Todo indica que la Autoridad de la Reconstrucción Con Cambios - ARCC, hoy puesta en la palestra por su falta de eficiencia y eficacia, desnudada por cierto por su rival de ocasión, el ciclón Yaku, tenía todo a la mano para impedir que este fenómeno natural atentara contra lo más preciado que tienen los pueblos empobrecidos, como es la vida, donde morar y de qué vivir, pueblos por los que no hizo nada para amenguar los embates de las crecidas de ríos y quebradas, demostrando de esta forma el desprecio por la vida y la dignidad humana.
La ARCC, creada fundamentalmente para prevenir los daños que pudiera causar un fenómeno natural cíclico llamado El Niño, pudo en esta oportunidad, si bien no en su totalidad, paliar en gran parte los efectos devastadores de un evento natural, siempre y cuando no se hubieran cometido los errores clamorosos para prevenir la ocurrencia, en este caso, de un fenómeno imprevisto por su concepción misma, que ha desnudado la ineficiencia de un ente ejecutor, que, por decir lo menos, no ha cumplido con la función encomendada de estructurar las defensas ribereñas de los causes de los ríos más importantes de la región.
Lo que no se concretó
Las obvias carencias gestoras de la ARCC han permitido, por ejemplo, que no se haya ejecutado un mínimo porcentaje del contrato celebrado el 30 de diciembre de 2020 con el Consorcio Ríos del Norte, conformado por dos empresas provenientes del Reino Unido, producto del acuerdo de Gobierno a Gobierno celebrado entre el Perú y el país aludido, cuyo fin consistió en la realización de los trabajos de ingeniería y construcción que deberían haberse llevado a cabo con la finalidad de ejecutar la obra integral de las defensas ribereñas de los ríos La Leche y Motupe, valorizada en 400 millones de soles.
Hoy son lamentos, mañana serán tormentos
La inercia y el continuismo hoy no nos permite aterrizar con un plan de contingencia que impida lamentarnos después de lo ocurrido. La decidía y la improvisación siempre fueron y seguirán siendo el aplicativo determinante para agravar un desastre natural, es decir, la falta de prevención de los daños causados, fuere el que fuere, históricamente nos han arrastrado a vivir momentos tormentosos y caer en el vació de la precariedad convivencial y el desánimo ciudadano, cuando vemos que las autoridades dejan para después lo que debieron hacer antes de lo sucedido.
¿Hay mucho por hacer?
Por supuesto que sí y por qué no. Lo primero, la predictibilidad liderada por el aparato estatal ejecutivo juega un rol preponderante para prevenir un posible desastre natural, máxime si es sabido que, cuando llega, sino mata, daña. Entonces, el hacer es necesario e imperativo cuando se trata de salvaguardar vidas humanas y poner a buen recaudo tierras florecientes de cultivos sanos, como así también la protección de puentes, vías de comunicación y la infraestructura básica de la habitabilidad ciudadana, la defensa del aparato económico conformado por emporios comerciales, tiendas y fábricas, que por lo menos no deben parar.
¿Que tendremos luego?
Los especialistas en meteorología nos anuncian que en los próximos meses tendremos la llegada del Fenómeno El Niño, lo que quiere decir que tendremos lluvias, incremento de caudales de quebradas, ríos y avenidas de aguas descontroladas por cauces desprotegidos como conductos de aguas vivas que discurren arrastrando lo que encuentran y desapareciendo alevosamente lo que pudieron derribar, es decir, el derrame pluvial acrecentará la tragedia y la desgracia popular, paradójicamente, de los que menos tienen. Es lo que se pronostica y se espera que ocurra, debido a la falta de prevención y preparación por parte del aparato estatal.
Estaremos indefensos
En los últimos días, el ministro de Defensa, Jorge Chávez Cresta, sin reparo alguno y con total seguridad, ha manifestado que en los meses que resta para la ocurrencia del fenómeno natural El Niño, nada se podrá prevenir y, peor aún, nada se podrá proteger, lo que en buena cuenta nos ha dicho es que en el corto tiempo no se podrá preparar infraestructuras de defensa y contención, por lo tanto, los daños causados por el ciclón Yaku se verán incrementados y habrán aquellos que no siendo hoy en día tal cual, se convertirán en componentes de destrucción y penurias, todo ello, por la falta de capacidad de respuesta. El mensaje parece ser: “Sálvese quien pueda”.
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(*) Especialista en Contrataciones del Estado.
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