Parecía un deja vú. Hace algunos días el presidente Castillo estuvo en Arequipa, intentó almorzar en un reconocido restaurante y tuvo que salir trémulo, despavorido, sobresaltado. Las imágenes mostraron a un sombrero moviéndose raudo, a una velocidad inusual, bajo estrictas medidas de seguridad y en medio de un griterío que consignaba “vacancia, vacancia”. Recuerdo que hace poco tiempo atrás la gente enardecida le gritaba al ex presidente Vizcarra “presidente, cierre el Congreso”. El resultado: un país con cuatro presidentes constitucionales en un gobierno de cinco años, inestabilidad, dos muertes en manifestaciones violentas y un país fracturado a un punto aparentemente irreconciliable.
Para nadie es un secreto que el presidente Castillo no está preparado para gobernar, que no tiene experiencia en la cosa pública, que sus equipos tienen las mismas limitaciones y que tampoco posee la habilidad para convocar y, en el peor de los casos, para imponerse con autoridad de estadista, de político avezado, curtido en el arte de la política. Su incapacidad para hacerse cargo del gobierno es manifiesta y redomada, pero, hablando en términos constitucionales, insuficiente para legitimar la vacancia presidencial. La constitución permite destituir al presidente por inmoral, no por tonto.
Es por eso que, en esta ocasión, no van a alcanzar los votos para declarar la vacancia. Ya habíamos dicho en esta columna que el presidente Castillo se estaba acercando a un punto de no retorno. No tuvimos que esperar mucho para ver el primer intento de destierro. La que empezó como una propuesta en solitario, se convirtió horas después en una iniciativa abrazada con entusiasmo por la oposición.
Los promotores saben que no tienen los votos para vacar al presidente, sus aliados todavía están firmes en el Congreso, pero la herramienta es útil para el desgaste político, para petadear el apoyo popular, que sin mucho esfuerzo viene perdiendo el Ejecutivo y, sobre todo, ir midiendo la temperatura de la calle, el nivel de aceptación de la medida. Por cierto, en nada le ayuda al gobierno que el Ministerio Público ingrese a investigar la comisión de delitos al interior de ministerios, del propio Palacio de Gobierno y que en esas investigaciones esté involucrado su círculo más cercano. Eso sin contar las que ya se encuentran en curso por el caso “dinámicos del centro”, en el que se estaría inmersa la cúpula de Perú Libre, incluida la vicepresidenta de la República.
El presidente Pedro Castillo no tiene mucho margen de maniobra. Calculo que después de presentada la iniciativa, la oposición va a lograr los votos suficientes para llevarlo a ejercer su defensa ante el Pleno del Congreso de la República. Ciertamente, no creo probable que se consigan los 87 votos que logren que la vicepresidenta Boluarte asuma la titularidad del gobierno, por lo menos no en esta ocasión. Por ahora, así como el presidente Castillo el lunes pasado en Arequipa, la oposición quedará hambrienta y con sed, pero de poder, por su incapacidad de movilizar y aglutinar voluntades en torno a la vacancia.