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CHICLAYO: Los 190° años de la provincia más dinámica del norte del Perú

Escribe: Semanario Expresión
Edición N° 1395

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Chiclayo, capital del departamento de Lambayeque, es una de las tres ciudades más importantes del norte del Perú. A diferencia de Piura y Trujillo, no nació del trazo de una fundación española, sino que tuvo un origen distinto: fue el resultado del establecimiento de una misión franciscana en tierras donadas por los caciques indígenas de Cinto y Collique. Esta particularidad le otorga a Chiclayo una identidad propia, enraizada en la fe y el trabajo de su gente.

El 15 de abril de 1835, Chiclayo fue elevada a la categoría de ciudad. Tres días después, el 18 de abril, se convirtió oficialmente en provincia. Estos hechos fueron posibles gracias al respaldo que el pueblo brindó al general Felipe Santiago Salaverry durante su breve mandato como jefe supremo de la república. Pero para entender cómo se llegó a este punto, es necesario retroceder en el tiempo y conocer el proceso que hizo de Chiclayo una tierra con vocación urbana y heroica.

Pueblo conventual

Según el investigador Waldemar Espinoza, Chiclayo aparece en registros oficiales por primera vez en 1567 como un “pueblo de indios”, ubicado entre Zaña y Lambayeque, dos núcleos ya consolidados por los colonizadores españoles. La referencia más concreta se encuentra en documentos del Archivo General de Indias, fechados en 1572, los cuales mencionan al naciente asentamiento, aunque aún falta profundizar en estas evidencias.

Lo que sí está históricamente comprobado es que en 1588 los caciques de Cinto y Collique entregaron tierras a los franciscanos para establecer un convento. En un acta firmada el 27 de marzo de ese año, con testigos como Diego de Vega, Luis de Atienza, Antonio de Maraver y Martín García Hernández de León, se formalizó esta donación. El virrey Fernando Torres de Portugal ratificó el acuerdo en octubre de ese mismo año.

El convento, que fue denominado de San Francisco, se convirtió en el núcleo desde el cual se desarrolló el pueblo conocido como Santa María del Valle de Chiclayo. Alrededor de la casa religiosa se fue concentrando población indígena que se desplazó a la zona en el contexto de la evangelización promovida por los franciscanos.

Entre los primeros misioneros que llegaron a estas tierras figuran el padre Marco de Niza, así como los frailes Juan de Monzón, Francisco de los Ángeles, Francisco de la Cruz, Francisco de Santa Ana, Pedro Portugués, Alonso de Escarcena, y los hermanos Mateo de Jumilla y Alonso de Alcañices. Es probable que también hayan estado presentes los padres Francisco de Marchena y Francisco de Aragón, quienes son considerados, con justicia, los fundadores de Chiclayo.

Durante muchos años, sin embargo, Chiclayo vivió a la sombra de otras ciudades como Zaña y Lambayeque, que concentraban el poder político, económico y social. Solo después de las grandes inundaciones que afectaron a Zaña en el siglo XVIII, Chiclayo comenzó a cobrar mayor protagonismo en la región.

Pueblo libre

Con la llegada de las ideas de libertad y emancipación, Chiclayo se sumó al fervor independentista que sacudió el virreinato. Aunque Lambayeque se declaró libre la noche del 27 de diciembre de 1820, Chiclayo no tardó en seguir su ejemplo, proclamando su independencia apenas cuatro días después, el 31 de diciembre. Ambos pueblos se liberaron sin la intervención directa del Ejército Libertador, que bajo el mando del general José de San Martín ya se encontraba en Perú desde septiembre de ese año.

Un personaje clave en este proceso fue José Leonardo Ortiz y Salcedo, natural de Chiclayo, político, militar y hombre de negocios. Partió hacia Huaura junto a un grupo de pobladores para unirse al ejército libertador. No solo ofrecieron sus servicios personales, sino también una contribución en especies, armas y dinero reunida por los habitantes de la zona. Su ejemplo consolidó la participación de Chiclayo en la causa patriótica.

Salaverry y Chiclayo

Las décadas posteriores a la independencia estuvieron marcadas por una inestabilidad política constante. Sin embargo, para Chiclayo este fue un tiempo de oportunidades. Fue en este contexto que el general Felipe Santiago Salaverry se alzó en armas contra el gobierno de José Luis de Orbegoso y se proclamó jefe supremo de la república el 25 de febrero de 1835.

Chiclayo ya había sido reconocida como villa en 1827, por decreto del mariscal José de La Mar, debido a su importancia creciente. La transformación de su estatus se consolidaría con el apoyo que le brindó a Salaverry durante su levantamiento. Incluso le salvó la vida brindándole refugio cuando era perseguido por las fuerzas contrarias.

El 15 de abril de 1835, a solicitud de José Leonardo Ortiz, Salaverry firmó el decreto que elevaba a Chiclayo a la categoría de ciudad. Solo tres días después, el 18 de abril, la convirtió en provincia, separándola de Lambayeque. En reconocimiento al valor y lealtad de sus habitantes, también la declaró “Ciudad Heroica”.

Tras esta proclamación, se designó a don Gervacio Arizola como subprefecto y a don Juan Manuel Balcázar como alcalde. En la jurisdicción de la nueva provincia se incluyen diversos distritos: Pisci, Reque, Eten, Monsefú, Zaña, Pueblo Nuevo, Guadalupe, Jequetepeque, Chepén, San Pedro, Tomoche, Cachén, Llama y Trinidad.

Revocación y ratificación

La gloria de Salaverry fue efímera. El 7 de febrero de 1836 fue capturado tras la derrota en la batalla de Socabaya, y un día después, el 18 de febrero, fue fusilado en la Plaza de Armas de Arequipa. Algunos de sus oficiales, como Deusta, Osorio, Ortiz y Beltrán, evitaron la pena de muerte gracias a la intercesión del general Blas Cerdeña y fueron desterrados a Bolivia.

José Leonardo Ortiz permaneció junto a las tropas en el Real Felipe tras la caída de Salaverry. Fue finalmente apresado y desterrado a Iquitos. En Chiclayo, los seguidores del general fueron perseguidos, entre ellos Sebastián Ortiz, hijo mayor de Leonardo, quien también abrazó la causa salaverrista.

Afortunadamente, una amnistía general permitió que Ortiz regresara a la vida civil. En 1840 fue nombrado nuevamente subprefecto de Chiclayo y recaudador del ramo de contribuciones. Además, se le devolvieron los bienes que le habían sido confiscados.

Durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz, la Confederación Perú-Boliviana revocó el título de ciudad y provincia que Salaverry había concedido a Chiclayo. La ciudad fue nuevamente subordinada a Lambayeque. No sería sino hasta 1839, cuando Agustín Gamarra ganó el poder, que se restituirían ambos títulos el 22 de marzo de ese año.

A pesar de esta restitución, la provincia de Chiclayo fue formalmente constituida recién el 29 de noviembre de 1856, mediante la Ley n.° 4049, promulgada durante el gobierno del presidente Ramón Castilla.

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