Han pasado solo tres semanas desde que en Expresión dedicamos un justo homenaje al maestro Victorino Amaya Paiva. Dios lo ha llamado a su lado, poco antes de cumplir 96 años, pero con la satisfacción de haber dejado una huella imborrable no solo en quienes fueron sus alumnos, sino en toda la comunidad que en algún momento lo admiró dirigiendo a la poderosa banda de músicos del Colegio Nacional de San José.
Amaya Paiva nació en Sechura, Piura, el 23 de marzo de 1924. Sin embargo, se convitió en un chiclayano destacado por el aporte dado a las artes.
A lo largo de su vida recibió sendos reconocimientos, como aquel que lo declaró “Maestro del Milenio”, “Patrimonio Sanjosefino” o “Director Vitalicio de la Banda de Músicos del Colegio Nacional de San José”. El último fue el conferido el 22 de febrero por la Casa Comunal de la Juventud, que le otorgó la Medalla al Intelecto Lambayecano “Guillermo Baca Aguinaga”.
Durante 36 años trabajó en “El Coloso del Norte”, iniciándose bajo la mirada atenta y exigente del maestro Karl Weiss, en 1948.
En la revista “Presencia Sanjosefina” se cuenta que fue tal su trabajo que el egregio director del plantel Karl Weiss le dijo: “Usted ha coronado su labor con éxito, le agradezco su esfuerzo y le brindo mi aplauso por su dedicación con alma corazón y vida al glorioso San José”.
Entre sus lauros se destacan sus aportes como investigador, compositor, arreglista y folklorista.
Fue integrante de la Filarmónica de Lima, durante las temporadas de verano de 1961 a 1963, bajo la conducción del maestro Leopoldo La Rosa, también fue coordinador de grupos corales masivos en Lambayeque en la década del 70 y muchas veces jurado de concursos de música.
EL PRIMER DISCO
Victorino Amaya fue artífice del primer disco que la Banda de Músicos del San José grabó en el estudio Virrey en 1984, conteniendo memorables temas como “La pampa y la puna”, de Carlos Valderrama; “El plebeyo”, de Felipe Pinglo; “Silvia”, vals de Benigno Ballón Farfán y “La cumparsita”, tango de Gerardo Matos Rodríguez.
El disco presentó, además, “Canción de la juventud”, de Napoleón Miranda y Aurelio del Corral; la “Marcha de Bezanson”, el Himno Sanjosefino”, el “Himno a Chiclayo” y las composiciones “Inquietud” (polka), “¿Dónde estás?” (bolero) y “Chiclayana”, marinera, obras de Victorino Amaya.
LA FANFARRIA DE LAMBAYEQUE
Como maestro sanjosefino, Victorino Amaya trabó fuerte amistad con el amauta Guillermo Baca Aguinaga, quien dictaba los cursos de Historia, Geografía y Artes en el viejo colegio.
Dada la cercanía, Baca Aguinaga le confió la dirección de la Fanfarria de Lambayeque, agrupación musical y marcial fundada por este en julio de 1963 y conformada por jóvenes apristas, quienes hacían gala de sus dotes para la ejecución de instrumentos como las cornetas, cornos, tambores y címbalos.
Amaya Paiva, demostrando sus capacidades musicales, adaptó marchas alemanas y compuso varias piezas para ser entonadas por la fanfarria, única agrupación de su tipo.
El recordado maestro falleció la madrugada del miércoles a 12 días de cumplir 96 años de edad. Se casó con Anita Arrunátegui y tuvo cinco hijos.
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