Escuchar a José Wakabayashi Muroya, reconocido académico de ESAN, es recordar a Roger Pingo Jara, a quien Dios llamó a su lado hace dos años y quien nos dejó un legado que tenemos el deber y obligación moral de hacerlo realidad: posicionar como marca a Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe.
Una marca que humanice a quienes vivimos en esta parte de nuestro país, conocida como la tierra del Señor de Sipán, o de los juncos, cañaverales y arrozales, la del king kong, del mejor arroz con pato, ceviche y tortita de choclo y tantas fortalezas más que no hemos sabido vender. Nuestra marca Lambayeque que nos propicie emociones, que nos haga vibrar, nos despierte, comprometa que inspire confianza, respeto y amor.
Wakabayashi Muroya, pide no olvidar el propósito y objetivo de Pingo Jara quien tuvo muy en claro lo que significa la Marca Chiclayo, pues mostró de manera apasionada cómo debíamos mirar a nuestro departamento al 2035.
Hoy nuestro deber es trabajar y lograr para que la Marca Chiclayo sea motor del desarrollo local, asociado al turismo, a la calidad de los servicios y al bienestar de la población.
Roger Pingo en el año 2016 nos dijo que los objetivos de que todos abracemos la Marca Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe era el resultado de una investigación que apuntaba en dos direcciones cuantitativas y cualitativas.
En lo que respecta a lo cualitativo, se buscaba conocer las expectativas de desarrollo de Chiclayo para los próximos veinte años, identificar la manera de lograr el cambio y elaborar una propuesta que permita formar ciudadanos socialmente responsables. En lo cuantitativo, se esperaba identificar la problemática de la ciudad de Chiclayo, analizar la percepción de los chiclayanos sobre la problemática de la ciudad y priorizar las propuestas para el desarrollo sustentable y sostenible.
A partir de este estudio, se concluyó que la ciudad de Chiclayo afronta una problemática estructural que afecta la calidad de vida de todos sus grupos de interés. Se carece de un modelo de ciudad socialmente responsable. Los ciudadanos esperan una ciudad saludable, limpia, ética-moral, segura, ordenada y demandan un proceso educativo en responsabilidad social transversal. Sobre esta base, Pingo Jara propuso el modelo «Chiclayo al 2035. Calidad de vida y desarrollo».
¿Por qué con la muerte inesperada de este ciudadano el Proyecto Marca Chiclayo se quedó encarpetado? Creo que la respuesta es que cada día leemos menos, que quienes tienen la responsabilidad de ser gobernantes ni enterados están de estos estudios y dirán algunos asesores de su entorno que con estos proyectos, producto de investigación, no ganan réditos. Obviamente no tienen proyección, visión y posiblemente el futuro de nuestro departamento no les importe.
Estimado lector, se ha preguntado cuál es el modelo de ciudad que se sueña para las futuras generaciones. ¿En qué tipo de ciudad los padres quieren vivir con la familia en las próximas décadas? ¿Cómo educar a los hijos para que en el futuro sean ciudadanos socialmente responsables y logren una mejor ciudad con calidad de vida, de acuerdo a los estándares internacionales? ¿Qué legado de ciudad se quiere dejar para las futuras generaciones?
Para nadie es un secreto que en los últimos diecisiete años, la imagen de Chiclayo ha sido seriamente afectada por la corrupción, debido a los resultados de la gestión de algunas autoridades. Se cuestiona, también, que la mayoría de los ciudadanos residentes en Chiclayo no se sienten identificados con su ciudad, porque la mayoría de la población establecida en la «Capital de la Amistad» proviene de Cajamarca, Chota, Cutervo, Jaén, Bagua, Piura, Talara, entre otras ciudades del nororiente. Además de ello, se vive un caos en el ordenamiento y ornato de la ciudad, la contaminación ambiental, la seguridad ciudadana, el tránsito, el marcado desinterés por la cultura y el turismo, entre otros problemas estructurales, como la economía doméstica. Este problema se estudia, puesto que existe una preocupación de parte los diferentes grupos de interés por dar solución a las problemáticas que se afrontan en la realidad, mediante propuestas socialmente responsables, pensando en el futuro, con miras a su bicentenario en el año 2035.
Diferentes estudios se han realizado sobre el marketing de ciudades y la gestión urbana. Sin embargo, a la fecha no existe un artículo científico sobre Chiclayo, así lo sostuvo hace más de dos años el ex rector de las universidades de Chiclayo y Señor de Sipán, doctor Roger Pingo Jara.
El estudio de los años 2015-2016 que realizó Pingo Jara sobre la visión de Chiclayo a veinte años arrojó como resultado que especialistas en temas de ciudades miraban a Chiclayo al 2035 como una urbe con sólidos valores y respeto al ciudadano; segura, adecuada en términos urbanísticos; ordenada en el tránsito; que cuida al medio ambiente y con proyección urbana en lo social, cultural, económico y empresarial y sí se trabaja con disciplina nuestro objetivo Marca Chiclayo.
Educación que nace en el hogar, base ética moral, debe empezar a partir de lo que los padres enseñan con el ejemplo, cultivando nuestra historia, fortaleciendo nuestra cultura, valorando el medio ambiente y desarrollando actitud y capacidad de servicio.
Los expertos entrevistados por Pingo Jara consideraron en aquella oportunidad que se requiere de un cambio de actitud: mejorar la conciencia ciudadana al elegir a nuestras autoridades, mayor participación activa de los diferentes grupos de interés, fortalecer la institucionalidad, hechos que no han sido posible alcanzar.
La pregunta que hago es si las actuales autoridades que nos gobiernan tendrán como visión sentar las bases de aquí a veinte años y gestionar social y responsablemente que nuestro departamento sea un territorio saludable en lo ético, social, cultural y económico; que respete al medio ambiente y brinde seguridad a sus ciudadanos. Además, consideren que, a veinte años, Lambayeque pueda ser una ciudad atractiva para el turismo, que genere empleo, con desarrollo urbanístico planificado y moderno.
Y si nos referimos a la Educación que nace en el hogar qué harán desde este sector, para comprometer a las familias lambayecanas a asumir desde sus familias una educación en valores para sus hijos, lo que generaría asumir una conciencia ambiental y el fortalecimiento de la identidad cultural, no olvidando que es en la casa donde se aprenden los valores de la honradez, puntualidad, respeto, honestidad, solidaridad, pues en la escuela los maestros afianzan esta formación y enseñan las diversas materias académicas para su futuro profesional.
No olvidemos que como ciudadanos nosotros somos protagonistas del cambio, mediante la creación de nuevas condiciones para el servicio a la sociedad, la promoción de inversiones, brindando seguridad, como base de lo ético y moral.
Basta de lamentos por haber crecido de manera desordenada, sin planificación urbana, de decir que no contamos con un norte urbanístico, que afrontamos una problemática estructural que data desde hace dos décadas. Es hora de actuar.