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DE CHICLAYO A CANTÓN: LA HISTORIA DE ANA MARÍA MAO COMO ESTUDIANTE EN CHINA

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 1050

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Actualmente más jóvenes apuestan por la internacionalización estudiantil universitaria, pues su importancia radica en las diferentes perspectivas, ideas, recursos o valores que el extranjero ofrece para contribuir con el desarrollo de la propia localidad. Además, pone en relieve la relación entre naciones, culturas e instituciones y permite a los estudiantes crecer en su formación personal y académica.

 

Es el caso de Ana María Mao Liang, una joven de 25 años, licenciada en Negocios Internacionales graduada en Cantón, China. Ella desde los 16 años, con el apoyo de sus padres partió del Perú con muchas expectativas sobre su futuro profesional.

 

“Nací en Perú y toda mi vida viví en Chiclayo. Estudié en el Colegio Manuel Pardo inicial, primaria y secundaria. Al culminar mis estudios secundarios, en el 2010, mis papás me ofrecieron la oportunidad de viajar a China para estudiar una carrera profesional y la tomé”, señala.

Ana Mao manifiesta que proviene de una familia china, pero no hablaba el idioma asiático. Por ello siempre quiso aprender el mandarín para conservar parte de su cultura. Anhelaba escribir, leer y hablar la lengua fluidamente.

 

“Viajé a Cantón la segunda semana de enero del 2010. Al iniciar el día estaba emocionada, pero cuando estaba en el avión cuestionaba mi decisión. En el viaje pensaba en mi familia y amigos. Suponía que iba a ser un camino arduo y lleno de esfuerzo por el hecho de vivir sola, pero el aliento de mi familia y sus palabras sonaban en mi cabeza y me motivaban a seguir mis sueños aún más”, comenta.    

 

EXPERIENCIAS

Al llegar a Cantón, Ana conoció a chicos de su misma edad y se sintió emocionada al tener con quien conversar, con quien salir o con quien compartir las mismas cosas, porque ellos también iban al extranjero solos por primera vez.

 

“Estuve siete años en Cantón y al quedarme y convivir con su gente me gustó la cultura, me gustó el país y decidí estudiar Negocios Internacionales. Tenía pensado quedarme en China para trabajar, ya que es un país económicamente grande y tiene buenos tratados con Perú. Era una buena oportunidad, pero siempre extrañaba a mi familia”, dice.

 

Al año y medio dominó mejor el idioma, aunque al comienzo le era difícil entenderlo. Con el paso del tiempo comprendió cómo funcionaban ciertas cosas, situación que la animó a volver al Perú y aplicar todo lo aprendido en su tierra natal.

 

“En Cantón conocí amigos, logré dominar el idioma y pude comunicarme con la gente. Sin embargo, los primeros meses sucedieron cosas peculiares. En varias oportunidades me anotaron una dirección y yo la pronunciaba mal, entonces el taxi me llevaba a lugares que no eran”, refiere.

La joven cuenta que una de sus primeras amigas fue una panameña a quien conoció en un hospital. Ambas estaban contentas de coincidir ahí, porque ninguna hablaba el idioma. Compartían algunos cursos en la universidad, por lo que desarrollaron una bonita amistad.

 

“Los alumnos extranjeros vivimos dentro del campus universitario. Ello era muy útil para nosotros porque muchos no conocíamos el idioma. Entonces el hecho de arrendar afuera y vivir totalmente solos es más difícil. Mis papás al principio me llamaban, aunque por esas fechas no existía mucha tecnología. Sin embargo nos comunicábamos en la medida de lo posible. Yo nunca estuve totalmente sola, tenía familia ahí y ellos hacían que me sienta como en casa”, expresa.

 

En la universidad coincidieron jóvenes latinos entre 16 y 17 años. Las distintas tradiciones, culturas y maneras de pensar motivaron a todos a participar en las ferias. A estas acudía gente de todos los países y juntos intercambiaban ideas de cómo conseguir trabajo y aplicar lo aprendido en las aulas de clase.

 

Ana Mao señala que le gustaba la cultura china, sus comidas, sus bailes y todas sus manifestaciones. Sin embargo, siempre llevó con ella parte de Perú y constantemente le afectaba no conseguir comida peruana. Por lo general le provocaba un cebiche con una tortita de choclo.

“Recuerdo que en Chiclayo, durante mis tiempos libres, ayudaba en el chifa de mis padres, compartía tiempo con mis amigos y acudía a mis clases de inglés. En el extranjero fue un cambio total, así que mis compañeros y yo para entretenernos recorríamos la ciudad”, agrega.  

 

“Al estar fuera de casa y conocer cosas nuevas te enamoras de cada pequeño detalle. Por las situaciones que pasas te conoces realmente, es como si tus sentidos se agudizaran y piensas de otra manera”, enfatiza.

 

LOGROS

Al acabar la carrera, después de cuatro años, sentí alivio y felicidad. Estoy agradecida con los amigos que hice. Cada uno de ellos contribuyó con sus culturas, sus valores y su forma de ser a que yo pudiera desarrollarme. Llegué a conocer gente de todo el mundo y he aprendido cosas diferentes”, menciona.

 

Durante un año y medio trabajó en una empresa española de negocios que posee clientes en Europa y compraban en China. Su trabajo consistía en participar en las exportaciones de los productos hacia otros países. Ella apoyaba al sector de compras e inspección y se encargaba de verificar los papeles de contratación y que los productos cumplan con las normas establecidas.

“Volví el 2017 al Perú porque quería estar con mi familia. En siete años no había pasado con ellas fiestas navideñas y ya era hora de compartir momentos bonitos con ellos. Trabajar en el extranjero fue gratificante y me gustaba, pero quería aprender cómo es trabajar desde el Perú con perspectivas distintas aprendidas aquí. Me siento feliz de regresar a Chiclayo, siento que nada ha cambiado. Como yo crecí acá siento felicidad de estar en casa”, refiere.

 

“Creo que viajar a otro lugar siempre es bonito, sobre todo si es por estudios. Al estar fuera de casa y enfrentarte solo a distintas situaciones aprendes, pues tomas tus propias decisiones. Además, la educación y los amigos que vas formando en el camino te ayudan a ver las cosas desde otras perspectivas y en el camino encuentras soluciones. En resumen creces y aprendes. El amor por tu país y tu familia te hace regresar y así contribuir con tu ciudad, ya que como profesional sabes dar respuesta a los problemas. Animo a los jóvenes a ser parte de un proceso de internacionalización, no tengan miedo y arriésguense”, exhorta Ana María Mao. 

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