Manuel Prado Alarcón, Manuelcha, como es conocido en el mundo entero, es uno de los exponentes más renombrados de la música andina en el Perú. Su trabajo artístico, iniciado cuando apenas tenía 12 años de edad, le ha permitido llegar a diferentes escenarios para mostrar no solo sus dotes para la guitarra y el canto, sino también para calar en el corazón de sus seguidores con los mensajes que su ronca voz difunde, cargados de un alto contenido social.
Este es el resultado de largos años dedicados a la labor cultural, que involucra un paciente trabajo de investigación y recopilación de música originaria peruana. Prado Alarcón estudió en algún momento antropología y esta base le ha servido para afinar – lo que él llama – la filosofía de su arte.
¿Cómo ha sido posible mantener vigente una carrera musical que ya suma más de cuatro décadas? El artista, quien conversó en exclusiva con Expresión, responde que el amor y la pasión por la música peruana han hecho que pueda continuar a pesar de las adversidades.
“Nosotros no recibimos ningún tipo de apoyo estatal y tampoco privado, y sin embargo nuestro trabajo es permanente gracias a que la tradición es viva y nuestro pueblo ama su música y su cultura, y hay instituciones en el Perú y el mundo que entienden que este es un trabajo importante, de rescate, de identidad, de fortalecernos”, afirma.
EL CORAZÓN HERIDO
Nació en Puquio, Ayacucho, donde fue alimentado no solo por la tradición musical de su pueblo, sino también dominado por el quechua, el idioma que en su ser constituye el puente que lo ha conectado con el mundo. “La gente no necesita entenderlo para sentir lo que su cantar dicen”, comenta.
“El huayno ayacuchano tiene una melodía, un sentimiento, una tradición propia. Ayacucho es el corazón herido del Perú, donde se han sucedido hechos históricos importantes, y ese temple y carácter se transmite en su música, como también la tristeza profunda y al lado de ella una alegría plena y extraordinaria. Esos dos polos están presentes en el hombre ayacuchano”, expone el artista.
Sostiene que hasta el momento la mayor satisfacción que la música le ha dado es el reconocimiento del pueblo, de la gente, de los quechuahablantes, “de los hombres sencillos del campo y los trabajadores, de las amas de casa, de los estudiantes y, también, por supuesto, de la gente intelectual que conoce y valora” lo que hace.
Haber recorrido el mundo interpretando a otros o mostrando sus propias composiciones es otra de las alegrías que la música le ha dado. Sin ella, logrando – refiere – “hubiera sido imposible”.
SIN BARRERAS
Manuelcha Prado también incursionó en la década del 70 en el teatro, llevando a la realización obras de José María Arguedas. Con ideas claras sobre la justicia y las necesidades de los pueblos, el artista ha procurado siempre que sus ideas estén insertas en sus presentaciones, empleando la música como canal para llegar a todos, sin importar la condición o la ideología.
“El arte es universal, las ideas pueden ser cegadas. Las ideas son ideas, las doctrinas son doctrinas, por eso es que yo le doy mucho más peso a lo cultural. La política desune a la gente y la cultura es una argamasa extraordinaria que une a la gente. Entonces, al margen de algunas opiniones políticas, creo que más peso específico tiene en nuestras vidas el aporte cultural.
Mi música tiene un alto contenido político, no partidario pero sí social, filosófico muchas veces. El hombre tiene que preguntarse por qué, hacia dónde, de dónde viene y cuáles son las posibilidades reales para nuestros pueblos, para nuestros hijos, para nuestro país. Tenemos que preguntarnos qué está pasando en el mundo, en nuestro entorno. Son preguntas que el artista también se hace y está en obligación de responderse”, manifiesta.
VOLVER A LA RAÍCES
El arte evoluciona y de este proceso no ha sido ajena la música andina. Manuelcha Prado precisa que aquello no está mal, pero que los nuevos ejecutantes del acervo cultural nacional no deben olvidar las raíces de este, y buscar, en todo momento el sentido y cariz más bello para preservar la tradición heredada de generación en generación.
“Se destaca que ahora hay nuevas posibilidades sonoras, pero creo que también es necesario que las generaciones actuales conozcan en profundidad las raíces y que estas no se pierdan. Es un trabajo arduo el que tiene la juventud, que debe volver a lo clásico; es decir a los clásicos peruanos, criollos, andinos, también de la música universal. Hay que volver a ello, porque hay mucha música basura en el mundo”, anota.
Añade que “la juventud de ahora tiene que aprender a ser selectiva, porque como está bombardeada con toda clase de información, no tiene a veces la posibilidad de separar la paja del grano”.
QUECHUA UNIVERSAL
Señala que de su repertorio lo que más le gusta son los temas quechuas, porque tienen profundidad y filosofía.
“Me atrevo a cantar en quechua donde voy, sé que la gente no me entiende, pero también que hay un mensaje subterráneo que toca las fibras más sensibles de la gente con el solo hecho de escuchar palabras en quechua”, menciona.
Manuelcha Prado empezó como guitarrista a los 12 años y la carrera desde entonces no paró. “Empecé a cantar ya viejo, casi a los 30 años, para acompañarme con la guitarra y todo. Yo más que un cantante me considero un cantor de fundamentos”, anota con una sonrisa entre labios.
EL PRIMER ANDINO
Al cumplir sus 45 años de vida artística, en el 2015, Manuelcha Prado se convirtió en el primer intérprete andino reconocido por la Organización de Estados Americanos – OEA.
El prestigio del artista ayacuchano llegó a otro momento cumbre cuando en el 2010 la Universidad de Nueva York lo invitó para dictar cátedras y talleres de quechua.
“Es un reconocimiento considerado muy importante para nuestros países americanos. Seguramente no es tan importante como el reconocimiento directo de nuestros pueblos, pero se trata de instituciones y las instituciones tienen el peso específico de resaltar una labor, una tarea. En alguna medida este es un espaldarazo a nuestra carrera”, indica.
Entre su producción discográfica destacan “Vidallay vida” (2012), “Madre andina” (2007), “Poesía quechua” y “El solterito” (2003), “Saqcra” (2000) y otros más. El primer álbum de su autoría es “Guitarra indígena”, de 1981.
En 1990, junto a Raúl García Zárate y Javier Echecopar, dos de los afamados guitarristas peruanos, editó “Música para guitarra del Perú”, un detallado libro que hoy forma parte de la bibliografía obligada en los centros de formación musical en el Perú y varios países de América Latina.
HERMANAR AL PUEBLO
“El Perú como diría Basadre es un país de inmensas posibilidades, que a pesar de tanto latrocinio, corrupción y problemas sociales, sigue con vida, está vital. Al Perú le faltan muchas cosas, pero una de las más fundamentales es reconocernos a nosotros mismos como país, como cultura, fortalecer nuestra autoestima. Tiene que haber un cruce de información permanente entre el norte, el sur, el oriente, el altiplano. Tenemos que ver a los qosco runas abrazándose con los chiclayanos y a los chiclayanos con la gente del oriente”, señala Prado Alarcón.
El artista refiere que es menester en el país propiciar el hermanamiento y en ese afán considera que la cultura juega un papel importante.
“La política lamentablemente nos está dividiendo, nos está separando cada vez más. Hay que tener cuidado con ella, es necesaria, los jóvenes tienen que hacer política, pero no para dividir, sino para hermanar. La cultura traspasa las barreras que pone la política, une a los grupos humanos y busca llegar a los corazones. Hacer cultura es importante y en esto deben estar todos, niños, jóvenes y adultos”, enfatiza.
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