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PRIMERA PALABRA: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"

Escribe: Alejandra Saavedra Rentería (*)
Edición N° 1395

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En el monte Calvario, mientras los soldados atravesaban sus manos y pies con clavos, Jesús pronunció aquellas palabras que resuenan a través de los siglos: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Esta primera palabra desde la cruz no fue un simple acto de magnanimidad personal, sino una revelación profunda sobre la condición humana y nuestra relación con la creación divina.

Al contemplar nuestro mundo actual, estas palabras adquieren una dimensión particularmente dolorosa. El ser humano, llamado a ser administrador de la creación, se ha convertido en su destructor, muchas veces sin comprender plenamente el alcance de sus acciones. La devastación de bosques primarios, la contaminación de ríos y océanos, la extinción de especies y el calentamiento global son manifestaciones de una crisis ecológica sin precedentes.

“No saben lo que hacen”. Esta frase resuena como un diagnóstico acertado de nuestra época. Actuamos movidos por la codicia, el consumismo desenfrenado y una visión cortoplacista que ignora las consecuencias de nuestras decisiones para las generaciones futuras. Extraemos recursos naturales como si fueran infinitos, alteramos ecosistemas completos y modificamos el clima del planeta, todo ello mientras vivimos en una burbuja de autoengaño colectivo.

Las comunidades indígenas y campesinas, guardianes ancestrales de la biodiversidad, son criminalizadas por defender lo que les pertenece. En nuestra región, los defensores de reservas como Chaparrí enfrentan amenazas, procesos judiciales y hasta atentados contra sus vidas por oponerse a la depredación de estos santuarios naturales. ¿No es acaso una repetición moderna del drama del Calvario?

El perdón que Jesús implora no es una absolución barata que nos exime de responsabilidad. Al contrario, es una invitación a despertar de nuestra ignorancia, a reconocer nuestros errores y a emprender un camino de conversión ecológica. Como nos recuerda el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si : “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.

La cruz de Cristo se alza hoy en cada rincón de la Tierra donde la creación gime bajo el peso de nuestra irresponsabilidad. Los ríos contaminados, los bosques talados, las especies extintas y las comunidades desplazadas son el nuevo Calvario donde se crucifica una y otra vez la obra del Creador.

Sin embargo, estas palabras de perdón también son portadoras de esperanza. Si aún no sabemos lo que hacemos, tenemos la posibilidad de aprender, de abrir los ojos a la realidad de nuestras acciones y sus consecuencias. El perdón divino no es solo remisión de culpas pasadas, sino potencial de transformación futura.

Como sociedad, estamos llamados a una profunda conversión en nuestra relación con la naturaleza. Necesitamos pasar del paradigma del dominio destructivo al del cuidado responsable, reconociendo que somos parte de la creación, no sus dueños absolutos. La experiencia de comunidades que, como la Muchik Santa Catalina de Chongoyape con su Reserva Ecológica Chaparrí, han optado por la conservación en lugar de la depredación, nos muestra que otro camino es posible.

En esta Semana Santa, mientras meditamos sobre las palabras de Cristo en la cruz, preguntémonos: ¿realmente no sabemos lo que hacemos con la creación divina? ¿O preferiríamos no saberlo para eludir nuestra responsabilidad? El perdón que Jesús implora para nosotros es también una invitación a la lucidez, a reconocer nuestros errores y a emprender el camino de la reconciliación con la naturaleza.

Que la primera palabra de Cristo en la cruz inspire en nosotros una nueva conciencia ecológica, para que las generaciones futuras no tengan que decir de nosotros: “No supieron lo que hacían”.

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(*) Periodista y defensora medioambiental y de comunidades indígenas y campesinas.

 

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