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TERCERA PALABRA: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre”

Escribe: Cecilia Vidaurre Nieto (*)
Edición N° 1344

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Cuando Cristo agonizaba en la cruz pronunció siete frases que dos mil años después siguen teniendo un gran significado no sólo para los cristianos en todo el mundo, sino para todo aquel que tiene un alto sentido de la fe y se anima a reflexionar sobre la humanidad y los problemas que enfrenta en la actualidad.

De acuerdo al evangelio según San Juan, capítulo 19, versículos 26-27, mientras Jesús estaba en la cruz, miró a su madre, María, y al discípulo Juan, uno de los más amados por el maestro.

"Cuando Jesús vio a su madre, y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa".

Para un laico, esta declaración de Jesús puede entenderse como un acto de cuidado y preocupación hacia su madre, María, y una indicación para que Juan la cuidara como a su propia madre. Además, puede ser vista como una muestra del amor y la importancia que Jesús otorgaba a las relaciones familiares y comunitarias. También podría interpretarse simbólicamente como una representación de cómo Jesús nos enseña a cuidar y apoyarnos mutuamente como una familia espiritual, más allá de los lazos de sangre. Estas palabras, que fueron las terceras en el orden establecido, resaltan valores como el amor filial, la preocupación por los demás y el sentido de comunidad.

Inspiración y reflexión

De acuerdo con lo que señalan los teólogos, estas palabras de Jesús también pueden interpretarse como un acto de cumplimiento de la voluntad divina y un ejemplo de su preocupación por el bienestar de sus seguidores, incluso en medio de su propio sufrimiento. Se puede entender como un gesto de amor a través del cual Jesús encomienda a su madre a los cuidados de Juan, simbolizando la formación de una nueva familia espiritual basada en los lazos de fe y compromiso mutuo.

Bajo esa perspectiva, se cumpliría desde entonces aquella afirmación de que María, madre de Dios, es también madre nuestra.

¿Puede tener un mensaje filosófico lo expresado por Jesús sobre su madre? Desde este punto de vista sí, pues podríamos interpretar sus palabras como un ejemplo de cómo debemos cuidar y apoyar a nuestros seres queridos, así como a aquellos que nos rodean, incluso en momentos de dificultad. También puede considerarse como una manifestación del sentido de responsabilidad y deber hacia los demás, destacando la necesidad de solidaridad y compasión en la existencia humana, aspectos que justamente en tiempos actuales son urgentes de promover y cuidar. La humanidad atraviesa enormes problemas y muchos de ellos se originan por una falta de valoración sobre la vida.

Madre de la iglesia

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el párrafo 966, hace referencia a María como la "madre espiritual de todos los hombres", basándose en pasajes como Juan 19:26-27. Esta enseñanza resalta el papel de María como madre de la Iglesia y su preocupación maternal por todos los fieles.

Asimismo, el papa Juan Pablo II, en su carta apostólica "Redemptoris Mater" (Madre del Redentor), reflexiona sobre el papel de María como madre espiritual de la humanidad, utilizando también el pasaje de Juan 19:26-27 como fundamento para esta doctrina mariana.

Finalmente, debemos tener presente lo expresado por su santidad Francisco en su homilía del 8 de octubre del 2016, cuando refiriéndose a María dijo: “En el Gólgota no retrocedió ante el dolor, sino que permaneció ante la cruz de Jesús y, por su voluntad, se convirtió en madre de la Iglesia; después de la Resurrección, animó a los apóstoles reunidos en el cenáculo en espera del Espíritu Santo, que los transformó en heraldos valientes del Evangelio. A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la iglesia: hacer memoria perenne de Cristo. En su fe, vemos cómo podemos abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios; en su abnegación, descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás; en sus lágrimas, encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren. En cada uno de estos momentos, María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”.

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(*) Doctora en Comunicación y docente universitaria.

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