Jóvenes con discapacidad física e intelectual desarrollan sus fortalezas a través de talleres y dinámicas.
Al servicio de la comunidad. Es gratificante ver cómo los niños desarrollan habilidades que no pudieron lograr en sus casas. Por ello, el Centro de Rehabilitación del Ciego de Lambayeque –CERCILAM, brinda servicios a niños y jóvenes con discapacidad severa o multidiscapacidad.
“Los padres de familia generalmente sobreprotegen a los niños con habilidades diferentes y ello ocasiona que se vuelvan dependientes hasta en lo mínimo, por ejemplo: alimentarse o vestirse”, explica Delicia Rivadeneira Tirado, directora del Centro de Educación Básica Especial – CEBE.
La institución fue creada por Luisa Cosmópolis Soto el 28 de abril de 1973. Inicialmente se llamó “Centro de Rehabilitación del Ciego de Lambayeque” y solo atendía a adultos invidentes. Con el transcurrir del tiempo se empezó a ofrecer educación inicial y primaria a niños con la misma discapacidad.
Sin embargo, con la implementación de la educación inclusiva los CEBES y colegios especiales atienen todas las discapacidades. En este contexto, a través del Servicio de Apoyo y Asesoramiento para la Atención de las Necesidades Educativas Especiales - SAANEE, los colegios regulares acogen tanto a los menores con habilidades diferentes, como a los niños con ceguera, discapacidad auditiva o alguna otra discapacidad y les brindan atención en el nivel inicial, primario y secundario.
Para educar a estos niños, los docentes del CEBE CERCILAM acuden a los colegios inclusivos y orientan a sus profesores sobre los cuidados y métodos de enseñanza que deben tener.
La fundación alberga a 50 alumnos entre los 3 y 20 años, desde las 8:00 de la mañana hasta la 1:00 de la tarde. Ofrece formación intelectual en el nivel inicial y primario, y desarrollo de capacidades como autonomía, vestimenta, hábitos de aseo y alimenticios.
“Las dinámicas aplicadas a los alumnos deben ser lo más real posible para que ellos puedan desenvolverse en hábitos cotidianos. El método de evaluación depende del ritmo de cada uno, de sus capacidades, las habilidades por las que se inclinan y el grado de discapacidad”, señala.
Por otro lado, Delicia Rivadeneira comenta que la organización necesita docentes y auxiliares que complementen su labor, terapistas físicos y de lenguaje y personal de servicio. “El año pasado la UGEL nos apoyó con auxiliares y esperamos que este año también lo haga”, añade.
Además, sostiene que no hay personal voluntario que ofrezca desinteresadamente su labor. Sin embargo, eventualmente acuden jóvenes a interactuar con los niños más pequeños y donan algunos víveres.
“En cada aula debe trabajar la profesora y su auxiliar porque algunos niños no caminan, no controlan esfínteres o no hablan y la labor para una sola persona es complicada. El CEBE comprende ocho aulas y está conformado por 10 personas entre docentes, auxiliares y administrativos”, resalta.
El establecimiento también brinda rehabilitación física a los niños y el personal se esfuerza por dedicar educación inicial y primaria de calidad. La mayoría de alumnos desarrolla inteligencias múltiples como el dibujo, el deporte o la pintura.
Asimismo, la directora explica que los docentes y auxiliares se encargan de facilitarle al alumno las herramientas para llevar una vida normal. Sin embargo, el apoyo de la familia es un punto clave en el proceso de enseñanza, pues la constancia y el cariño de los padres, hermanos o las personas cercanas impulsan al niño a desarrollar ciertas habilidades.
“Los padres, al igual que sus hijos pasan por muchas situaciones difíciles. No es tarea sencilla educar a un niño especial. Algunos padres de familia temen que sus hijos no puedan llevar una vida relativamente normal, pero con apoyo todo es posible”, agrega.
Según Delicia Rivadeneira es recomendable que estos niños luchen por ser independientes, pues de esta forma sus familiares o tutores desarrollan su vida con tranquilidad sin sentir que el niño se vuelve una carga. El proceso educativo en gran medida le corresponde a la familia, pues el niño solo acude a clase por las mañanas.
En la tarde y noche es responsabilidad de los miembros de casa luchar porque él desarrolle autonomía desde cosas simples como vestirse o atarse los zapatos hasta actividades que requieren un poco más de coordinación o ejercicio mental.
Asumir el reto - dice la directora - es cuestión de sacrificio y dedicación. Muchos maestros trabajan con niños regulares y no valoran o desmerecen la labor de aquellos que se dedican a la educación especial. Aún hay mucho por hacer en cuanto a la educación inclusiva.
“Sin embargo, es preciso rescatar la labor de los colegios regulares inclusivos, pues todos los niños aprenden juntos independientemente de sus características físicas, sociales o culturales”, indica.
Refiere que es complicado sostener una institución educativa especial, sobretodo porque muchas veces los padres no cuentan con solvencia económica que les permita aportar al colegio.
“Se debe plantear propuestas y soluciones idóneas para abordar las dificultades que atraviesan los niños. Existen docentes que no saben cómo manejar situaciones con niños que presentan habilidades especiales, lo que causa que el alumno se reprima y no se desarrolle a totalidad. Recordemos que con amor y dedicación todo es posible”, finaliza.
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(*) Estudiante de Comunicación – USAT.
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