposible de repetir en la cotidianeidad? ¿Será que esa pomposidad mediática en lugar de fomentarla ha reducido su práctica? ¿En qué consiste lo cholo en la marinera?

Es el día también de quienes buscan estas y otras respuestas. Aquellos que convocan escuelas, familias y público alrededor de los concursos populares. Que su esfuerzo por ganar y competir sea siempre la fuerza de su convicción. Este es un baile hermoso. Y quien lo inculca a los niños y niñas siembra las raíces de la identidad. Enseñar es aprender dos veces. Bailamos lo que somos, mostramos lo que somos. Cuando lo hacemos, abrimos posibilidad de alternativas de desarrollo desde el turismo, la cultura y la ciudadanía. Marinera también es trabajo y comunidad.

Que sea el día, asimismo, de quienes cantan marinera y por supuesto de quienes la ejecutan. Guitarra y cajón, por supuesto, pero sobre todo banjo, arpa, checo, la voz y las palmas: la variedad de sonidos es infinita. Que cada persona dedicada a la música recuerde que ejerce por añadidura la investigación. Así crecen los repertorios. La marinera tiene muchas letras para ofrecernos, muchas coplas populares para recitar entre primera y segunda. Ellas no pueden perderse en el tiempo porque representan por sí mismas un arte. Conocer este recorrido debe ser la formación de quienes escriban letras nuevas, melodías que anhelamos ver crecer desde la raíz. Esa misma que sacaba tierra del suelo cuándo demostrábamos, cholos, cómo se baila por acá.

A la marinera le dedicaron un día de octubre para su conmemoración. El mes de la fe, el mes del heroísmo de Grau y de la dignidad nacional. Quizá todos esos valores la reflejen. Bailar es mucho más que moverse al compás del ritmo, es una posibilidad real de expresar quiénes somos. Somos sonidos, formas, colores. En el recorrido que somos hemos descubierto que el amor es bailar. Somos marinera.

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(*) Sociólogo y docente universitario.

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