Estudié Administración de Empresas, pero al paso de los años me fui convirtiendo en un empeñoso historiador (no profesional) de Chiclayo, la ciudad en que nací. Por razones diversas fijé mi residencia en Trujillo, pero anímicamente no me desligué de mi ciudad natal y a modo de compensación empecé a guardar materiales diversos relativos a Lambayeque: libros, revistas, periódicos, fotografías, volantes, planos, etc.
Por otra parte, en ese ir y venir entre Trujillo y Chiclayo, fui conociendo a gente con intereses semejantes al mío, algunos de ellos intelectuales conocidos como José Arana Cuadra, Pedro Delgado Rosado, Nicanor de la Fuente Sifuentes – Nixa, y Jorge Zevallos Quiñones, por mencionar solo a quienes ya partieron. Ellos y otros nutrieron mis puntos de vista en el sentido que el estudio del pasado no es solo un intento de recuperación de lo que ya fue, sino también uno de los medios para comprender de modo más cabal la sociedad en la que vivimos.
En mi caso, el interés por el pasado de Chiclayo se definió en los años en que entendí que mi vida iba a trascurrir fuera de mi ciudad natal y que los materiales diversos relativos a Lambayeque que iba recolectando eran como partes de un mosaico o rompecabezas del que había que reconstruir su ordenamiento, a fin de que tal o cual foto o anécdota empezara a tener un sentido más general que el aportado por sí misma.
Primeras publicaciones
Mis primeros trabajos resultaron de las muchas conversaciones que tuve con José Arana Cuadra, un destacado periodista que pertenecía a una generación bastante anterior a la mía. De esas conversaciones surgieron dos publicaciones: una que recogía recuerdos de Arana sobre el Chiclayo de su juventud, y otra que recogía el epistolario entre Arana Cuadra y ‘Lata’ Rázuri, un personaje hoy prácticamente olvidado. Después elaboré un listado alfabético de todo el material lambayecanista que disponía en mi biblioteca y estructuré un informe histórico sobre el levantamiento del pueblo chiclayano en 1919, levantamiento caracterizado por ser anticlerical. Ya a esas alturas había empezado a compenetrarme con la historia de Chiclayo de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX.
Como mi interés era el pasado de Chiclayo no tuve, en principio, un tema o un tipo de temas que se impusieran a mi atención, pero como es natural al estudiar una sociedad el tema de la salud apareció.
Es un asunto de máxima importancia en la medida en que la ruptura de su equilibro, que en suma corresponde a lo que llamamos enfermedad, nos afecta a todos como individuos y sociedad; produce padecimientos y limitaciones físicas y mentales, temporales o permanentes, altera las rutinas de vida – incluidas las laborales -, implica costos y la posibilidad de la muerte.
El estudio histórico de la salud permite conocer el modo cómo la sociedad ha respondido a lo largo del tiempo al reto de la enfermedad. Observamos así cómo han cambiado los medios de tratamiento y curación, los medicamentos y las instalaciones de salud, pero también las actitudes y creencias populares que se han tejido al paso de los años, las mismas que pueden llegar a dificultar el trabajo de los medios o de campañas como las de vacunación.
Epidemias en Chiclayo
A la peste bubónica le he dedicado dos trabajos, ya que a parte de la honda huella que dejó, fue la enfermedad que más me intrigó. Asimismo, he indagado sobre la fiebre amarilla, dolencia que ha afectado por temporadas a nuestra ciudad, destacando la época de la ocupación chilena en 1882 y la epidemia de 1921, que llegó desde el norte a Chiclayo, y avanzaba hacia Lima poniendo en riesgo las celebraciones del primer centenario de nuestra independencia, aunque gracias a la ayuda exterior se logró controlar.
El papel de los médicos y la evaluación de nuestras instalaciones hospitalarias son abordados en otro trabajo.
Más tarde me aboqué al estudio de la viruela en Chiclayo, una enfermedad que sufrí de niño, pero que hoy está desaparecida. Luego, al pensar en la relación entre los problemas de salud y la posibilidad de la muerte trabajé sobre los cementerios chiclayanos a lo largo del tiempo.
Por último, mi trabajo más reciente trata de la tuberculosis en nuestro medio y cómo atacaba a personas de toda edad y condición social y económica, etc.
En la perspectiva del tiempo, Chiclayo hace ya muchos años que dejó de ser una villa pequeña y bucólica para convertirse en una ciudad con las posibilidades de desarrollo que encierra el cambio de villa a ciudad, aunque también con los retos que plantea dicho crecimiento, algunos de los cuales tienen incidencia en la salud, como la violencia ciudadana o el tráfico vehicular desordenado.
Son muchos los problemas por superar: escasez de especialistas, hospitales congestionados e insuficientemente equipados, medicamentos caros, falta de una política preventiva, pobreza y subalimentación de buena parte de la población; malos hábitos de higiene, deficiencias del agua y desagüe, mal sistema de baja policía y tratamiento de la basura, contaminación diversa, etc. Al paso del tiempo, hemos avanzado en muchos aspectos de la salud pública, pero de modo desigual e insuficiente.
(*) Investigador, coleccionista e historiador.
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