Si bien los partidos políticos en los últimos 40 años pasan por circunstancias muy difíciles en cuanto a credibilidad y confianza, su presencia en una democracia es necesaria e indispensable. La fragilidad del sistema ha traído como consecuencia la muerte lenta de muchas organizaciones por errores cruciales de sus caudillos, por ambiciones desmedidas para ganar cuotas de poder y por oponerse a la innovación y la renovación de sus cuadros dirigenciales. Es innegable que con el transcurrir de los años estas asociaciones pierden peso y liderazgo; pero se resisten a una jubilación anticipada y siempre buscarán estar en los círculos del poder político para tener influencia y decisión.
Una máxima de los cientistas políticos es que los partidos políticos son necesarios para la democracia, y una democracia moderna es impensable sin partidos políticos. Éstos son esenciales y necesarios para garantizar derechos fundamentales como el acceso a la justicia, a la libertad de expresión, el equilibrio de poderes, a una participación ciudadana activa. Sin embargo, como señala José Herrera Jesús en un artículo sobre la crisis de los partidos: “desde finales del siglo XX el Perú ha sido testigo de una crisis del sistema de partidos de la que aún no se ha salido, prueba de ello es la fragilidad del sistema, la aparición de nuevos actores políticos en cada proceso eleccionario y la desaparición de otros tantos”. Lo mismo pasa con los partidos: surgen en la arena política con gran expectativa, por ser una esperanza de cambio; pero con el paso del tiempo se llegan a debilitar y hasta desaparecer por errores de sus caudillos y por ambiciones desmedidas. En tanto otros tratan de mantenerse en actividad para no perder su cuota de poder y presencia en la escena política. En estos primeros dos decenios del siglo XXI varias organizaciones que llegaron a ser gobierno han pasado a mejor vida: Perú Posible que lideró Alejandro Toledo, el Partido Nacionalista de Ollanta Humala. Y ahora último, dos históricos como el Partido Aprista y el Partido Popular Cristiano perdieron su inscripción al no participar en los comicios presidenciales del 2021.
Un partido puede morir muy joven o puede perdurar en el tiempo dependiendo de la capacidad e inteligencia de los caudillos para liderar los cambios o impulsar las innovaciones que la organización demanda, del protagonismo que tenga en cada proceso electoral, de los errores o aciertos de los dirigentes en la conducción del partido, y de su trascendencia en la vida pública de un país (ya sea a nivel del Ejecutivo o del Congreso). Otras razones para que una agrupación decaiga en su propuesta política y pierda el interés de la ciudadanía es la oposición de las cúpulas a una renovación progresiva de cuadros dirigenciales, la toma de decisiones unilaterales sin consultar con las bases, tener a líderes personalistas que no aceptan posiciones contrarias a las suyas, y las luchas intestinas al interior de la organización por tener supremacía. Es decir, los directivos hacen y deshacen de la agrupación sin considerar la voz de la militancia, que es la razón de su existencia, provocando abdicaciones ante tanto exabrupto que se comete en nombre de un partido. Es innegable que con el transcurrir de los años estas asociaciones pierden peso y liderazgo (en términos de poder), ya no generan el impacto que tenían en sus inicios; pero luchan por tener presencia política, ya que saben que ese es un plus que los coloca en una posición expectante para acceder a los hilos del poder a través de las elecciones.
Errores graves
A lo largo de nuestra historia son varios los grupos políticos que se han desintegrado por responsabilidad directa de sus caudillos, quienes hicieron oídos sordos al reclamo de sus bases de innovar y modernizar sus estructuras partidarias, o de caminar hacia una moralización interna, y han continuado cometiendo los yerros de siempre. Todo ello, sumado a ambiciones, egocentrismos y vínculos con la corrupción, determinaron su extinción. El caso más reciente es el sucedido con el Partido Aprista, el cual perdió su inscripción en las elecciones del 2021, luego que su Comisión Política retirara todas sus listas de candidatos por haber sido presentadas a destiempo. Pero esto fue solo el colofón de una serie de errores graves que terminaron por sepultar a un partido histórico, que llegó dos veces a la Presidencia de la República y fue protagonista de muchos hechos que han marcado la historia del país. La voz de alerta de que las cosas cada día empeoraban en el partido fundado por Haya de la Torre se produciría en las elecciones del 2016, cuando el Apra en alianza con el PPC pasaron con las justas la valla electoral, teniendo como candidato a Alan García, quien luego de esta catástrofe dejaría la presidencia de su partido. La estocada al corazón vendría en los comicios complementarios del 26 de enero de 2020. En esa lid el Apra no pasó la valla (solo obtuvo 2.72%), por tanto no ganó ningún escaño congresal. La debilidad institucional, las pugnas internas y la falta de liderazgos fuertes le pasaron la factura de la peor manera.
