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QUINTA PALABRA: “Tengo sed”

Escribe: Luisín Taboada Montaño (*)
Edición N° 1344

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La frase "Tengo sed", pronunciada por Jesús en la cruz, es un momento cargado de profundo simbolismo y significado teológico. Aunque estas palabras pueden interpretarse literalmente como una expresión del sufrimiento físico de Jesús en ese momento, también tienen un significado espiritual y simbólico que trasciende el evento histórico.

El relato de la crucifixión se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, en el Evangelio de Juan, específicamente, encontramos la declaración de Jesús: "Tengo sed" (Juan 19, 28). Esta frase, muestra en primera instancia, a Jesús expresando una necesidad física en el momento de su agonía en la cruz. Después de haber realizado un largo recorrido con la pesada cruz, incluso ya desangrado y crucificado, experimenta su intensa agonía, es donde Jesús muestra su humanidad al expresar una necesidad básica de agua; sin embargo, tiene, además un significando más profundo. En la fe cristiana, el agua se asocia con la vida, la limpieza corporal y la purificación espiritual; por eso, Jesús, al decir "Tengo sed" expresa, además, una sed espiritual, una sed de redención y reconciliación de la humanidad con Dios.

La sed de Jesús en la cruz se entiende desde el contexto de su misión salvadora. Al inicio de su ministerio, Jesús se presenta como el agua viva que sacia la sed espiritual de las personas (Juan 4,14). Al pronunciar estas palabras en la cruz, Jesús nos hace recordar su papel como el único que satisface completamente la vida humana en su corporalidad y espiritualidad; por ello, la declaración "Tengo sed" invita a reflexionar sobre la naturaleza humana de Jesús al mismo tiempo de su naturaleza divina tal como lo enseña la teología, pues aunque, a menudo es fácil enfocarse en la divinidad de Jesús y pasar por alto su humanidad, esta declaración nos recuerda que Jesús experimentó todas las realidades del ser humano, tanto físicas como emocionales.

Mensaje de solidaridad

En esta misma línea, se asocia estas palabras con el sufrimiento humano. Jesús, al experimentar la sed en la cruz, se solidariza con todos los que sufrimos sed física, emocional o espiritual. Esta declaración es por ello un llamado a la compasión y la acción, recordándonos nuestra responsabilidad de aliviar el sufrimiento de los demás coherentemente, y no como lo que hizo un soldado romano al darle vinagre en vez de agua (Juan 19, 29-30). Además, "Tengo sed" es una invitación a la comunión con Jesús, pues en varias ocasiones en los evangelios, Jesús habla del agua que da vida y la comida que sacia el hambre espiritual (Juan 6, 35). Al expresar su sed en la cruz, Jesús llama a sus seguidores a acercarse a Él para recibir el agua viva que Él mismo ofrece, y que sacia todo tipo de sed restaurando la vida.

En el contexto de la historia de la salvación, la declaración de Jesús "Tengo sed" se entiende como el cumplimiento de las Escrituras y las profecías del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en el Salmo 22, 15, el salmista declara: "Como un tiesto se ha secado mi vigor, y la lengua se me pega al paladar". Jesús, al pronunciar estas palabras en la cruz, muestra que en Él se dan cumplimiento las Escrituras y cómo su vida y su sufrimiento están en consonancia con la voluntad de Dios revelada en ellas.

Llamado a seguirlo

Estas palabras, nos desafía a reflexionar sobre nuestro propio llamado a seguirlo. Como discípulos de Cristo, somos llamados a identificarnos con su sufrimiento y a participar en su misión de amor y redención en el mundo en coherencia. Esto significa no solo satisfacer las necesidades físicas de los demás, sino también trabajar por la justicia, la paz y la reconciliación en un mundo sediento de las mencionadas virtudes.

Finalmente, la declaración de Jesús en la cruz es un momento cargado de significado teológico y espiritual. Aunque puede entenderse literalmente como una expresión de su sufrimiento físico, también nos invita a reflexionar sobre su humanidad, su misión salvadora y nuestra propia llamada a seguirlo en el servicio y la compasión hacia los demás. En última instancia, estas palabras nos recuerdan el profundo amor de Dios por la humanidad y nos desafían a vivir de acuerdo con ese amor en nuestras propias vidas.

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(*) Docente universitario de Filosofía, Teología e Investigación. Coordinador ODEC-Chiclayo.

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