Haya fundó el Apra en 1930 como un movimiento social y político de izquierda antiimperialista, y con esa visión e ideología se mantuvo vigente varias décadas, incluido el primer gobierno de García donde mantuvo un discurso socialdemócrata. Pero cuando Alan postuló por segunda vez, y en su condición de máximo jefe, dio un giro radical hacia la derecha conservadora, lo que le costó una retahila de críticas por adoptar esta postura política. El politólogo Martín Tanaka señala que “debido a la necesidad de conquistar los votos de la derecha para ganar las elecciones del 2006 y la urgencia por construir una coalición parlamentaria con los partidos conservadores, García dejó definitivamente atrás las invocaciones socialdemócratas que había esgrimido en otros momentos y lideró un gobierno económicamente ortodoxo y socialmente poco ambicioso”. Haya jamás imaginó un final tan indigno para el Apra, después de tantas luchas y sangre derramada de históricos líderes por hacer prevalecer sus ideas. La meta más ambiciosa ahora es lograr su reinscripción, pero con dirigentes como Mauricio Mulder, Jorge del Castillo o Nidia Vílchez es muy poco probable que ello ocurra en el inmediato plazo, porque carecen de autoridad moral, de convocatoria y credibilidad para culminar con éxito este objetivo.
Otro histórico
El Partido Popular Cristiano, fundado por Luis Bedoya Reyes en 1966, también desapareció de la escena política el 2020, cuando en la justa electoral extraordinaria al Congreso solo obtuvo un magro 4%. Pero la estocada de muerte sería en los comicios del 2021, al no superar la valla electoral perdió su inscripción ante el JNE. Para la politóloga María Alejandra Campos, las continuas derrotas electorales del PPC en los últimos años han supuesto un fuerte desgaste en este partido. Por ejemplo, en las elecciones regionales y municipales del 2018, solo lograron obtener cinco alcaldías distritales. Una señal de que sus dirigentes habían errado en su conducción política, las pugnas internas no han sido ajenas a ella, sumado a una endeble democracia interna. Su representante más conspicua hoy es Lourdes Flores Nano, quien en el último tiempo ha estado más dedicada a demostrar jurídicamente sin éxito el supuesto fraude que habría cometido el presidente Pedro Castillo. No creo que Flores sea la más idónea para sacar de las cenizas al PPC, sobre todo si se tiene en cuenta sus tres derrotas electorales consecutivas. No tiene la fuerza ni el liderazgo que se requiere en una circunstancia tan delicada como la que atraviesa este partido para lograr su reinscripción. Campos refiere que las redes políticas del PPC son sumamente débiles, es un partido con logo conocido, pero no tiene mucho más en términos de presencia política. En tanto, Félix Puémape señala que “considerando que la competitividad electoral de un partido es su capacidad para mantenerse en los primeros lugares en las elecciones a lo largo del tiempo, el PPC siempre ha sido un partido poco competitivo”.
---------------
Lic. Ciencias de la Comunicación
Primer vicedecano del Colegio de Periodistas de La Libertad
Sabemos que el mundo de los negocios cada vez es más exigente, por distintos factores que se dan en el entorno. Entre ellos está la globalización, la cual abre fronteras entre países generando así una competencia a nivel global de bienes y servicios, beneficiándose principalmente los consumidores, pues deciden dónde comprar según sus necesidades y exigencias.
Por lo tanto, subsistir y afianzarse en el mercado es una tarea compleja que el líder debe lograr. Sin embargo, no podrá hacerlo solo y para ello necesita de los colaboradores, los cuales deben estar comprometidos en cada una de las tareas que se les asigna. En este sentido, debemos evitar que renuncien, y conseguir fidelizarlos para que continúen aportando valor.
Factores que influyen
Los motivos por los que renuncian son varios. Tenemos, por ejemplo, la falta de línea de carrera, reconocimiento e incremento salarial. Es decir, pasan meses o años y no observan que los emprendedores se tomen como prioridad mejorar sus contratos y darles mayores responsabilidades y oportunidades.
Asimismo, a raíz de la pandemia generada por el Covid-19, la modalidad de trabajo se convirtió en remota por un periodo de tiempo. A la fecha, algunos trabajadores han solicitado a sus jefes directos seguir trabajando desde la comodidad de su hogar, pues consideran que podrían cumplir con todas sus funciones. Lastimosamente, muchos de ellos han encontrado una respuesta negativa a su requerimiento, generándoles molestias, desmotivación, recalcando la falta de empatía y relacionándolo directamente con un mal ambiente laboral.
Del mismo modo, otro de los factores por el cual se dan las renuncias, es la falta de beneficios y estrés, lo cual implica una falta de liderazgo por parte de los gerentes. Cuando las personas deciden rescindir su contrato, la organización pierde bastante. Puedo mencionar la inversión en capacitación brindada, los conocimientos de los procesos internos y externos. Además, se pierde tiempo y dinero realizando una nueva convocatoria de puestos, seleccionar al mejor candidato y que pase el proceso de inducción. Por ende, es preferible mantenerlos motivados y con la intención de quedarse.
¿Cómo mejorar?
Por ello, recomiendo algunas estrategias a implementar para lograr fidelizar al talento humano. La primera, es establecer una política interna de línea de carrera, que permita lograr sus metas. Asimismo, cuando surja una vacante laboral, realizar convocatorias internas que motive la competencia.
Para mantener al personal contento en su puesto, previamente hay que conocerlos. Entonces, aconsejo elaborar una encuesta y determinar qué les motiva, pudiendo ser: ascensos cuando alcancen objetivos, bonos según indicadores alcanzados. También, programa de captaciones permanente, o días de integración en fechas festivas y aniversarios.
Por último, les recomiendo a los emprendedores adaptarse a la flexibilidad y modalidad de horario que hoy en día se utiliza, pues es parte del proceso de empatía que deben poseer todos los líderes.
--------------
(*) MBA, consultor, mentor y catedrático. Especialista en Gestión Empresarial e Innovación.